EL ARTE DE PREGUNTAR Y EL HEROISMO DEL SEÑOR TRUMP

La figura del líder heroico y decisivo persiste en los medios de comunicación y en la vulgata del comentario político, y también en algunos estudios históricos.  Cada dictador o pichón de dictador se intoxica con esta teoría. Es el caso del señor Trump. Está al frente de una incipiente dictadura. Algo muy importante está en juego, pero el juego recién ha empezado. El heroísmo del señor Trump puede terminar en el suelo. En este artículo propongo algunos interrogantes sobre el caso.

Quiero citar una teoría muy en boga en la primera mitad del siglo 19.  Pensemos en la famosa descripción de Napoleón por Hegel: “Es el espíritu del mundo a caballo.”  Parece que Hegel pudo contemplar al triunfante jefe de las fuerzas francesas en la batalla de Jena, mientras terminaba uno de sus grandes tratados de filosofía (La fenomenología del Espíritu) en 1807.  En ese mismo periodo (1802-1803) Beethoven compuso su tercera sinfonía, apodada “la heroica” en honor de Napoleón.  Después se arrepentiría de dedicarla a Bonaparte en particular y la dedicó al heroísmo en general.

Se atribuye el prestigio y difusión de esta visión de la historia a la obra de Thomas Carlyle (1795-1881), el ensayista y filosofo de Edimburgo.  En su época Escocia produjo muchos pensadores en el campo de la economía política y las ciencias sociales, cuyo prestigio fue grande en la era victoriana y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. 

Carlyle introdujo el idealismo alemán en el Reino Unido, con énfasis en el liderazgo heroico en la historia.  Esa corriente del pensamiento alemán tuvo protagonistas como Hegel, Nietzsche, y Spengler.  Su reputación –en particular la mezcla de espiritualismo y autoritarismo—disminuyó en la segunda mitad del siglo 19.  Dos pensadores importantes de la época la sometieron a una crítica despiadada: Karl Marx en el ámbito alemán, y Herbert Spencer en el ámbito inglés.  Aunque muy distintos, ambos son considerados como precursores de la sociología moderna.

Desde entonces el consenso intelectual se aglutina en torno a la idea básica de que los motores de la historia son fuerzas impersonales y colectivas, y no las iniciativas de líderes excepcionales.  Podemos citar algunas de estas fuerzas: el desarrollo económico, la demografía, los conflictos de clases, la geopolítica.

Sin embargo, la figura del líder heroico y decisivo persiste en los medios de comunicación y en la vulgata del comentario político, y también en algunos  estudios históricos.  Cada dictador o pichón de dictador se intoxica con esta teoría. Es el caso del señor Trump. Llegado a la cima del poder, se siente un héroe. Su caso me suscita tres preguntas.

Ha habido siempre una tensión entre el anonimato de las grandes variables de estructura, por un lado, y la intervención en apariencia decisiva del liderazgo individual, o de la voluntad de unos pocos, por otro. 

Primera pregunta: ¿Cómo conjugar dos visiones (voluntarista o determinista) de la acción humana? ¿Cuál es el contexto de un liderazgo “heroico”?

Haciendo un repaso de la literatura en ciencias sociales, encuentro varias opciones para responder a esta pregunta.  Ante todo, reitero la famosa frase: “las personas hacen la historia, pero en circunstancias que no son de su elección.” Queda así eliminado todo voluntarismo grosero, pero no las condiciones que elevan un dictador al poder.

  •  Cuando la lucha entre clases, grupos, o partidos, se atasca en un impasse de vetos mutuos, se dan circunstancias propicias a un arbitraje autoritario. Los ejemplos clásicos y modernos abundan. El más famoso es la usurpación del poder por parte de Julio Cesar, cuando en las postrimerías de la república romana, la guerra civil entre facciones hizo que este militar diera un golpe exitoso.  A pesar de su asesinato posterior no hubo marcha atrás y se instauró el Imperio, donde todo el poder quedó concentrado en una persona. Este tipo de evolución política, aplicada a otras circunstancias históricas similares, se llama cesarismo.
  • Cuando un régimen político antiguo se vuelve débil y decadente, y enfrenta una insurrección acompañada de una movilización popular y masiva a su favor (más del 35% de la población), tiende a colapsar.  Se crea entonces la oportunidad para la toma del poder por parte de lideres revolucionarios, ya sea inmediatamente o a lo largo de un periodo más largo.  Lenin, Mao, y Castro, son los ejemplos más conocidos. Pasaron de ser aventureros a ser héroes. La novedad contemporánea es que el régimen vigente es democrático y la revolución es reaccionaria. Estamos en un mundo al revés.
  • Cuando el viejo régimen es sometido a una reforma drástica y autoritaria en manos de un “salvador.” Este caso ha sido a veces denominado “reintegración autoritaria.”[1]  En la Argentina el general Rosas fue un “restaurador.” Un ejemplo posterior fue la irrupción de una dictadura por una junta militar (1976-1982). También sucedió un poco antes en Grecia, y es bastante frecuente en América Latina. 

