Reparación ecológica: Una esperanza para las economías humanas

En casi toda sociedad podemos encontrar diferentes tipos de economías. Una economía de negocios privados; una economía de finalidad pública (gobiernos y sus agencias, así como instituciones sin fines de lucro e internacionales que actúan en pos de un bien más amplio que su propio enriquecimiento o beneficio—aunque pueden diferir notablemente en sus definiciones acerca de qué es el “bien”); y una economía de base donde los hogares y comunidades llevan adelante sus actividades internas de producción, distribución y consumo. La justificación y la finalidad de una economía de base son la sobrevivencia y el bienestar de sus miembros. Está localizada en el hogar, la familia y el barrio; lugares que funcionan como mercados para las transacciones emocionales, sociales y cívicas.

Peligrosos desbalances entre las tres economías humanas

Hay muchas formas de describir lo que hoy está mal en nuestras sociedades. Una visión es que la economía de los negocios privados está dominando en exceso a las otras dos economías y de manera malsana. La forma más simple y sencilla de describir por qué esto está mal es destacar los efectos presentes y futuros del gerenciamiento corporativo que persigue beneficios de corto plazo sin tener en cuenta el costo social.

Problemas para la sociedad existen no sólo en las relaciones entre estas tres economías, sino también dentro de la propia economía de negocios privados. Éstos incluyen la concentración de poder y recursos y las relaciones destructivas y desmoralizantes entre los propietarios del capital, por un lado, y los trabajadores y las comunidades, por el otro. Más ampliamente, hay poderosos actores de negocios, significativamente más que los actores de cualquiera de las otras economías, que están creando externalidades globales masivas que tienden a ser destructivas del bienestar de las civilizaciones humanas y la estabilidad ecológica.

La concentración del poder de mercado en empresas es un problema que tiene una conocida solución de manual: Los gobiernos deberían regular las industrias para preservar el carácter competitivo de los mercados, para maximizar la eficiencia en el uso de los recursos y minimizar los costos para los consumidores. En aquellos casos donde economías de escala hacen ineficiente tener más de una empresa en determinada industria, entonces, las compañías monopólicas u oligopólicas debieran ser propiedad de y gestionadas por el gobierno, en tanto representante del pueblo y de su bienestar, o si no deben estar estrictamente reguladas para que sirvan al bienestar general sin extraer ganancias excesivas.

Comparar la solución de manual con la realidad actual es risible: durante las últimas décadas, organismos gubernamentales diseñados para regular a la industria han sido desfinanciados, despojados de poder a través de cambios en las políticas y, de manera creciente, poblados de individuos que abiertamente representan los intereses de las industrias que supuestamente deberían regular.

En cambio, no existe una solución de manual estándar para las relaciones destructivas entre las corporaciones y sus empleados o vecinos. Estas relaciones malignas incluyen normas de compensación como el grotesco diferencial entre las compensaciones pagadas a trabajadores y aquellas recibidas por los CEOs. Éstas incluyen normas de toma de decisiones acerca de los despidos así como también de la localización y cierre de las plantas basadas enteramente en cálculos de ganancias sin consideración por el impacto humano. Estas cuestiones no están cubiertas en el discurso económico estándar (ejemplificados en los textos “neoclásicos” predominantes), dado que ellos están por fuera de los supuestos de la competencia, que presuponen que el resultado es la compensación “justa”. Más ampliamente, la economía neoclásica ha representado a la economía de mercado como una entidad autónoma, que no afecta ni es afectada por el ambiente físico y social.

Algunos tipos de malversación corporativa suceden cuando se generan mayores daños en el curso del proceso productivo. Ejemplos incluyen sistemas manufactureros donde la presión competitiva en ausencia de normas o regulaciones compensatorias resulta en terribles abusos sobre los trabajadores; o varias industrias extractivas (como ser minería y otros usos competidores del suelo) donde una industria (generalmente con el apoyo de dinero y poder extranjeros) se hace con el control del suelo y los recursos a través de medios violentos. Hay otros casos donde el principal daño es causado por el mismo producto: por ejemplo, la industria financiera, que creó complejos productos financieros que fueron los principales causantes de la crisis de 2008. Este ejemplo es de especial interés porque una proporción tan grande del capital financiero global está comprometida en el sistema financiero, donde por lo general no producen bienes y servicios reales sino simplemente enriquecen a un pequeño grupo de individuos, contribuyendo al crecimiento de la inequidad en términos de riqueza en el mundo entero.

