Apuntar a la inversión productiva transformadora

Transformar la matriz productiva de un país se logra promoviendo la inversión productiva de modo de potenciar la economía real en lugar de la financiera pero colocando un énfasis especial en aquellas inversiones productivas con mayor potencial transformador
Una inversión productiva genera producción, empleos e ingresos distribuidos entre inversores, directivos, trabajadores y el Estado (impuestos que financian el gasto público y contribuciones a la seguridad social), tanto directamente como a través de lo que, a su vez, generan sus proveedores. Estas características diferencian a la inversión productiva de las colocaciones financieras que generalmente generan retornos especulativos para los dueños de los recursos y quienes los colocan, con el agravante que con frecuencia evaden o eluden su responsabilidad fiscal. Por su parte, una inversión productiva transformadora suma una importante característica a las de la inversión tradicional: la capacidad de contribuir a transformar la matriz productiva, sea local o del país. Vale decir, no es cualquier inversión productiva sino una orientada a actividades que:

(i) intensivas en valor agregado, maximizan la generación directa e indirecta de empleos dignos, distribuyen con justicia los ingresos obtenidos, contribuyen con su demanda al desarrollo tecnológico nacional y asumen plena responsabilidad social y fiscal;

(ii) se insertan en promisorias cadenas de valor estructuralmente comprometidas con los intereses del país y, por tanto, proclives a reinvertir las utilidades más que a transferirlas al exterior o a fugar capitales;

(iii) tienen un efecto favorable sobre el saldo de la balanza comercial, sea por no ser intensivas en insumos importados o por exportar más de lo que importan;

(iv) utilizan formas organizativas que facilitan la inclusión productiva de sectores de ingresos medios-bajos y bajos, incluyendo a desocupados y sub-ocupados;

(v) ayudan a reducir desbalances entre regiones del propio país;

(vi) operan cuidando el medio ambiente y los recursos naturales.

Apuntar a la inversión productiva transformadora no implica castigar a la inversión productiva tradicional que también cumple un importante papel en el desarrollo del país. La intención es re-direccionar hacia la inversión productiva transformadora recursos que en la actualidad no financian la economía real sino que se orientan a la especulación financiera. Transformar la matriz productiva de un país se logra promoviendo la inversión productiva de modo de potenciar la economía real en lugar de la financiera pero colocando un énfasis especial en aquellas inversiones con mayor potencial transformador.

Financiamiento de la inversión productiva

Los recursos aplicables a la inversión productiva provienen tanto de inversores privados como del sector público. La disponibilidad de recursos privados está en buena parte condicionada por los beneficios esperados con lo cual, ante las altas ganancias que ofrece la especulación, se desvían recursos que podrían aplicarse a financiar la inversión productiva. Este factor, sumado a la maligna influencia que ejercen tanto sobre las políticas económicas como sobre los valores de codicia y egoísmo inherentes a su accionar, marcan la importancia de abatir la especulación financiera.

Para lograrlo, es necesario trabajar en varios frentes, entre otros los siguientes:

(i) Por de pronto, recortar la tasa de ganancia de la especulación financiera a través de firmes regulaciones, controles y medidas tributarias; (ii) incentivar la inversión productiva, en especial la transformadora, con una comprehensiva gama de apoyos, tales como acceder al mercado de capitales para financiar inversiones y créditos a largo plazo, recibir estímulos tributarios (desgravar la reinversión de sus utilidades) y contar con la provisión de infraestructura productiva y social; (iii) un aspecto de igual o mayor importancia es accionar para cambiar destructivos valores que nos han sido impuestos (codicia, ninguneo de los otros, el “todo vale”, el egoísmo e irresponsabilidad del “yo primero y el resto que se arregle”) por otros que promuevan responsabilidad en todos los ámbitos (social, económico, político y ambiental) de la vida en sociedad.

Por su parte, el aporte de recursos públicos para financiar la inversión productiva depende de la solvencia fiscal que condiciona los montos disponibles; su impacto dependerá no sólo de su cuantía sino también de la efectividad de su asignación.

