La desinformación a nivel geopolítica y nacional se basa en lanzar y hacer circular información falsa o engañosa para manipular la opinión pública. Procuran desorientar a grandes segmentos poblacionales de modo que no sepan o puedan defender propios intereses, anhelos y necesidades desviando su atención en defensa de los dominadores. Detrás de esas crudas operaciones anida el propósito de preservar el poder hegemónico. Esto es, mantener vigentes los motores concentradores de la riqueza y el poder decisional. Para lograrlo inducen divisionismos, inoculan desesperanza, miedos, egoísmos, codicia y avaricia sin fin; castigan y matan. Las informaciones e interpretaciones falsas no necesitan sustentar su veracidad, por eso pueden irrumpir violentamente sobre mal defendidos albedríos.
En situaciones de enfrentamientos bélicos así como de campañas electorales las falsedades son lanzadas a tal ritmo e intensidad que deforman las realidades para servir a quienes dominan. No les interesa el esclarecimiento ni la reflexión sino imponer su primacía. La desorientación de la opinión pública apunta a agigantar indignaciones, el odio al oponente, la desilusión con gobernantes. Prevalecen duelos entre emociones en lugar de contrastar argumentos y perspectivas. El futuro anhelado es avasallado por griteríos vacíos de contenido, empaquetados en operaciones de marketing cargadas con teatralidades e impostaciones. La desinformación atenta contra la paz y el funcionar democrático.
Los márgenes para salir de las embestidas desorientadoras son estrechos y, sin embargo, no cabe la resignación ni el nihilismo. Es una responsabilidad colectiva militar el esclarecimiento desenmascarando todo aquello que ha sido deliberadamente encubierto, en particular los intereses y las agendas de los dominadores que no son las propias. En esta encrucijada emerge con más fuerza la necesidad de un orden que cuide a la entera humanidad y al planeta, perspectiva muy diferente al que prima en la actualidad. Implica acomodar las relaciones internacionales a un mundo multipolar y, al interior de cada país, conformar poderosas coaliciones sociales para liberar las democracias capturadas por poderosas e inescrupulosas minorías. Enormes desafíos imposibles de ignorar.
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