Estos simples descriptores—usos improductivos del capital y creciente inequidad—señalan a un conjunto de profundos problemas sociales relacionados con los sistemas de incentivos y valores en la economía de negocios privados que promueve comportamientos anti-sociales y anti-futuro.

Las externalidades globales creadas por la economía de negocios privados pueden ser llamadas meta-externalidades, en la medida que emanan de—y en última instancia afectan al—entero sistema como así también a los individuos que forman parte de él. Las meta-externalidades son efectos secundarios no deseados del sistema económico en sus contextos físicos y sociales—efectos secundarios en los que la cultura económica engaña a su propio nido, si el “nido” es entendido en términos generales como todos los contextos en los que los humanos viven. Esto incluye los problemas sociales de inequidad y comportamiento antisocial, así como los desastres ambientales del cambio climático global, el agotamiento de las poblaciones de peces, bosques y otras biotas; el agotamiento y/o degradación de los suelos fértiles y agua potable; y las toxinas y residuos no bio-compatibles que se están apilando en grandes cantidades por todos los ecosistemas de la Tierra.

Consideremos la estructura de incentivos para un productor de petróleo o gas. Su interés de corto plazo es obvio: en todo momento, quiere maximizar sus ganancias posponiendo la transición hacia un momento en el cual se reduzca la utilización de sus productos debido a un aumento de la eficiencia y conservación—esto es, posponiendo la transición hacia un mundo post carbón de energía solar, eólica, de mareas, hidráulica y geotermal. En el meta contexto, cuanto más el mundo esté basado en combustibles de carbón, peor serán los efectos sobre el cambio climático. Ya no necesitamos agudizar mucho nuestra imaginación para anticipar refugiados ambientales, hambre, pobreza, enfermedad y guerra. Estas cosas son muy perjudiciales para los negocios; para casi todos los negocios, ya que siempre habrá alguien que pueda hacer una fortuna de un desastre.

Este tipo de consideraciones son el meollo de las actividades en las que intervienen los accionistas. Junto con muchos otros, en las últimas décadas, he participado del intento por persuadir, en particular, a los directores de compañías de petróleo que son los que están seriamente engañando a su propio nido—el mundo—para que se den cuenta que ellos no solo sufrirían pérdidas sino también castigos. El requerimiento que está emergiendo de los macro desastres, como ser una recesión global o el cambio climático, es la necesidad de que los inversores piensen sistémicamente acerca de cómo los negocios en general afectan al mundo del futuro. Desafortunadamente, ese tipo de activismo de los accionistas tuvo un mínimo impacto en la mayoría de las compañías a las que estaba dirigido. Mientras que la opinión pública en general está empezando a conectar los puntos entre el egoísmo corporativo y los problemas socio-ecológicos, aún en el corto plazo, mientras la música sigue tocando los CEOs continúan bailando, arropados en sus grades beneficios.

Por supuesto, no sólo la economía de negocios privados y los actores privados están implicados en las terroríficas meta-externalidades del siglo XXI. Mientras que la economía de negocios privados es la fuente básica de estas meta-externalidades, el comportamiento de los consumidores en la economía de base ha llevado adelante mucho de la agenda de los negocios privados, al tiempo que la corrupción en el gobierno ha fallado en sus intentos por bloquearla.

Es usual en la economía de base, que los valores humanos tales como la preocupación por los otros y por el futuro o la biofilia (como fue descripta por E. O. Wilson) se desarrollen. Desafortunadamente, hay un ciclo de retroalimentación entre los negocios privados y la base, donde la formación de valores está fuertemente afectada por la omnipresencia de las imágenes comerciales sobre qué admirar (la persona más rica, el estilo de vida más extravagante) y por qué luchar (posesiones materiales y estatus que está cercanamente relacionado con poseer cosas). El reemplazo del ahorro por el consumo conspicuo y de la preocupación acerca de la integridad por la preocupación por ganar, son ejemplos, en el contexto cultural, de las meta-externalidades que emanan del sistema económico que tenemos en el presente.

