Por Daniel Wizenberg// Director periodístico de Opinión Sur Joven.
Todas las personas vivimos una realidad que en realidad es un recorte del recorte del recorte.
¿Qué es lo real?
La verdad y la realidad
Una de las frases más conocidas de Juan Domingo Perón era que «la única verdad es la realidad». Y puede ser que haya tenido razón. Seguro te preguntas cómo es posible que suceda algo así si venimos de decir que hay tantas realidades como personas y por ende imaginamos que igual cantidad de verdades. La explicación, según cuenta la leyenda, la daba Aristóteles ya que cuando le preguntaban qué era lo real él contestaba «eso que está ahí afuera». Es decir, podemos interpretar diversamente lo que sucede pero hay hechos concretos que no pueden ser interpretados más que de una sóla forma. Si todos convenimos qué es el azul y una mesa es azul no hay debate posible a no ser que lo demos con daltónicos. Si Juan mató a Pedro, allí hay una verdad irrefutable. La realidad puede ser recortada a través del relato pero de ninguna manera puede ser tergiversada. La diferencia está anclada entre recortar y mentir. Lo primero lo hacemos permanentemente, nuestra realidad siempre es un recorte de una realidad mayor y así sucesivamente, como si el mundo de lo real fuera una cebolla gigante, siempre habra una capa más ad infinitum. Lo segundo puede hacer que lo hayamos hecho alguna vez pero no puede hacerse desde el periodismo.
Los recortadores
Hay un chiste muy conocido que dice que Evo Morales y Bush se quieren juntar a solas. Lo hacen en un bote en un lago sudamericano, pero los medios se enteran y miles de periodistas de todo el mundo se ubican en la orilla. A Bush se le vuela el sombrero texano y Evo salta del bote, camina sobre el agua, recupera el sombrero, vuelve –siempre caminando sobre el agua– y se lo entrega. ¿Qué titulan los diarios y los noticieros?: “Evo no sabe nadar” «.
Si hablamos de lo que se dice de la realidad es inevitable hablar de quienes viven justamente de eso. De ellos. Los que terminan su trabajo dirigiéndose a todos pero al mismo tiempo a nadie en particular al ritmo del «ya estás informado», «te contamos lo importante», «te decimos lo que pasa» o «te dijimos lo que tenes que saber».
¿Viste que más atrás decíamos que la realidad es inabarcable? Bueno, así como llamamos a un pintor para que pinte por nosotros la casa, a una mucama para que haga por nosotros la limpieza y al delivery del supermercado para que nos evite el esfuerzo de traer los productos; los medios de comunicación son los encargados de simplificarnos la tarea de recortar la realidad. Una realidad que está ahí, afuera, pero la vemos cómodamente por la tele, la leemos didáctimente por el diario y la escuchamos por la radio. Nuestra realidad (en términos de Lacan nuestro relato: nuestro discurso sobre lo real) se amolda a cómo nos informamos (siguiendo la etimología griega: cómo nos damos forma).
Eduardo Aliverti es un reconocido periodista argentino, con más de 35 años de trayectoria, es sin dudas todo un ícono de la radiofonía. Al ser consultado por Opinión Sur Joven opinó que “la realidad se empeña en ofrecer pruebas constantes de su complejidad, de sus contradicciones pero también del modo en que está atravesada por operativos de prensa permanentemente. Hay demasiada gente emperrada en ser convencida por los medios de que el árbol es el bosque».
Aquí no se trata de entrar en disputas coyunturales de Argentina, Venezuela o Ecuador por caso, sino de advertir que como cada persona, los medios hacen un recorte de la realidad fundamentado en muchos factores entre los que se resaltan que son empresas (a veces estatales o para-estatales) con intereses puestos en la rentabilidad y con periodistas que son empleados de esas empresas. El periodismo tiene un manual de ética que marca un principio imposible de traicionar: cada medio tiene su línea editorial y por lo tanto un modo de recortar la realidad (a partir de los intereses ideológicos o empresariales del medio que paga al periodista) pero de ninguna manera pueden modificarse lo fáctico concreto, no puede alterarse la verdad del hecho. «Los medios han logrado existir para legitimar discursos, mediante los cuales ocultan que, además o en lugar de reflejar la realidad, la producen. Lo hacen a través de una construcción de sentidos» aporta Aliverti. Cuando un medio no recorta sino que construye una realidad el relato periodístico muere.
La palabra del periodista tiene un valor crucial, es en quien delegan (lamentablemente) las grandes masas la tarea de enfocar lo importante, pensarlo y contárselo: son formadores de opinión. Si su recorte de la realidad, siguiendo el ejemplo anterior, concluye que Evo Morales no sabe nadar lo que falló no fue la interpretación sino la elección de profesión.
Chequeado.com
Por eso, los medios tuvieron que adaptarse y ahora, al parecer, les encanta Twitter. Por ejemplo en España, también en Argentina y en muchos otros lugares. Es que, como decía, Twitter por su propio formato le recorta la realidad a la agenda pública que los propios medios generan, hace dependientes a sus propios columnistas del contenido que hacen para ellos (en vez de los blogs, que los independiza) y «reeduca» a los lectores en una relación de centralidad que remite una y otra vez a un único lugar en vez de a una multiplicidad de fuentes. Los medios han descubierto finalmente el sentido del tránsito de la blogsfera a la web 2.0: recentralizar. Y lo están aprovechando. El peligro son los siguientes pasos: banalizar y monetarizar, es decir: transformar la herramienta ideal para «independizar» nuestro recorte en una multiplicación de la publicidad y del chisme (la no-realidad, la ficción tragicómica de lo real)
El otro día leía a un tal @eavogadro que decía que cada uno de nosotros tiene que aprender a recortar la realidad: «Hay que seguir a los que piensan distinto! Twitter nos está quemando el bocho y vamos recortando la realidad de para que no nos moleste» decía su tweet.
Me pareció un gran aporte. Si uno sigue, no sólo en Twitter sino también y sobre todo afuera, a los que piensan como uno o si uno sigue a los que mienten se sumerge en una ficción de la que después es difícil salirse. En definitiva, se trata de una paradoja: uno mejora su recorte de la realidad ampliándola, recortándola menos.