¿Qué haríamos si viviésemos en un país pauperizado, con familias desnutridas, sin cuidado de salud, su seguridad amenazada, pobre acceso a educación, sin salidas que no sean bandas delictivas? ¿Acaso nos quedaríamos para sobrevivir y penar o procuraríamos migrar, con riesgos de vida, golpes, abusos, desprecios e inequidades?
¿Y si esa fuerza expulsora fuese el resultado de la explotación sufrida por el país donde nacimos? ¿Cómo reaccionaríamos si vemos que los recursos que nos fueron extraídos capitalizaron a las sociedades opulentas y a inmisericordes cómplices locales? ¿O desconocen la historia de la acumulación de esas sociedades afluentes? ¿Cuánto de su riqueza se generó en las colonias desangrando países, aldeas, familias?
Hoy levantan muros y reprimen rechazando –fútilmente- oleadas migratorias que no se detendrán si no se resuelve la inclemencia que agobia sus hogares. Quienes los rechazan generan frustraciones, rencores, penurias, muertes. Salvo grupos valientes y solidarios, el resto denigra y acusa. Pero ¿quiénes tienen derecho a acusar, los que hoy acusan o los que sufren desde siempre las acusaciones?
Pensar diferente permitiría concebir otras políticas alejadas de la represión y el sometimiento. No es válido el argumento que faltan recursos y que si invertimos en los migrantes postergaríamos a nuestra propia población. Existen los recursos sólo que están en pocas manos y buena parte se dedica a la especulación financiera, a la producción de armamentos, a financiar ciencia, tecnología, educación y salud con fines lucrativos, abunda también la producción de bienes y servicios ostentosos para alienados consumismos. Con tantas necesidades básicas no cubiertas, avergüenza lo inútil.
Es tiempo de cambiar enfoques que no sirvieron. Considerar formas de respaldar a países expulsores de migrantes para crear decenas de miles de trabajos dignos y sustentables. De igual forma, complementar lo anterior promoviendo en los propios países receptores actividades productivas multiculturales que incluyan con dignidad y derechos a los migrantes. La fútil represión no sirve, el desafío es adoptar políticas que honren a la humanidad, dar la mano, no el puño.
¿Hace falta recordar que todos, absolutamente todos, hemos sido migrantes?
Cordial saludo,
Los Editores
Opinion Sur



