La humanidad comprometida, el planeta agredido, furias y frustraciones arremolinadas con inciertos desenlaces. Guiados por liderazgos de poca monta munidos de mortíferas armas. Es insostenible que minorías acumulen sin piedad mientras sociedades enteras son acorraladas en la miseria y la alienación. Habrá que salir de esta locura.
El proceso concentrador de la riqueza y de las decisiones prevalece en casi todo el mundo. Esto ocurre en las Américas, en Europa, África y Oceanía con singularidades propias de cada región. Pocas personas acumulan una enorme riqueza e influencia mientras que miles de millones de seres humanos no pueden cubrir sus necesidades fundamentales. A esto se suma la agresión que sufre el planeta con consecuencias desbastadoras sobre el medio ambiente.
Los castigos impuestos a enteras sociedades y a la naturaleza son tremendos. Se sabe cómo hemos llegado a esta situación, se ha instaurado una cascada de apropiaciones que favorece a una impiadosa minoría que ningunea a todo el resto. Es una dinámica concentradora que no se detiene, sucede y se agiganta sin pausa ni retroceso.
¿Es un suceder sin límites?
Habrá límites por las reacciones de quienes sufren las consecuencias de tanta iniquidad que algún día, de alguna forma, pueden emerger violentamente. A su vez, el planeta reacciona con dureza a las agresiones que alteran el clima generando muy graves consecuencias. El mundo atraviesa una alarmante inestabilidad sistémica que se expresa en lo social, lo ambiental y lo económico cuyos desenlaces son inciertos y altamente riesgosos.
Las democracias han sido capturadas sistemáticamente, las mentes colonizadas, los albedríos atontados. Los representantes poco y mal representan, cuidan su banca por las prebendas que obtienen. Hay, por cierto, excepciones de valientes que honran el mandato recibido.
El ordenador social es lucrar como sea y a cualquier costo.
¿No hay opciones?
Hay varias y diversas. Una, plena de complejidades, pasa por conformar coaliciones sociales que puedan gestionar democráticamente el control de los Estados. Esto es, con la capacidad de establecer justicia, equidad, cuidado de todos y del medio ambiente, con nuevas reglas de juego y otras formas de asignar los inmensos recursos disponibles.
Será necesario desconcentrar la riqueza y las decisiones que detentan quienes dominan y, de crítica importancia, asignar los recursos liberados para bien de la humanidad y el planeta. Un desafío que abre nuevos rumbos y formas de funcionar de acuerdo con las singularidades culturales y políticas de cada sociedad. Será enriquecedor preservar esa diversidad ya que no se trata de reemplazar la opresión contemporánea por otra imposición antagónica.
A lo largo de su historia, la humanidad ha atravesado fases de profundos cambios sistémicos. Estamos en el umbral de una imprescindible trasformación capaz de despejar los peligros que se acumulan amenazantes.
Se sabe cómo cambiar, se conocen estrategias para avanzar en mejores senderos. Son miles y aún más los aportes trasformadores. Cada sociedad liberada evaluará opciones y escogerá las que acepte como guía del cambio de rumbo.
¿Cómo reaccionarán quienes apropian y acumulan desaforadamente?
Buena parte de los que lucran sin límites resistirán cambios que afecten sus privilegios. Pocos aceptarán ceder sus privilegios. Han logrado acceder a una descomunal opulencia a expensas de miles de millones de sufrientes, sin misericordia alguna ni reparo por el impacto de su accionar. Lucran esgrimiendo engañosas razones para justificar sus privilegios. Es difícil creer que no comprenden el desastre humanitario y la conmoción ambiental que contribuyeron a generar. Unos pocos multimillonarios se han diferenciado promoviendo cambios para eludir una marcha que lleva a despiadadas encerronas.
Los descendientes de quienes acumularon la riqueza en cada sociedad, sean rentistas de esos patrimonios heredados o gestores de actividades productivas, tal vez puedan comprender algo más que sus mayores que su lujuriosa vida la logran a expensas de la humanidad y del planeta. Así de grave es la situación como para que sigan atrincherados en sus ámbitos de descomunales privilegios. Se estrechan las fases de explotación, directa o indirecta, de las enormes mayorías. Ojalá pueda el mundo reaccionar pacíficamente y no seguir deslizándose hacia un terrible destino donde víctimas y victimarios, todos mezclados, sufrirán las consecuencias.
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