Desde el punto de vista de las ventas, el autointerés de corto plazo de los negocios se sirve de la cultura orientada al consumo de la satisfacción instantánea y el pensamiento simplificado que urge a realizar compras materiales como respuesta a cualquier incomodidad. Se incrementan las ventas por medio de la publicidad que promociona egoísmo, pensamiento de corto plazo, cinismo e impaciencia con la complejidad. La responsabilidad no está alta entre los valores que se ven bien y son atractivos en las publicidades modernas; pero las empresas productivas necesitan de una fuerza de trabajo que pueda diferir su gratificación, pensar creativamente, ser honesta y responsable. Este es el nido cultural que está siendo engañado por los negocios que ignoran el hecho de que los consumidores y los trabajadores son prácticamente las mismas personas.

La economía de finalidad pública también está corroída por la dominación de los negocios privados. La doctrina económica estándar dice que los gobiernos y las organizaciones sin fines de lucro actúan como jugadores en la economía de negocios privados—por ejemplo tratando de basar todas sus decisiones en cálculos monetarios de costo beneficio, requiriendo un intento de cuantificar incuantificables insumos y resultados. Al mismo tiempo, la habilidad de los gobiernos en particular de contraatacar las extralimitaciones corporativas ha sido severamente reducida por la pérdida de financiamiento y respeto popular, como bienes y servicios sociales que están siendo crecientemente subcontratados a corporaciones de negocios.

Por mucho tiempo en la historia, los humanos han carecido del poder para sobreponerse a los límites de la naturaleza; en esas instancias donde, por ejemplo, la destrucción de la fertilidad de los suelos condenó a los sistemas agrícolas, esas civilizaciones simplemente desaparecieron sin dejar ningún record obvio de qué fue lo que salió mal. En las últimas décadas, sin embargo, cuando incluso los grupos del establishment se han unido a una virtualmente unánime comunidad científica para alertar sobre la probabilidad que el cambio climático global devenga en la peor crisis ambiental nunca antes evidenciada por la humanidad (por ejemplo, la revista Stern Review en 2006 sobre la Economía del Cambio Climático), la ignorancia no puede más explicar el error en no tomar las acciones apropiadas. Justo como las compañías tabacaleras exitosamente pelearon por 30 años para esconder los efectos de sus productos en la salud, las compañías de combustibles fósiles han sabido desde los 1970s acerca de las desastrosas consecuencias climáticas del continuado uso de sus productos; y, sin embargo, durante muchas décadas montaron una campaña exitosa para confundir al público sobre este tema. Otros ejemplos abundan sobre corporaciones que continúan vendiendo sus productos cuyos efectos generales son mucho más dañinos que beneficiosos. Muchos aditivos alimenticios basados en azúcar, químicos agrícolas y químicos diseñados para otros usos, caen en esta categoría.

Un posible futuro

Enfrentamos un desastre en cada frente—político, medioambiental, social—pero, como fue remarcado hace mucho tiempo, nada concentra tanto a la mente como el prospecto de ahorcamiento. La economía de finalidad pública se está tambaleando bajo la necesidad de reformas en educación y en la política, mientras que la economía de base está sufriendo de la falta de trabajos seguros y decentes en una economía de mercado cuyas inequidades menosprecian a todos menos a aquellos pocos que se piensan a sí mismos como los ganadores. Pero la marea de desesperación que los nuclea parece estar metamorfoseándose en activismo. Quizás haya llegado el tiempo para estar, si no exactamente entusiasta, al menos con decidido gesto adusto, sabiendo que se está en buena compañía. Si nosotros, individual y colectivamente—economistas y al mismo tiempo padres, mujeres en general, y todas las personas que se preocupan por el futuro—reconocemos la deformación de la economía de negocios privados como una pieza central en los peligros que enfrentamos, entonces, estaremos en mejores condiciones para saber hacia dónde dirigir nuestras acciones.

Por supuesto, si las tres economías humanas no pueden reorganizarse a sí mismas para respetar los límites, entonces el resultado será decidido por la economía de la naturaleza. De una manera o de otra—por diseño o por desastre—habrá desplazamientos dramáticos en las próximas décadas en la relación entre las economías humanas—especialmente la de negocios privados—y el mundo natural. Cambios en los patrones de producción, consumo y el uso de la energía y los recursos naturales serán adoptados tanto por medio de un plan o serán forzados sobre nosotros.

