Es insostenible mantener el rumbo y la forma de funcionar que prevalecen en el mundo. Unos pocos privilegiados concentran la riqueza, los ingresos y la capacidad de tomar decisiones mientras 7.000 millones de personas detentan cada vez menos derechos, retroceden en su bienestar o están castigadas con pobreza o indigencia. Mientras tanto se avasalla al planeta y emergen fundamentalismos de todo orden. Ante esa desoladora situación algunos proclaman que es posible reproducir con pequeños ajustes el orden que hoy prevalece. Otros piensan que, restaurando el orden que primaba antes de tornarse explosivo el desaforado proceso concentrador, se podría retomar la vieja marcha reorientándola hacia un mundo menos antagónico. Son planteos con graves consecuencias. El primero es pura codicia ya que procura proteger los intereses de los grupos concentrados. El segundo planteo peca de ingenuidad y de mucho voluntarismo: no aprecia cuan hondo ha calado la destrucción que nos han impuesto y cómo siguen extendiéndose las raíces que sustentan el curso que prevalece.
No se trata de echar por la borda experiencias pasadas y el permanente flujo de nuevos conocimientos; todo lo contrario. Sólo que, recuperando lo mejor de nuestro pasado colectivo y aquello del presente que vale incorporar a la mochila de una humanidad en marcha, toca inevitablemente explorar nuevos senderos, algunos de los cuales con el tiempo y los esfuerzos podrán hacerse caminos o avenidas. No hablamos de utopías inalcanzables sino de una utopía referencial que suscite una diversidad de estrategias y medidas de implementación para cuidar de nuestro planeta y asegurar la dignidad de todos los seres humanos.
Claro que quisieran hacernos creer que el mejor y único rumbo es el que hoy nos hace tambalear a todos, lo cual no es otra cosa que una suma de engaños, ocultamientos, falsedades y descaradas mentiras. Podemos pensar diferente, podemos sentir diferente, podemos construir diferente.
Si dividen y engañan para reinar (que es decir defender los intereses de minorías privilegiadas), pues habrá que unirse en efectivas organizaciones de sectores medios y populares y avanzar esclareciéndonos cada vez más sobre la marcha. A falta de eso, duele ver a la desesperación reclamando soluciones mágicas; es muy duro explicar que no las hay. Lo que sí hay es un enorme potencial aletargado que de movilizarse puede tomar el timón de nuestro devenir desmontando todos los mecanismos de sometimiento que pesan sobre la humanidad. En eso muchos estamos.
Cordial saludo,
Los Editores