El proceso concentrador de la riqueza y del poder decisional no sólo castiga despiadadamente a los pueblos de los países del hemisferio sur sino también a los sectores populares de los países centrales. Esto obliga a pensar quienes conducen y se favorecen con el proceso concentrador; la respuesta señala a una poderosa minoría de personas que viven en una indignante opulencia. Son las dueñas del capital y de las mayores corporaciones, guiadas por una alienada codicia de acumular sin límites. No les importa el daño que causan, las injusticias y desigualdades que generan hasta en el último rincón del mundo. En esa marcha caen los pueblos de otros países y caen también los sectores populares de los países donde nacieron y ocasionalmente viven.
Esta situación es al mismo tiempo una desgracia global y una oportunidad para transformar el destructivo rumbo que han impuesto a la humanidad y al planeta. Si crece sin pausa la concentración de la riqueza y de las decisiones, también se centrará sobre esa minoría que aumenta en su pequeñez la ira y la frustración de miles de millones de seres. En algún momento no habrá alambradas ni represión suficiente que los proteja. Sin embargo, el desafío no terminará en derrocarlos sino, muy especialmente, en qué será lo nuevo que predomine. He ahí un trabajo colectivo que a muchos nos moviliza.
Cordial saludo,
Los Editores