El Femicidio es un asesinato evitable cometido contra mujeres por cuestiones de género. El concepto fue desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock en 1974 y utilizado públicamente por primera vez en 1976 por la feminista Diana Russell, ante el Tribunal Internacional de Los Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas.
La violencia de genero no sólo incluye a las mujeres pero son clara mayoría: representan el 92% de los casos. Son datos de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de  Justicia de Argentina para Febrero de este año. El mismo estudio indica que  el nivel socio económico no  significa nada, habiendo practicamente el mismo porcentaje de casos en todos los niveles socioeconómicos. El 60% de los casos corresponden a relaciones de pareja/ex pareja, lo que se condice con los sitios en los que se realizaron los crímenes: el 60% fue o en la vivienda de la víctima o en una vivienda compartida con su pareja.
Un salvaje femicidio puede ser reciclado hasta ser convertido – a través de  justificaciones propias de una cultura machista- en un crimen pasional. Hasta no hace mucho tiempo las noticias sobre violencia de género eran sólo vistas entre las crónicas policiales pero el 2012, en la Argentina, pudo haber sido un año visagra. El Estado mostró atisbos de  posicionarse  más activamente y los medios, aunque tímidamente, comenzaron a investigar el «femicidio» desde una óptica una más compleja.
Alguna vez Oscar Oszlak junto a Guillermo O´Donnell conceptualizó que una cuestión se problematiza cuando aparece en la agenda de problemas sociales, cuando el Estado no puede hacerse el distraído y tiene que tomar una posición (por acción o deliberada omisión) al respecto.
La cuestión del femicidio  logró ingresar definitivamente en la agenda de problemas sociales.
Y lo hizo al punto de  que:
1) el Poder Legislativo formuló, en el período de tiempo estudiado por el presente trabajo, una ley que tipifica con —el delito de género dentro del Código Penal y estipula condena perpetua para quienes lo cometan agravando las penas existentes hasta este año. Y se eliminó la figura del avenimiento.
2) la Corte Suprema de Justicia de la Nación abrió una oficina especial para analizar la cuestión desde un punto de vista jurídico pero también para recibir denuncias.  Todo ello sin tener en cuenta la cada vez mayor cantidad de fiscalías creadas especialmente para atender el tema en los Poderes Judiciales provinciales.
3)y el Poder Ejecutivo se puso a la cabeza de una campaña de concientización sobre la Violencia de Género («Sacale tarjeta roja a la violencia») además de crear oficinas para recibir denuncias en el Ministerio de Desarrollo Social. Acción imitada por el Poder Ejecutivo de la Ciudad de Buenos Aires.
El posicionamiento del Estado está influenciado por la iniciativa política de diversas Organizaciones No Gubernamentales enfocadas en la problematica y de legisladores interesados en el tema, pero sobre todo lo está por la instalación del tema en los medios de comunicación. Es el detonante fundamental. Y se produce a raíz de la salida a la luz de casos «mediáticos» y  de las consecuentes campañas oficiales.
Ahora bien ¿qué transforma a un caso en mediático? Fundamentalmente sucede a partir de dos premisas: o bien está involucrado un personaje de notoriedad pública o el caso tiene algun elemento «espectacular».  Si tomamos sólo a la Provincia de Cordoba  veremos que se recibieron 24 mil denuncias y se cometieron  12 femicidios pero ninguno de ellos logró entrar  «per se» en la agenda pública.
¿Cómo informar sobre estos casos?
Es un hecho de la realidad que cada vez que en los medios se trata el problema de la violencia machista –especialmente en programas de televisión– y se ofrecen teléfonos o sitios donde pedir ayuda, las consultas para salir de relaciones de sometimiento aumentan. ¿Cómo informar entonces sobre estos casos?
Hablar de femicidio en lugar de crimen pasional –ninguna pasión justifica la violencia–, evitar el morbo al informar, desterrar mitos como que “la violencia de género solo afecta a familias pobres”, que “una buena esposa deben soportar todo por amor” y “si un novio te cela y te persigue, es porque te ama”, puede contribuir a desnaturalizar la violencia machista, un paso importante para combatirla y erradicarla. En ese aspecto podemos ayudar como comunicadores.
El violento no se convierte en violento por escuchar o leer una noticia. El punto es cómo hablar del tema, qué enfoque darle. No seremos parte del problema de la violencia de género en la medida en que, como comunicadores, no nos quedemos en el detalle de cómo ocurrió un nuevo femicidio y podamos ponerlo en contexto, dando cuenta de que se trata de una consecuencia de la discriminación y la desigualdad entre varones y mujeres en la sociedad. En cambio, seremos parte del problema si representamos a las víctimas como responsables de la agresión, si nos preguntamos qué habrá hecho la mujer para provocar o causar la violencia; si excusamos al agresor porque “estaba obsesionado” o enamorado o celoso y cuando lo representamos como un loco, un monstruo o un psicópata mientras ignoramos la naturaleza estructural de la violencia contra las mujeres.

Mujeres Discriminadas

Por Bernardo Kliksberg *

El Banco Central Europeo toma a diario decisiones que afectan la vida de grandes sectores de la población.

En el Consejo Directivo del Banco, no hay ninguna mujer. Se abrió una vacante en el directorio y el candidato presentado es un hombre de línea dura. Se informó que no se había encontrado una mujer apropiada.

Viviane Reding, vicepresidenta de la Unión Europea, presentó la propuesta de que se obligara a las grandes empresas europeas a romper la discriminación de género en sus consejos directivos y tener un 40 por ciento de ejecutivos mujeres. Los lobbies empresariales fueron mucho más fuertes y la propuesta fue desechada. Exigió un debate público abierto. Señaló que “las mujeres han esperado algo más de 100 años. Ahora ya no pasa de semanas”.

