Muchas democracias han sido capturadas por poderosas minorías que concentran la riqueza y
el poder decisional. Crece el desprestigio de los sistemas democráticos y los oportunistas de la
época manipulan a segmentos poblacionales para atrapar el control de los Estados con sus
recursos y regulaciones. ¿No hay democracias más allá de las capturadas o fraguadas?
En el número anterior señalamos que vuelve a cuestionarse el valor de la democracia y que
son legítimos muchos de los argumentos utilizados. Es que abundan las democracias de baja
intensidad, democracias fraudulentas capturadas por poderosas minorías. Democracias que
facilitan la concentración de la riqueza y el poder decisional en codiciosas manos. Democracias
manipuladoras del albedrío social que garantizan la impunidad de quienes saquean y someten
a sus pueblos. Esas democracias no sirven a la humanidad ni cuidan del planeta. Preguntamos
si la democracia es una fachada que reproduce con adornos el sometimiento y la opresión.
También señalamos que existe la visión de una democracia al servicio pleno de los pueblos, la
democracia que sostiene derechos humanos fundamentales, democracia defensora de la paz,
la equidad, la convivencia, la pluralidad y la diversidad, la que protege nacionales y sufridos
migrantes, la democracia que castiga a los corruptos y no acepta pobreza ni indigencia, una
democracia de justicia y representatividad aseguradas, una democracia sana electoralmente
en la que escogen los ciudadanos y no los dueños del dinero. Nos preguntamos si será posible
establecerla ya que es un desafío que necesita ser labrado a nivel geopolítico, nacional y local.
Una época de imprevistos desenlaces
En todas las épocas se produjeron radicales desenlaces a duros antagonismos, algunos fueron
previsibles otros inesperados. Así implosionó el sometimiento que la nobleza imponía a los
siervos, o cuando las potencias coloniales que se capitalizaban saqueando a “sus” colonias
enfrentaron movimientos de liberación que dieron paso a debilitados países independientes.
Con profundas diferencias tecnológicas, financieras y geopolíticas, este siglo XXI avanza sin
resolver los tremendos estertores sociales y ambientales que sacuden sus estructuras.
Son situaciones que pueden erupcionar por violencias represadas con destructivas secuelas
revanchistas. Es que las frustraciones, odios y castigos de grandes mayorías pueden desbordar
todos los cauces establecidos. ¿Se avecinarán imprevistos tsunamis sociales y ambientales?
¿No existirán senderos de paz y convivencia capaces de canalizar tremendas tensiones en
creciente ebullición?
Ojalá que prevalezcan transformaciones pacifistas y puedan construirse sociedades centradas
en el bienestar de todos sus miembros y en el cuidado ambiental. Sin embargo, las salidas que
emergen refuerzan a ultra radicales con planteos cargados de amenazan. Es que la ceguera de
quienes hoy dominan los países cierra el paso a profundas transformaciones democráticas. Ya
no caben pasos laterales que encubren la reproducción del orden concentrador. Los desafíos
para lograr nuevos rumbos y trayectorias de convivencia exigen remover las condiciones que
sustentan la opresión social y la agresión ambiental. Estamos en una de esas épocas donde las
tensiones se agigantan más allá de lo que el orden prevaleciente es capaz de resolver.
Remover lo que oprime y destruye
Remover aquello que sostiene la crisis social y ambiental exige encarar diversos desafíos.
Algunos fundantes de un nuevo ordenamiento político se señalan a continuación, otros varios
quedan para completar. Se enuncia el ámbito de los cambios y su naturaleza reservando las
estrategias y políticas específicas a las singulares circunstancias de cada situación y momento.
Es sabido que no existen recetarios universales para realidades lejos de ser homogéneas.
