Lo que verdaderamente debiera sorprender no es lo que está sucediendo en Tunez, Egipto, Jordania, Yemen, Marruecos y otros países árabes, sino que los vientos de cambio hubiesen demorado tanto en llegar. La pobreza, la increíble desigualdad social, las duras restricciones a la libertad de expresión, los regímenes autocráticos, crearon una mezcla altamente combustible que sólo requería de ciertas chispas para explosionar. Sin embargo, el crítico desafío que enfrentan no se limita a quebrar el orden prevaleciente sino que implica el estratégico trabajo de construir modelos de recambio. Ese es un cantar mucho más complejo porque son múltiples los intereses represados que ahora emergen en las revueltas aguas. Hay vientos de cambio y es bueno que finalmente hayan llegado; marcan un quiebre que inicia un nuevo proceso de transformaciones; un inicio valeroso y eventualmente promisorio pero que requiere ser trabajado con determinación y responsabilidad. ¡Cuánta exigencia a corrientes populares que no tuvieron la oportunidad de foguearse en el ejercicio de definir estrategias y gestionar coyunturas!
Pero los sacudones también habían estallado en Estados Unidos, Grecia, Irlanda, España, Gran Bretaña y otros países europeos. Es que la desigualdad y los bolsones de pobreza afectan incluso a los países afluentes como antes golpearon a América Latina, India, el sudeste asiático y ya amenazan con fuerza a China. ¿Será que los vientos de cambio cruzarán el planeta todo?
Con ese transfondo, en este número de Opinión Sur nos concentramos sobre tres fenómenos que drenan el potencial de desarrollo de nuestros países del hemisferio sur: cuidar de no enrumbar los pobres hacia el fracaso, encarar eventuales excesos de ciertas entidades microfinancieras y proteger a los países de las jurisdicciones con secreto fiscal. Confiamos que sean de interés y utilidad.
Cordial saludo.
Los Editores
Opinion Sur