Una variante es la erosión menos repentina de un régimen democrático y su transición a uno autoritario sin golpe militar.  Esta variante es más común en nuestros días, y lleva el rótulo de “democracia iliberal.”[2]  Algunos ejemplos son Hungría, Turquía, tal vez los EE. UU., y el contagio no se detendrá allí.

Segunda pregunta: De los romanos hemos heredado esta interrogación: ¿Quis custodet ipsos custodes? (¿Quién custodia a los guardianes?). O si prefieren: ¿Quién nos salva de algunos héroes?

 En otras palabras, si el poder queda concentrado en un sujeto todopoderoso ¿qué garantías tiene la gente para protegerse en caso de que el “gran hombre” sea un cruel tirano[3], un incapaz, o un demente? Para evitar esas desgracias, los pensadores más perspicaces propusieron una serie de salvaguardias institucionales, como ser la división de poderes y elecciones periódicas, todas ellas dentro de un documento básico, es decir, una constitución. Es la piedra angular del constitucionalismo democrático moderno. No es sólo una propuesta política sino también un avance de la civilización.

Para que el constitucionalismo democrático y republicano funcione se requieren ciertos requisitos y bases sociales de sustentación: un desarrollo económico sostenido, una movilización popular no excesiva, y una cultura ciudadana con un elevado nivel de educación. Cuando éstas entran en crisis, surge una expectativa más o menos generalizada para que desde el poder se tomen medidas de emergencia.  Se pasa así de un estado republicano normal a un estado de excepción. Parta citar a Max Weber, la justificación del poder muda de una legitimación legal/racional a una carismática.

En los Estados Unidos, las bases de sustentación antes citadas se han ido resquebrajando en las últimas décadas. En el plano económico, la desigualdad extrema ha logrado que los frutos del crecimiento no lleguen a varios estratos inferiores de la estructura social.  En el plano de la representación política, y relacionado con lo anterior, se ha producido una gran polarización.  En el plano cultural se han erosionado la cultura cívica y la capacidad racional[4].

Tercera pregunta: ¿Cómo terminan los regímenes autoritarios? ¿Cómo es el ocaso de los dioses?

Si nos remontamos en la historia occidental nos encontraremos naturalmente con el medio milenio del imperio romano en nuestra era.  Sabemos que el régimen político de Roma pasó de la república al imperio después del golpe militar y la subsiguiente dictadura de Julio Cesar. Con la concentración extrema de poder surgió el problema del reemplazo del gobernante, que Roma no pudo resolver.  De los 70 o 77 emperadores (depende de cómo uno cuenta), 37 fueron asesinados, es decir más del 50%, lo que indica una gran inestabilidad y eventualmente una degradación del régimen. La lección es que el tiranicidio no es una forma satisfactoria ni de moderar ni de reemplazar el régimen autoritario.

En la época moderna, es decir, la era del estado-nación, el estado comenzó siendo fuertemente autoritario. Con el transcurrir del tiempo se pasó de una monarquía absoluta a una monarquía limitada, en general bajo una constitución y con un contrapeso de poderes, desde el parlamentario al judicial.  Eventual y paulatinamente el régimen se fue abriendo a la participación popular.  Hoy lo reconocemos como una democracia republicana.  Ese desarrollo no se dio sin tropezones, y tuvo interrupciones autoritarias (dictaduras).

Se ha escrito mucho sobre la enfermedad y muerte de las democracias, pero menos sobre la dinámica y el fin de los regímenes autoritarios que las suceden[5].  Porque, como dice el refrán, no hay mal que dure cien años.

Formas en que acaban las dictaduras, con especial referencia al nuevo régimen autoritario en los EEUU.  Ejemplos y comparaciones del ocaso.

Los casos históricos sugieren la siguiente tipología:

  • Golpe de Estado: Un sector del propio régimen, generalmente militar, derroca al dictador, como ocurrió en Venezuela con Marcos Pérez Jiménez, y Juan Domingo Perón en Argentina.  En el caso norteamericano hay que descartar este escenario en el mediano plazo, porque es extremo y por ahora de baja probabilidad.
  • Presión social y huelgas: Movilizaciones masivas, huelgas generales y acciones estratégicas que afectan los intereses económicos del régimen pueden debilitarlo.
  • Plebiscitos y elecciones: En algunos casos, la presión interna y externa obliga a los gobernantes autoritarios a convocar plebiscitos o elecciones, como sucedió con Augusto Pinochet en Chile, donde perdió un plebiscito y se inició la transición democrática. En los EEUU todavía hay posibilidades de una derrota electoral del régimen de Trump.
  • Muerte o vejez del dictador: A veces, la dictadura termina con la muerte del líder, como en el caso de Francisco Franco en España, lo que abre la puerta a una transición.  En el caso del señor Trump, por más heroico que se pretenda, la biología tendrá la ultima palabra.
  • División interna y pérdida de apoyo: Las luchas internas entre las élites del régimen o la pérdida de apoyo de los militares pueden precipitar el fin de la dictadura. Estas divisiones se acrecentarán en el futuro próximo dentro de los EEUU. La nueva oligarquía norteamericana no es una elite del poder compacta.
  • Intervención extranjera: En ocasiones, la presión o intervención internacional contribuye a la caída del régimen. La considerable presión económico-militar de China será un factor importante en los años que se avecinan. La presión de otros bloques, como el europeo, tendrá menor peso.
  • Revolución popular: Cuando la oposición logra unificar fuerzas y movilizar a la población, puede producirse una revolución que derroque al dictador. Es muy improbable que esto ocurra en los Estados Unidos. La población es profundamente reaccionaria.
  • Derrota en una guerra:  es el caso de la junta militar griega después del fracaso de una guerra en Chipre (1974), y de la dictadura argentina después de su derrota en la guerra de las Malvinas (1982). En el siglo 19, el caso principal es la caída de Napoleón III después de su derrota en Sedan (1870). La Segunda Guerra Mundial es la versión más catastrófica de este escenario con la derrota militar de las potencias fascistas. Dados los antecedentes de guerras inconclusas o perdidas por los EEUU en el apogeo de su poder (desde la guerra de Corea en adelante)  puede que esto se vuelva un factor decisivo en las guerras del futuro y en pleno declino como super-poder.

