Desde tiempos remotos los conquistadores combinaron reprimir a quienes se resistían con el engaño a víctimas indefensas sobre el impacto de su accionar. Una vez sometidos perpetraban brutales saqueos. La opresión cambió con el tiempo y en la actualidad su eje es la desaforada concentración de la riqueza y el poder decisional. Se reproduce con otras modalidades el proceso de engañar, reprimir, someter y saquear.
Gobiernos que representan poderosas minorías imponen políticas que favorecen la apropiación de la riqueza. Siempre lo han hecho utilizando métodos ajustados a las circunstancias sociales y económicas de cada época. En la actualidad las dictaduras sostienen la concentración de la riqueza con represión, desinformación y nula participación popular. En regímenes democráticos prevalece el ocultamiento de intereses y propósitos indefendibles, la represión incluye a la del sistema judicial, los medios hegemónicos pilotean la manipulación de la opinión pública, una espuria representatividad política incumple los mandatos electorales, en el plano económico emergen nuevos mecanismos de apropiación. El poder concentrado continúa sometiendo a las mayorías, saquea la riqueza y captura a las democracias.
Saquean riquezas que no producen ni les pertenece. No pueden justificar la apropiación de valor; necesitan engañar y reprimir a quienes resisten ser saqueados. Eso sí, cuando los recursos que apropian ingresan a sus patrimonios, las leyes vigentes los declaran intocables.
Poco se conoce sobre la génesis de la opulencia, los métodos y las extorsiones que utilizaron para concentrar riqueza a tal velocidad. Aunque algunos de esos latrocinios fueron investigados, lo desenmascarado queda celosamente oculto a la opinión pública. Mientras tanto se discurre abundantemente sobre la pobreza y las desigualdades sin relacionar que existen como inevitable contrapartida del tremendo proceso concentrador. Los saqueos se materializan con normativas que restringen el acceso a la información que podría explicarlos.
Salvo honrosas excepciones, los historiadores que construyen la historia oficial favoreciendo a los saqueadores no explican cómo tan pocos se alzaron con la riqueza nacional; eso permanece en una inducida nebulosa. No tocan a saqueadores que luego alardean de pertenecer a “ilustres” estirpes, ni tampoco a grandes corporaciones que abusando de su poder de mercado arrasaron a los mercados deviniendo nefastos oligopolios. Ese encubrimiento fue deliberado, no sólo para aplacar eventuales resistencias, sino también blanquear la apropiación delictiva de recursos que necesitan para legalizar sus patrimonios. Así, con la hipocresía que caracteriza a todo bandolero, pueden alardear que son actores respetables con derecho a vivir sin complejos ni acusaciones.
Consecuencias de los saqueos
Los saqueadores no asumen responsabilidad alguna con el desempleo o el subempleo de las grandes mayorías del país. Afirman que no les compete a ellos sino al Estado la pérdida de poder adquisitivo de ingresos de sectores medios y populares; tampoco vinculan la evasión impositiva que practican con la mezquindad de las jubilaciones y los programas de asistencia social.
No consideran que pugnan con ventaja en la distribución del ingreso; afirman que no remarcan los precios de alimentos, medicamentos y otros para agigantar su tasa de ganancia, sino obligados por la inflación y otras restricciones de contexto.
Cuando fuerzan aumentos excesivos de tarifas o subsidios en servicios esenciales que controlan (electricidad, gas, transporte, comunicaciones, entre otros), el argumento son las inversiones y gastos de mantenimiento que deben realizar, una razón pobremente sustentada y de magro cumplimiento.
Jamás relacionan su extrema riqueza con la miseria y pérdida de derechos de los demás. Por eso se cuidan de invalidar todo análisis sistémico que muestre como una sucesión de hechos apropiadores hacen de sustento a perversos tejidos políticos, sociales, económicos, mediáticos y judiciales.
Toca distinguir que no todos los ricos y corporaciones comparten la misma responsabilidad. Unos fueron actores fundantes de la dinámica concentradora, otros no ayudaron a institucionalizar la inequidad, pero aprovecharon las circunstancias para también obtener enormes lucros. A estos últimos no se les reclama que cierren sus empresas y se abstengan de toda actividad productiva. Su responsabilidad pasa por sumarse a coaliciones cívicas constructoras de equidad, justicia y sustentabilidad ambiental. Ignorar la dramaticidad contemporánea para seguir lucrando a costa de la desgracia de otros, sin duda implicaría complicidad.
Mecanismos contemporáneos de sometimiento y saqueo
Los mecanismos de sometimiento y saqueo son varios y diversos. Escogemos sintetizar algunos de los más significativos derivando un mayor detalle en artículos ya publicados.
Mecanismos económicos de apropiación de valor que les permite seguir acumulando riqueza y con ella cooptar o comprar complicidades; mecanismos de manipulación de la opinión pública y sus expectativas que les permite condicionar la marcha política y económica, imponer agendas, valores y actitudes afines a sus intereses, obteniendo cierto respaldo electoral ; mecanismos de configuración institucional para establecer un sistema judicial que les asegure impunidad y trabe intentos transformadores; mecanismos de desestabilización o destitución de gobiernos de base popular para impedir la consolidación de fuerzas políticas que amenacen sus privilegios. Estos y otros mecanismos desvirtúan la esencia de una democracia plena y generan un fenómeno cada vez más extendido: las democracias capturadas.
Enfrentados con estos mecanismos de sometimiento y saqueo, los dominadores presentan otros modelos como si fueran verdades indiscutibles. Cuando la realidad contradice sus postulados y conclusiones, desinforman y engañan a los perjudicados. Colonizando albedríos imponen formas de pensar, sesgadas percepciones de la realidad; manipulan la opinión pública, sus valores, motivaciones, actitudes y agendas. Otras perspectivas son silenciadas o desvalorizadas.
Un ejemplo de manipulación cultural es lo que sucede en las Escuelas de Negocios más reconocidas. Ellas forman graduados para administrar entidades económicas guiadas por criterios de maximizar el lucro. Poco analizan los tremendos problemas generados por la ilimitada codicia y egoísmo individual. Hablan de “externalidades no deseadas” (pero esperables) que afectan severamente al contexto social. No enseñan que existen otros tipos de grandes y pequeños emprendimientos productivos guiados por criterios que integran armónicamente el beneficio social y el propio. Cooperativas de primero y segundo grado funcionan exitosamente alrededor del mundo, también supermercados comunitarios, franquicias populares, consorcios de pequeñas empresas exportadoras, entre otras formas asociativas de hacer investigación y desarrollo, encarar el acopio de productos, su transporte, procesamiento y comercialización.
En fin, que el engaño, la represión, el sometimiento y los saqueos siguen ensombreciendo a la humanidad. Que el egoísmo y la irresponsabilidad de quienes se han erigido en timoneles del rumbo global llevan a callejones sin salida. Sin embargo, no es inevitable que así de mezquino y destructivo sea el destino de las nuevas generaciones. La historia demuestra que siempre hubo personas, pueblos, naciones alzadas contra la opresión; también que las trayectorias nunca fueron lineales. Éxitos, retrocesos, valientes y canallas se arremolinan en complejidades siempre singulares. De ese aparente caos de sucesos y actores es posible avanzar en esclarecimiento y organización hasta llegar a conformar nuevos poderes y liderazgos. Es un mundo en disputa con dinámicas y desafíos que toca encarar.
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Opinion Sur




Muy buen artìculo. Cambian las circunstancias pero metodologia es la misma.