Las principales fuentes de recursos públicos son la tributación y el endeudamiento que están sujetos a límites que no pueden traspasarse sin sufrir consecuencias. Así, un nivel muy alto de tributación implica una carga para la actividad productiva que puede ser difícil de sobrellevar. De igual manera, el nivel de endeudamiento público no puede pasar por encima de la capacidad del Estado para hacer frente al correspondiente flujo de pagos.

Vale explicitar que, si bien no pueden ignorarse las restricciones cuantitativas en materia de solvencia fiscal (carga impositiva y niveles de endeudamiento), la forma de conciliarlas con el propósito de favorecer decididamente la promoción de la inversión productiva transformadora exige actuar en críticas y sensibles áreas. Por un lado, en el área de la apropiación de valor que extrae recursos de quienes los generan y los concentran en pocas manos (una buena parte fuera del país) y, al mismo tiempo, en cuanto a reestructurar el sistema tributario y la asignación del gasto público. Una acción de tanta envergadura y trascendencia requerirá generar el sustento político necesario para poder encarar importantes desafíos, entre otros los siguientes:

– desmontar los mecanismos existentes de extracción de valor que succionan un enorme volumen de recursos de productores pequeños, medianos, consumidores y del propio Estado que, en buena parte, podrían dedicarse a financiar inversión productiva; una descripción de diversos mecanismos de extracción de valor puede verse en [Diferenciar generación, redistribución y extracción de valor->http://opinionsur.org.ar/Diferenciar-generacion].

– gravar significativamente a los muy altos ingresos (2 o 3% de los contribuyentes) hoy sujetos a una absurdamente baja tributación a pesar de las enormes fortunas obtenidas del desaforado proceso de concentración de la riqueza que prevalece en casi todo el mundo;

– abatir con firmeza la tremenda evasión y elusión impositiva que consagra una inequidad tributaria al descargar sobre quienes pagan sus impuestos el peso de la conducta delictiva de quienes evaden su responsabilidad;

– mejorar sustancialmente la efectividad del gasto público eliminando partidas que favorecen a quienes no las necesitan reorientando los recursos hacia los sectores que verdaderamente requieren de ese apoyo, incluyendo en esas prioridades a la promoción de la inversión productiva transformadora.

Efectividad y nuevos paradigmas organizativos

Queda señalada la importancia de promover la inversión productiva, en particular aquella con mayor valor agregado que, utilizando factores disponibles en el país y en cada economía regional, maximiza la retención de los efectos multiplicadores y evita presionar negativamente sobre el saldo de la balanza comercial.

En ese esfuerzo es crítico cerrar eventuales fugas de los recursos comprometidos apostando a actores económicos cuyos intereses estén estrechamente enraizados en lo local, generalmente pequeños y medianos aunque también algunos grandes cuyas decisiones están alineadas con los intereses del país. Salvo ciertos casos excepcionales, no corresponde privilegiar con los escasos recursos promocionales a actores afluentes que están orientados a maximizar renta global, en su mayor parte subsidiarias de corporaciones internacionales. No se trata de discriminarlas sino de reconocer que disponen de recursos, contactos, información y canales comerciales muy superiores al resto de actores económicos mientras que, en cambio, se busca alentar a quienes conforman la base del aparato productivo y de las cadenas de valor. La historia de nuestros países está plagada de situaciones opuestas a este objetivo donde pequeños pero poderosos grupos de poder se erigieron como beneficiarios de las políticas públicas imponiendo sus intereses por sobre los del conjunto de actores locales.

El sector privado juega un papel importante en materia de inversión productiva ya que son sus miembros quienes en última instancia escogen en qué, dónde y cómo invertir. Para alinear sus decisiones de inversión, inducidas por sus expectativas, con los intereses del conjunto, el Estado puede ajustar los parámetros que definen el contexto en el que operan (precios relativos, tributación, acceso al crédito). Por su parte, los agentes económicos aprovechan el desarrollo tecnológico disponible (muy influido por políticas públicas y privadas) a lo que suman su capacidad para explorar y acceder a mercados internos y externos.

