La alconafta despierta interés de inversores y tiene buena proyección en países como la Argentina. Por qué puede tener una influencia social más positiva que otro biocombustibles. La experiencia brasileña.
Caña de azúcar, remolacha, maíz, papa, yuca, camote. Con todo eso se puede fabricar etanol, un alcohol que se consigue mediante un proceso industrial utilizando vegetales y que es el combustible renovable más consumido del planeta.
Si bien el biodiesel tiene mejor prensa porque se elabora derivado de aceites vegetales (algas u hongos) o grasas animales (lo que presumiblemente no afectaría la disponibilidad de alimentos ni sus precios), el etanol lidera las preferencias de los productores y también las de los gobiernos que promueven su uso.
De hecho, tres cuartas partes de los 27.900 millones de galones del mercado mundial de biocombustibles de 2012 fueron para el bioetanol, con la cuarta parte restante consistiendo en ventas de biodiesel. Brasil y Estados Unidos tienen una preponderancia casi total en el mercado, representando el 85% de la producción y el 82% del consumo mundial.
Hoy por hoy, en Latinoamérica se amplían las posibilidades del etanol, especialmente en países como la Argentina, en donde pueden agregarse dos factores que deberían impulsar un interés adicional en expandirlo: hay sobreproducción de azúcar y las regiones productoras son las que presentan mayores índices de pobreza estructural, como el noroeste y noreste.
En rumbo ascendente
“Durante el primer trimestre de 2014, la capacidad de producción del bioetanol anhidro en Argentina será de unos 832.000 metros cúbicos, cantidad que puede abastecer un corte del 10% en las naftas que se comercializan en el país. Esa capacidad seguirá creciendo y en pocos años Argentina podrá abastecer un programa de corte del 20%”, explica en diálogo con Opinión Sur Joven el presidente de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (AABH), Claudio Molina.
Si bien Argentina había promovido el uso de bioetanol en los ‘70s y ‘80s (con el denominado Programa Alconafta), ese impulso perdió vigor, el programa se discontinuó y la idea se retomó recién en 2010, tras la sanción de dos leyes. En Brasil, principal socio comercial y político de Argentina, el programa comenzó también en los ‘70s y se lo profundizó, por eso en el vecino país se desarrolla el mayor proceso de transformación de caña de azúcar del mundo.
De hecho, Brasil fue uno de los pioneros: cuenta con treinta años de experiencia en la producción de biocombustibles (por ley, sus gasolinas deben tener un 20% de etanol) desarrollando una gran infraestructura para su distribución con una red de 25 mil estaciones de servicio para proveer a cerca de 3 millones de vehículos, lo que representa aproximadamente dos de cada diez vehículos de la flota nacional.
“El potencial de desarrollo de la caña en Argentina es muy limitado en comparación con Brasil por razones geográficas, pero (el programa) surge como una oportunidad de usar los históricos excedentes de azúcar que presenta la oferta nacional, consolidando el agregado de valor a dicho cultivo con particular impacto positivo en la actividad económica del NOA. A largo plazo es posible expandir la superficie de cultivo incluso ocupando otras regiones y alcanzar la producción a partir de otras materias primas, como sorgo azucarado o remolacha”, sostuvo Molina.
En materia de bioetanol, desde 2010 operan en Argentina nueve ingenios que producen ese combustible y el año pasado se incorporaron dos destilerías de bioetanol de cereales, agregándose el mes pasado una tercera, y en un año, se sumarán otras dos, elevando la capacidad instalada a 832 mil metros cúbicos anuales.
“Aunque por el momento el contenido efectivo de bioetanol en las naftas supera el 6%, el gobierno argentino espera poder elevar el corte al 10%, pero hay resistencias de las compañías petroleas y de ADEFA (Asociación de Fabricantes de Automotores). Pero seguramente se podrán solucionar las diferencias y lograr la implementación de ese corte para 2014”, señaló Molina.
Biocombustibles en meseta
Aunque el etanol tiene una gran potencialidad en la Argentina, los biocombustibles presentan un amesetamiento tras el boom de principios de siglo. El pronóstico para el mercado global de biocombustibles en la próxima década es de crecimiento de un sólo dígito, explicado en gran parte por un menor apoyo político a los biocombustibles en la mayoría de los mercados clave que lo producen.
La proyección es que, tanto para el bioetanol y el biodiesel, se detectará a futuro un desaceleramiento en el crecimiento del mercado mundial de biocombustibles a través de la próxima década y el resultado en un total de 41.700 millones de litros vendidos en 2022, lo que representa un incremento anual promedio de tan sólo 4%.
“La demanda mundial de biocombustibles ha venido creciendo en la última década, aunque últimamente redujo su tasa de crecimiento y a corto plazo presenta un leve estancamiento, el que estoy seguro será revertido, porque los fundamentos que lo promueven, son sólidos”, dijo Molina en alusión a la conveniencia de volcarse a un suministro sustentable y renovable.
Molina sostuvo la necesidad de que “se mantengan en el tiempo las reglas de juego” para ampliar en Argentina y la región el mercado de biocombustibles. Incluso avizora que “a largo plazo, a medida que avance la ciencia y la tecnología, será posible implementar el bioetanol de celulosa, una alternativa de segunda generación que tendrá un espacio creciente en la oferta total”.
Argentina no está sola. Además del experimentado Brasil, son importantes en el desarrollo de etanol de caña y biodiesel de palma Colombia y Perú. Incluso México, Paraguay, Ecuador y Uruguay están dando los primeros pasos en biocombustibles, en los cuales la región es muy competitiva y logró penetrar con éxito mercados como los de Francia y Alemania.
A pesar de algunos retaceos desde los gobiernos y las empresas, hay algo insoslayable cuando se habla de biocombustibles y especialmente de etanol. Es agregar valor a una cadena que en su eslabón más fino residen los sectores más olvidados de la sociedad. Las materias primas que se requieren, como la caña o remolacha, no son precisamente la soja y darle un impulso a este nicho de la economía sustentable no sólo enfrentará el cambio climático sino el olvido y la exclusión de los que no pudieron disfrutar aún de los beneficios del oro verde.