Antes de explotar la gran crisis global, el crecimiento se mostraba tan vigoroso como problemático: impresionante desarrollo tecnológico, emergencia de nuevas economías locomotoras como China, India y Brasil, fuerte desigualdad entre países y dentro de los países, persistente pobreza en la mayor parte de la mundo, imparable destrucción del medio ambiente, desvío de recursos hacia la especulación financiera, burbujas y estallidos económicos, terrorismo y violencia, genocidio y guerra civil, epidemias, … . No fueron pocos los problemas y las confrontaciones antagónicas derivadas del rumbo y la forma de funcionar que adoptamos.
Hoy se están ensayando diversas «salidas» a la crisis global. Algunas de las soluciones hacen pensar que estamos recontruyendo el mundo de pre-crisis en lugar de transformarlo. Otros esfuerzos apuntan a repensar lo que somos y lo que aspiramos a ser para escoger desde esa perspectiva una mejor dirección global. La pugna que marca el inicio de esta segunda década del Siglo XXI determinará si se ajustará para bien de todos o de algunos nuestro rumbo y forma de funcionar.
Será crítico distinguir lo importante de lo subsidiario; lo esencial de lo circunstancial; los intereses del conjunto de los de sectores que lucran a expensas de los demás. Hay rumbos que no son sostenibles por más contención o represión que se despliegue; incurren en enormes costos humanos y ambientales y comprometen los esfuerzos para abatir la destrucción ambiental, la inseguridad internacional, el crecimiento de fundamentalismos y de peligrosos sistemas delictivos como el tráfico de personas, drogas y armas.
En este número de Opinión Sur señalamos con la humildad del caso que nuestra audacia e inteligencia merecen un mejor destino que el lucro, la destrucción social y ambiental, la alienada felicidad sustituta donde nos ocultamos. Estamos lejos de haber logrado procesar y otorgarle sentido al torrente de información al que subitamente hemos accedido; pareciera que el alud de noticias, de conocimientos, de múltiples relacionamientos superficiales, se arremolinase para aumentar nuestra vulnerabilidad a la manipulación, a la homogeneización del pensamiento, a la pérdida de orientación estratégica.
Creemos que es posible transformar la salida de la crisis en una oportunidad. No son pocos y sí diversos los desafíos a enfrentar pero destacamos uno crítico que valdría revalorizar al máximo: erguirnos por sobre esa marea y construir una nueva utopía referencial, un norte que sirva a todos, un gran proyecto movilizador que ayude a darle orientación y significación a nuestras múltiples acciones. En ese esfuerzo nos enrolamos.
Buen año 2010.
Los Editores
Opinion Sur