Será más difícil. A pesar de sus logros educativos, que han llevado a más mujeres con grados universitarios que hombres en diversos países, las mujeres son menos del 14 por ciento de los ejecutivos en Europa y menos del 8 en América latina.

Es sólo la punta del iceberg de la discriminación. Si bien las mujeres han ingresado masivamente al mercado de trabajo ganan considerablemente menos que los hombres. En EE.UU., en el segundo semestre de 2012, las mujeres entre 35 y 44 años ganaban el 79 por ciento de lo que percibían los hombres, entre las de 45 a 54 años era el 73 por ciento.

En Gran Bretaña, la Corte Suprema en un fallo histórico (25/10/12) condenó a la ciudad de Birmingham, la segunda del país, por no pagar a humildes trabajadoras los suplementos que pagaban a los hombres, que duplicaban su ingreso.

En España las mujeres ganan 22 por ciento menos que los hombres por igual trabajo. Las políticas de austeridad están deteriorando severamente su situación. En el ranking 2012 de igualdad de género del Foro Económico Mundial cayó del puesto 12 al 26.

En “participación económica y oportunidad”, entre 135 países España está en el puesto 75, y descendiendo. Inciden los agudos recortes en educación y salud y las severísimas reducciones en conquistas de muchos años, como el apoyo estatal para el cuidado de ancianos y la extensión de la licencia paterna en los nacimientos.

En América latina, con avances, los datos de la respetada ONG internacional PLAN (2012) muestran que 104 millones de niñas están rezagadas en su escolaridad. Diferentes barreras les impiden alcanzar nueve años de escolaridad, entre ellas la desnutrición, el embarazo adolescente y que no las inscriban en la escuela para que ayuden en el hogar o trabajen.

PLAN retrata que “muchas niñas se levantan a las cuatro de la mañana, lavan la ropa, hacen la comida y después van a la escuela, de la que regresan a trabajar de nuevo en el hogar”. Como no tienen tiempo para hacer los deberes, ni estudiar, terminan rezagándose y desertando.

A ello se agrega “la violencia que las niñas enfrentan en la calle, en la escuela, a través de hostigamiento e incluso abuso sexual”. Por otra parte, en la escuela misma se sigue transmitiendo “estereotipos sexuales machistas” a través de la currícula y de mensajes subyacentes.

México ilustra la situación que enfrenta la mujer en muchos países de la región. Las mujeres laboran muchas más horas que los hombres, sumando trabajo y hogar. En total, en 2010, 2344 millones de horas ante 1859 millones de horas de los hombres.

Las tareas de las mujeres en el hogar, cuidado de la educación de los niños, atención a los mayores, preparación de alimentos, compras y administración del hogar, entre otras, son esenciales para la sociedad. Realizan en México el 80 por ciento de estas tareas.

Este esfuerzo no tiene ninguna remuneración, ni siquiera figura en las cuentas nacionales. En México significaba, en 2006, el 21 por ciento del Producto Bruto Nacional y en 2010 había subido al 21,9. Superaba a la industria, que aportaba el 17,2 por ciento del PBI y al comercio, que generaba el 15,7. El trabajo de las mujeres mexicanas en el hogar era 1,8 veces el producto bruto total de Finlandia y casi lo mismo que el de Suiza.

La situación diaria es muy tensa para muchas mujeres en México y América latina. Se han integrado al mercado laboral y deben luchar duramente ante la discriminación de género para poder avanzar. Al mismo tiempo, los trabajos del hogar están a su cargo. Es una doble jornada de trabajo interminable.

Encima, sus tareas en el hogar no tienen reconocimiento alguno. Son como “si no hicieran nada”.

Son las primeras afectadas por las políticas de austeridad salvaje. Al reducir servicios básicos del Estado, se está delegando en ellas, sin apoyo, el problema de asegurar alimentación, educación, salud. En América latina, la Cepal estimó que sin el sacrifico personal inmenso de las mujeres pobres solas jefas de hogar, en los años de la hegemonía neoliberal la tasa de pobreza hubiera sido 10 por ciento mayor.

A las severas discriminaciones laborales contra la mujer se suman entre otras la discriminación en la política, su conversión en objeto sexual por espacios masivos de televisión y otras extremas, como la violencia, el femicidio, la lenidad de la Justicia ante los agresores. También sigue la impunidad en lugares de asesinatos continuos de mujeres como Ciudad Juárez, Guatemala y otros.

Se puede hacer diferente. Claro que sí. En la tabla del Foro Económico Mundial figuran a la cabeza Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia. Señala el informe que los países nórdicos han logrado la combinación ideal con uno de los mayores porcentajes de participación de la mujer en la fuerza laboral, las menores diferencias salariales entre sexos y las oportunidades de liderazgo para las mujeres en las áreas pública y privada.

Ello tiene que ver con su modelo enconómico global, orientado a la igualdad. El ranking lo cierran países como Irán, Siria, Arabia Saudita y Pakistán.

No son de sorprender los avances de la Argentina actual en la tabla. Es el cuarto país de la región en estar cerrando la brecha de género, después de Barbados, Costa Rica y Bolivia.

En un mundo donde los 200 billonarios mayores siguen aumentando la diferencia –y según la lista Bloomberg (29/10/12) tienen ahora un patrimonio igual al del producto bruto de Francia, la quinta economía del planeta–, la lucha por la igualdad de la mujer es parte central de la pelea contra la desigualdad.

Asimismo está en juego en reintegrarle sus derechos violados, una y otra vez, la dignidad de toda la especie humana