- Un refundacional eje transformador hace a desmontar la desenfrenada acumulación de
riqueza que prevalece en casi todos los países. El torrente de información, perspectivas y la
diversidad de conflictos que azotan a la humanidad hace difícil preservar este crítico foco. Si se
lo ignorase, arriesgaríamos perder el rumbo. - En esta perspectiva un crítico factor es cerrar el drenaje delictivo de enormes excedentes
apropiados y fugados por codiciosas minorías. Implica parar la evasión y la elusión impositiva
cometidas por corporaciones y familias de altos ingresos, capitales mal habidos que fugan a
guaridas fiscales. Los excedentes son activos que genera la entera sociedad y son apropiados
por saqueadores que debilitan los países dejando un tendal de pobreza e indigencia. Estos
drenajes condicionan severamente la capacidad soberana de adoptar mejores rumbos. - Otro crítico factor estrechamente relacionado con el anterior es desmontar la explotación
oligopólica de los mercados donde unas pocas empresas líderes de cadenas de valor imponen
precios y condiciones comerciales para apropiarse de valores que debieran ser retenidos por
proveedores, consumidores y el Estado por impuestos que no son pagados. Las modalidades
para evitar estos abusos al interior de las cadenas de valor son múltiples y diversas. - Habrá también que transformar la estructura impositiva altamente regresiva que ha sido
impuesta en la mayoría de países. Es inaudito que paguen relativamente más impuestos los
que menos tienen que los que acumularon fortunas. Esto no es casual sino el resultado de la
resistencia a perder privilegios de quienes dominan los países. Es imprescindible transformar la
inequitativa estructura tributaria. - Habrá también que orientar el gasto público hacia dos vertientes principales, financiar a
sectores estratégicos para el desarrollo nacional, incluyendo lo referido a la economía popular,
y atender la emergencia social y ambiental. El respaldo a la economía popular exige establecer
sistemas efectivos de apoyo productivo estableciendo desarrolladoras de emprendimientos de
base popular y fideicomisos especializados en financiar esos emprendimientos. - Es de importancia estratégica alentar y premiar la creatividad científica y productiva en el
inmenso espacio de procesos que favorezcan el bienestar general y el cuidado ambiental. Esto
implica que la entera cadena de participantes retenga su cuota parte de valor por lo logrado
con sus esfuerzos y conocimientos. - Toca asegurar la estabilidad macroeconómica gestionando con efectividad y prudencia las
cuentas públicas, sin cubrir eventuales déficits fiscales castigando con duros ajustes a sectores
medios y populares sino asegurando aportaciones de los sectores de mayor riqueza. - Una democracia plena necesita contar con un sistema judicial que no brinde impunidad a
saqueadores y corruptos. La designación y remoción de jueces y fiscales debe encararse con la
mayor rigurosidad sin convalidar favoritismos políticos o familiares. - Es crítico asegurar un financiamiento no sesgado a la política de modo que los escogidos
electoralmente sean genuinamente representantes de la voluntad popular y no servidores de
los grandes capitales. - Una democracia plena, no fraguada, debe cubrir con equidad y visión estratégica a todo el
territorio de su jurisdicción. No cabe un centralismo territorial sino potenciar con equidad las
diversas regiones que conforman el país. - Puede enunciarse una diversidad de otros críticos ámbitos de transformación que por la
brevedad de este texto quedan sin abordar como lo que hace a salud, educación, seguridad,
comunicaciones, sistema financiero, infraestructura social y productiva, entre tantos otros.
De lo sistémico a conductas deleznables
Nos hemos focalizado en la imperiosa necesidad de transformar el funcionamiento del sistema
socioeconómico. Vale cerrar estas líneas destacando responsabilidades individuales y grupales
de quienes condicionan el rumbo global. Conductas deleznables de liderazgos responsables de
los tremendos daños sociales y ambientales.
Los sufrimientos sociales y el deterioro ambiental no existen por casualidad, como si surgiesen
naturalmente de una nada, existen por la opresión impuesta por desaforados seres humanos
centrados en obtener y preservar oprobiosos privilegios.
Esos grupos acumulan riqueza más allá de toda necesidad y moralidad. Riqueza apropiada que
aplican siguiendo el criterio ordenador de maximizar el lucro, algunos respetando normas y
leyes que impusieron a las sociedades y otros sobrepasándolas. Operan con asesores que se
tornan cómplices identificando leoninas oportunidades a expensas de lo que resulte para los
demás, los llaman efectos “colaterales” de los que no se responsabilizan. Utilizan sistemas
informáticos de altísima velocidad y penetración en cualquier mercado munidos con
algoritmos formateados para apropiar las mejores ganancias.
La dinámica así impuesta es de naturaleza inestable. Por un lado, porque el “éxito” de pocos
(1% de la población mundial) destruye a inmensas multitudes y afecta la sostenibilidad de
críticas funciones planetarias. Además, porque la dura competencia entroniza el abuso ya que
quienes no abusan terminan siendo abusados. De ahí los ilícitos arriba señalados, incluyendo el
irrespeto de regulaciones, el financiamiento de corrupción política y judicial, las conexiones
con narco tráfico, trata de personas, tráfico de armamentos, insumos agrícolas y
medicamentos que afectan la salud humana, entre tanto más. Lucran con lo ilegal y con lo
ilegítimo (aquello que sería ilegal en sociedades justas).
Los dominadores multimillonarios hacen parte de una suerte de “clase” global que valoran.
Derrochan enormes recursos en consumos superfluos mientras crecen mayorías desprotegidas
con niveles de vida apenas de sobrevivencia. Conscientes o no, llevan a la deshumanización de
enteras sociedades.
Pecaríamos de ingenuidad si preguntásemos por qué lo hacen, cómo se despreocupan de los
desastres que generan. Por cierto, no sienten culpas ni responsabilidades y deben creer que la
impunidad que gozan será eterna. ¿Será eterna?
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