Limpiarnos de hipocresí­a e indiferencia

Lastima la hipocresía e indiferencia de ciertos líderes corporativos; en la antesala y durante la crisis se premiaron como si no hubiesen tenido una cuota de responsabilidad en haberla generado. ¿No vimos en su momento que el rey estaba desnudo o lo vimos y callamos? ¿Hubiésemos hecho lo mismo de estar en su lugar? ¿Es una simple cuestión de oportunidad y circunstancias? ¿No importan los “otros”? Todos necesitamos encarar
una profunda introspección individual, mirar también nuestra propia conducta, antes y durante la crisis; apreciar cómo reaccionamos frente a la adversidad. Salir de la crisis no se logra tan sólo de arriba hacia abajo, desde las grandes fuerzas sociales hacia cada uno de nosotros; también la acción de cada uno de nosotros cuenta Cuenta por la influencia que pueda tener sobre los procesos sociales y cuenta porque de esa interacción para labrar el destino colectivo emergen oportunidades para reorientar nuestro propio devenir individual.

John Thain, antiguo CEO de Merrill Lynch, Martín Sullivan, ex CEO de AIG, Lloyd Blankfein, actual CEO de Goldman Sachs, Vikran Pandit CEO de Citigroup entienden que ellos y sus empleados hicieron un buen trabajo y a pesar de la crisis se premiaron en 2008 con bonos por un total de 18.400 millones de dólares. Los altos ejecutivos de estas firmas tienen un estilo de vida dispendioso basado en los jugosos bonos: mansiones de fin de semana, departamentos de más de 20 millones de dólares en zonas exclusivas, gastos exorbitantes en decoraciones, costosos viajes en jets privados. Hace un año Thain gastó 1,2 millones de dólares en la renovación y decoración de su oficina. En septiembre pasado, después de recibir AIG un salvataje estatal multimillonario, 70 de sus directivos se reunieron en un resort de California y gastaron 440.000 dólares (1).

El New York Times informó que el fiscal general de Nueva York acusó a altos ejecutivos de Merrill Lynch de “irresponsabilidad ejecutiva” por haber cobrado en secreto bonificaciones por 3600 millones de dólares justo cuando esa entidad se beneficiaba con ayudas públicas. Se sospecha que cuatro altos ejecutivos habrían recibido 121 millones de dólares y otros 696 funcionarios habrían recibido premios de más de un millón de dólares en 2008 (2).

¿Y la crisis? ¿Y su cuota de responsabilidad en haberla generado? ¿Con que impunidad actúan para cometer excesos y mostrarse indiferentes al dolor de los demás? ¿Detrás de mí el diluvio?¿Cómo toleramos esas conductas? ¿No vimos en su momento que el rey estaba desnudo o lo vimos y callamos? ¿Será que quienes hablaron fueron marginados? ¿que los que no asentían fueron amordazados, marginados social y economicamente? ¿Hubiésemos hecho lo mismo de estar en el lugar de aquellos líderes corporativos? ¿La mezquindad y el egoismo es una simple cuestión de oportunidad y circunstancias y priman siempre sobre la responsabilidad y la solidaridad? ¿Implica esto que no importa el “otro”, que hay personas desechables que usamos y descartamos sin más ni más?

Queda mucho por explicar sobre las causas que generaron la crisis y desde Opinión Sur nos sumamos a quiens procuran aportar lo suyo para entender lo sucedido. No se trata de asignar culpas ni arrogarnos verdades; necesitamos comprender para poder ajustar el rumbo y mejorar sobre la marcha nuestra forma de funcionar. Pero si bien es crítico desarrollar pensamiento estratégico, develar incógnitas, explorar nuevos cursos de acción, también lo es encarar una profunda introspección individual y limpiarnos lo que hubiese de hipocresía e indiferencia,. Toca también volcar la mirada a nuestra propia conducta, antes y durante la crisis; apreciar cómo reaccionamos frente a la adversidad, si hemos escogido avanzar solos o tendiendo una mano a los que nos rodean.

Salir de la crisis es un esfuerzo de conjunto y está muy bien anhelar un nuevo rumbo societal, otra forma más efectiva y justa de funcionar. Esto no se logra tan sólo de arriba hacia abajo, desde las grandes fuerzas sociales hacia cada uno de nosotros; también la acción, la actitud de cada uno de nosotros cuenta Cuenta por la influencia que pueda tener sobre la marcha de los procesos sociales y cuenta porque de esa interacción para labrar el destino colectivo emergen oportunidades para reorientar nuestro propio devenir individual.

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Notas:

(1) Nota Los CEO no se ajustan el cinturón, Natalia Fabeni, publicada en La Nación, Argentina, 23 febrero 2009
(2) Idem

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