En esto las subsidiarias de conglomerados internacionales corren con ventajas porque hacen parte de cadenas de valor ya establecidas pero, también, cargan con desventajas por esa misma circunstancia: les impide acceder a oportunidades fuera de la red y de la estrategia global que definen sus matrices. En general, estos mastodontes corporativos pierden en agilidad lo que ganan por su enorme poder de fuego lo que abre espacios para que nuevos actores puedan incursionar en ellos. Habrá que saber combinar agilidad con escala y para ello no son pocas las modalidades organizativas disponibles que pueden utilizarse.

Cada vez más se impone explorar nuevos tipos de acuerdos de complementación productiva así como de comercialización asociada, tanto entre actores radicados al interior de nuestros países como entre aquellos que operan en otros países de la región. En una época donde enormes multinacionales hacen sentir a todo nivel su predominancia sería un grueso error aferrarse a acciones individuales. Sólo unos pocos casos pueden llegar por su propia cuenta a transformarse con el tiempo en actores principales que, además, lejos de contribuir a abatir el proceso de concentración podrían aspirar a sumarse a ese proceso. Muy atrás seguirían quedando la mayor parte de nuestras poblaciones y emprendedores.

De ahí que lo estratégico pase más por desarrollar soluciones asociativas que en esta fase del desarrollo global debieran ser de nivel y alcance meso económico (el espacio de las cadenas de valor y de las tramas productivas), tanto intramuros (al interior de los países) como entre actores complementarios de países de la región. No nos referimos a unas pocas asociaciones sino a centenas o miles de ellas por lo que es aconsejable que nuestros Estados pudieran abrir lo más rápido posible su acción promocional a estos nuevos paradigmas de la competitividad global.

Son varios los sistemas de apoyo que ayudarían a materializar este objetivo; para efectos de estas líneas destacamos los siguientes:

– El establecimiento de desarrolladoras de oportunidades internacionales que apoyen el desarrollo de la inversión productiva transformadora en cada país con una sección especializada en acuerdos regionales de complementación productiva y comercialización.

– Un sistema de apoyo al desarrollo científico y tecnológico que, entre otras prioridades, coloque un especial énfasis en asistir a la inversión productiva transformadora de modo de desarrollar ventajas competitivas dinámicas ajustadas a su escala.

– Un sistema de apoyo orientado a desarrollar emprendimientos inclusivos capaces de articular hoy dispersos pequeños y medianos productores. Una versión de ese tipo de sistema de apoyo puede verse [aquí->http://opinionsur.org.ar/Inseguridad-propuesta-para-remover].

Crítico condicionante

Un crítico factor que desborda el propósito de estas líneas en favor de una plena movilización del potencial productivo nacional (incluyendo la inversión productiva transformadora), es contar con un Estado con capacidad de decidir sus políticas de acuerdo a los intereses del país y no de grupo hegemónico alguno, sea éste nacional o extranjero. Las decisiones estratégicas de ese Estado buscan formas de conciliar justicia y equidad social con solvencia fiscal, estabilidad cambiaria y monetaria, estructura favorable de balanza de pagos, crecimiento orgánico de la demanda y de la oferta productiva. Ese Estado procuraría orientar al conjunto de actores sociales hacia la construcción de espacios de convergencia generadores de sinergias y de efectos multiplicadores; esto exige ingentes y hábiles esfuerzos para alinear intereses, necesidades y emociones del conjunto de actores sociales y políticos de modo de asegurar sustento y continuidad al rumbo estratégico que se escoja.

Paradojalmente, si bien disponer de un Estado de las características mencionadas condiciona la viabilidad de los esfuerzos específicos de transformación, también es cierto que los avances que se logren en áreas específicas, como la planteada de promover inversión productiva transformadora, nos acercarán a ese Estado independiente por el que estamos trabajando.

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