Si bien no se han aun concebido mejores formas de ordenar el funcionamiento social, nuestras democracias tal como las conocemos son imperfectas en alto grado. Conviven en ellas el privilegio con la miseria; el altruismo con la codicia; derechos con injusticias. Hay voces que son escuchadas una y mil veces mientras se ignoran las más. La hipocresía de los poderosos entrona valores que se practican según conveniencia. Las mayorías procuran movilizarse, callan o son silenciadas.
Nos dicen que esto viene enraizado en la propia naturaleza de la condición humana y, como tal, hace parte del relieve inmutable de la humanidad. Es una perspectiva que es necesario considerar aunque no aceptar con ligereza. Porque es cierto que desde antaño navegamos en nuestra propia imperfección pero también desde larga data hemos descubierto, aprendido, innovado, construido y mejorado en el esfuerzo; transformando y transformándonos.
Es cierto que también las democracias han cobijado el oprobio y castigado a inocentes; que han traído tantas luces como sombras; que han consagrado desigualdad y la abundancia en pocas duras manos; que ante la pobreza y la indigencia hemos aprendido a desviar la mirada custodiando lo propio. Son muchas las penurias pero no es el lamento nuestro compromiso sino transformar lo que es crítico transformar. Hemos encontrado sentido al participar de ese esfuerzo sumándonos a una corriente de vida que vale compartir.
Al andar se hace camino pero el rumbo que se escoja llevará a diferentes territorios. Hasta donde lo comprendemos, Opinión Sur se ha esforzado en aportar lo suyo sobre un rumbo deseado, posible, sustentable. Es un aporte que converge con otras múltiples búsquedas democráticas de este Siglo XXI que llega, ojala así resulte, con decididos aires de renovación.
Cordial saludo,
Los Editores
Opinion Sur



