De la concentración de la riqueza y el poder decisional a democracias plenas

La humanidad atraviesa una destructiva fase de desaforada concentración de la riqueza y el poder decisional; sus resultados han sido ampliamente identificados y denunciados. Si bien germinan espacios de resistencia y anhelos de transformación, aún está por verse como las inmensas mayorías se organizan para establecer nuevos rumbos y formas de funcionar. La trayectoria contemporánea es social y ambientalmente insostenible; habrá que subordinar las economías al bienestar general y el cuidado ambiental dando paso a procesos políticos que conduzcan en paz, equidad, transparencia y justicia. Necesitamos una utopía referencial que guíe y armonice tan gran diversidad de actores, tensiones, intereses y necesidades, abierta a matices y adaptaciones según las historias y circunstancias que caracterizan cada situación y territorio.

¿Servirá la noción de democracia plena?

Una democracia que desmonte los motores de la concentración de la riqueza en favor de la equidad y justicia distributiva; que transforme la matriz productiva para eliminar nocivos estrangulamientos de sector externo y de irracional localización de actividades; que elimine las condiciones oligopólicas de las cadenas de valor que con abusos de poder de mercado generan inequidad social, ineficiencia económica y destrucción ambiental. Una democracia que esclarezca y facilite la organización popular; que garantice pluralidad de medios de comunicación, equitativa financiación de partidos políticos, procesos electorales no banalizados para comprender cabalmente las diferentes propuestas. Una democracia que abra el debate sobre la titularidad de las bancas legislativas, el papel y control de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, la selección de jueces y fiscales. No son pocas las dimensiones a revisar; toca incluir aspectos críticos en salud, educación, seguridad, vivienda, saneamiento ambiental y tantos otros que cada lector sabrá identificar.

Ha costado tanto desarrollar nuestras imperfectas democracias que no cabe destruirlas según proponen oportunistas y cantos de sirena. Es cierto que nuestras democracias han sido total o parcialmente capturadas por el poder económico y sus cómplices políticos, mediáticos y judiciales. Sin embargo la respuesta no pasa por acabar con ellas. El desafío es mucho más complejo pero también promisorio: liberarlas de la sujeción y el sometimiento que oprimen la voluntad y asfixian la creatividad. Democracias plenas, o como se llame una fase más justa y sustentable de gobernanza global y nacional.

Cordial saludo con una necesaria aclaración: utopía referencial no es sinónimo de ilusión sino sirve de guía para orientar esfuerzos y de brújula para ajustar trayectorias sobre la marcha.

 

Los Editores

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