Los factores determinantes del éxito o fracaso de la caída de una dictadura o un régimen autoritario sui generis como el que está cuajando en los EEUU son los siguientes:

  • Debilitamiento de los pilares económicos del régimen: Una crisis en las fuentes de financiamiento y apoyo económico del régimen suele ser más efectiva que sólo manifestaciones masivas. En el caso de los EEUU puede suceder con la caída sostenida y severa de sus bonos del Tesoro si sigue el caos tarifario u otras políticas destructivas que minen el “privilegio exorbitante” del dólar. En el Reino Unido, el caso de la Primer Ministra Liz Truss es aleccionador.[6]
  • Unidad y organización de la oposición: La coordinación y planificación estratégica son claves para aprovechar las debilidades del régimen autoritario. Si no, en casos como el de Trump en los EEUU y de Milei en Argentina, la fragmentación y la desorganización de la oposición contribuyen a su mantenimiento en el poder.
  • El papel de los militares: La dictadura depende de la lealtad de las fuerzas armadas; si éstas dejan de apoyar al régimen, la caída es inminente. La purga irresponsable e intempestiva de los mandos militares por el régimen de Trump puede minar la lealtad de las FFAA.
  • Transición planificada: Es fundamental tener un plan para la transición democrática, ya que el vacío de poder puede ser aprovechado por fuerzas no democráticas aun después de una dictadura.

En resumen, las dictaduras y los regímenes autoritarios en general suelen terminar por una combinación de presión social, pérdida de apoyo militar, crisis internas, acciones estratégicas que afectan sus intereses económicos y, en ocasiones, por la muerte del dictador o intervención internacional. La restauración de la democracia requiere una transición bien planificada para evitar retrocesos.

Algo muy importante está en juego en estos días, pero el juego recién ha empezado. El heroísmo del señor Trump, como la superioridad de Humpty Dumpty, puede terminar en el suelo. Aunque el desgobierno de la actual administración dure poco, el daño ya está hecho y no es claro que lo que venga después sea mejor.


1. Barrington Moore, Jr., Political Power and Social Theory: Seven Studies, New York: Harper Torch books, 1965.

[2]   Los gobernantes de una democracia iliberal ignoran o eluden los límites constitucionales de su poder. También tienden a ignorar la voluntad de la minoría, que es lo que hace que la democracia sea antiliberal. Las elecciones en una democracia iliberal a menudo son manipuladas o amañadas, y se utilizan para legitimar y consolidar al titular en lugar de elegir a los líderes y las políticas del país. Promueven la confusión y el temor en la ciudadanía. Atacan a las organizaciones independientes y pretenden someterlas a las políticas del gobierno.

[3] Desde un punto de vista político, la crueldad significa la promoción intencional, desde una posición de poder, de un innecesario sufrimiento humano.

[4] Ver al respecto un importante ensayo de David Brooks sobre la combinación de poder concentrado e impericia mental y sus antecedentes: https://www.nytimes.com/2025/04/10/opinion/education-smart-thinking-reading-tariffs.html

[5] Steven Levitzky y Daniel Ziblatt, How Democracies Die.  New York: Broadway books, 2018.  Para reflexionar sobre la dinámica del autoritarismo recomiendo comenzar con la lectura de Franz Neuman, “Notes towards a theory of dictatorship,” en The Democratic and the Authoritarian State, New York:  Glencoe, 1957.

[6] Sus problemas comenzaron tres semanas después de asumir el cargo con un desastroso «mini presupuesto» que presentó su ministro de Finanzas.

En éste propuso amplios recortes de impuestos que provocaron una turbulencia en los mercados y la estrepitosa caída del valor de la libra esterlina.  Después vinieron más golpes cuando el nuevo ministro de Finanzas revocó casi todas las propuestas fiscales de Truss. El anuncio constituyó uno de los cambios más dramáticos en la historia política británica moderna y fue una enorme humillación para el liderazgo de Truss y provocó su caída.

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