Entonces, permítasenos imaginar un momento donde los mayores elementos de la transición a una economía post carbón hayan tenido lugar, junto con significativas experimentación y reformas institucionales y que nos hayamos establecido en un período menos turbulento. ¿Cómo sería?

Si las corporaciones no se hubiesen ingeniado para rediseñarse hacia la promoción de bienestar humano, entonces la forma corporativa habría sido reemplazada por otros modos de producción: cooperativas, fideicomisos locales, varias organizaciones sin fines de lucro y con otras formas que hubiesen sido diseñadas desde el arranque para reconocer externalidades y servir al bienestar público, al mismo tiempo que generaban suficientes ingresos como para sobrevivir. Paven Sukhdev, en su libro Corporation 2020, cita como ejemplos de una mejor forma corporativa a la Tata Corporation en India, Banco Santander en Brasil y la primera Ford Motor Company en Estados Unidos. Un número de sin fines de lucro están llegando desde la otra dirección hacia esa posibilidad, al encontrar maneras de apoyar su misión esencial a través de la generación de ingresos mientras mantienen la generación de ingresos como secundario a su misión. (No todos han tenido éxito en mantener estas prioridades). Una revulsión total por la forma degenerada de una actual civilización en decadencia puede resultar en la creación de gobiernos limpios que no hayan sido capturados por intereses corporativos si no que estén dedicados al bien de los pueblos. Un sector de finalidad pública renovado y revitalizado podría seriamente encarar la inequidad y la pobreza tanto a nivel local como global.

La gran realización, que podría transformarse en el presente en una corriente de esperanza y actividad cooperativa, es que pese a que nosotros los humanos hayamos tratado tan mal al planeta, no todo está perdido. Los esfuerzos por la restauración ecológica están siendo efectivos en algunos lugares—los bosques de Brasil y Finlandia, las granjas de EEUU y Sudáfrica, los jardines botánicos y las reservas naturales de Hong Kong y Canadá—y están mostrando que la naturaleza responde positivamente a los esfuerzos inteligentes por restaurar la calidad ecológica. Muchos de esos esfuerzos incluyen la habilidad de guardar el carbono atmosférico en el suelo, plantas y agua—proveyendo un significativo impulso a los esfuerzos por mantener el calentamiento del planeta dentro de menos-que-cataclísmicos límites.

Las actividades de reparación ecológica a veces están basadas en cierta medida en la ciencia moderna y a veces en el conocimiento ancestral, muchas veces preservado por los pueblos originarios. Hay un movimiento creciente hacia la expansión global y compartir todo conocimiento que sirva para reconstruir la salud de los suelos, aguas, bosques e incluso ecosistemas que coinciden con ciudades. No todo lo que se ha perdido se puede recuperar, pero casi en todas partes es posible recuperar hasta cierto punto la funcionalidad y resiliencia de los ecosistemas.

Esta es una esperanza para el futuro que necesariamente involucrará a las tres economías trabajando juntas. Los gobiernos necesitarán crear ambientes regulatorios de apoyo. Como cada vez queda más claro cuántos recursos se pueden ahorrar, y ganar, al restaurar el capital natural sobre el cual los humanos y otras especies dependen, los actores en los negocios privados así como las economías de finalidad pública estarán motivadas para invertir en la reparación ecológica. Conforme la evidencia crece acerca de los nexos positivos entre la salud humana y el bienestar, por un lado, y los ecosistemas saludables por el otro, los individuos, familias y comunidades en la economía de base estarán gustosos de participar en las actividades locales de restauración.

Conforme un nuevo y redescubierto conocimiento hace que la remediación, regeneración y restauración ecológicas sean cada vez más factibles, ese trabajo está surgiendo como la oportunidad más positiva para revertir algunas de las tendencias negativas de la era moderna. Parece razonable esperar que, conforme todas las economías humanas se muevan en conjunto para trabajar por recuperar el balance entre las economías humanas y la naturaleza, las tres economías humanas también encontrarán oportunidades y medios para redireccionar el balance entre ellas, reduciendo el actual abrumador impulso del afán de lucro y alinearlas de mejor manera hacia el bienestar humano y la salud ecológica.

 

Co-Directora del Global Development and Environment Institute, Tufts University, MA, USA

 

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