Las calificadoras de riesgo crediticio merecen una baja en su calificación

El fracaso de las agencias calificadoras de riesgo crediticio en predecir “defaults” contribuyó a desencadenar la crisis económica. Necesitan algo más que un tirón de orejas.Las agencias calificadoras de crédito basadas en los Estados Unidos contribuyeron a precipitar y acentuar la actual crisis económica. Sin embargo, en el plan del Presidente Barack Obama para reformular el sistema financiero de ese país casi no existen disposiciones para controlar con firmeza a estos infractores.

Con el nuevo plan de Obama, por fin se regulará el sistema financiero no bancario. No obstante, las nuevas reglamentaciones no reconocen que las inversiones generadas por el sistema financiero no bancario recibieron en su totalidad altas calificaciones por parte de las agencias calificadoras de riesgo. Cuando una agencia calificadora asigna a un activo una calificación AAA, se supone que el activo está prácticamente exento de riesgos de caer en cesación de pagos. El fracaso de las agencias calificadoras en evaluar correctamente la solvencia de esos activos llevó a la caída del sistema financiero.

Las agencias calificadoras de crédito tienen serios conflictos de intereses, enfrentan escasa o ninguna competencia, fallan constantemente en predecir situaciones de insolvencia y acentúan las crisis financieras en cuya generación jugaron un papel fundamental. Es necesario encarar estas cuestiones para dejar atrás esta crisis y evitar la próxima.

Antes, los usuarios de las calificaciones de créditos eran los que pagaban a las agencias por las investigaciones que llevan a cabo. Ahora son los dueños de los activos que solicitan su calificación los que pagan a las agencias. Esto genera serios problemas de conflictos de intereses. El New York Times lo explicó de esta manera: «Es como si los estudios de Hollywood pagaran a los críticos de cine por hacer la crítica de sus potenciales éxitos de taquilla».

Además, existe poca o ninguna competencia entre las agencias. Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch’s acaparan más de las tres cuartas partes de todo el mercado de calificación crediticia. Esta concentración está asegurada por las normativas vigentes en los Estados Unidos que complican el ingreso de nuevas agencias al mercado. El nuevo “Programa de préstamos a término respaldados por activos” (TALF, por su sigla en inglés) acentúa estas tendencias. El TALF se creó para ayudar a las instituciones financieras a brindar créditos a familias y pequeñas empresas mediante la emisión de títulos respaldados por activos. El TALF sólo acepta como garantía aquellos títulos que hayan sido valuados por las grandes agencias.

En su libro The Masters of Capital: The American Bond Rating Agencies and the Politics of Creditworthiness, Timothy Sinclair, profesor de la Universidad de Warwick, documenta cómo las agencias fallaron en predecir tanto la crisis asiática como la de Enron. Y, por supuesto, erraron sus pronósticos en esta crisis a pesar de saber mejor que nadie que los activos que respaldaban los valores que ellos habían calificado estaban plagados de activos tóxicos. Cuando fueron confrontados con esta cuestión , quedaron exentos de toda responsabilidad porque los ampara la primera enmienda de la constitución de los Estados Unidos.

Las agencias pueden ser más nefastas después de una crisis. Como fracasan en predecir una crisis, bajan la calificación crediticia después de que aquella estalla. Esto prolonga y profundiza la crisis porque a menudo los países necesitan emitir bonos para financiar su recuperación. Cuanto más riesgo conlleven según la calificación, mayor será el costo de financiación para el país emisor.

Y lo que es peor, cuando las naciones se embarcan en políticas monetarias y fiscales expansivas para salir de una crisis, se las castiga con una peor calificación crediticia. Esto sacudió al mundo rico en junio cuando la calificación de riesgo del Reino Unido se vio amenazada, a pesar de que el Reino Unido jamás había dejado de honrar un préstamo. Y la advertencia al Reino Unido estuvo destinada a ser una llamada de atención para los Estados Unidos.

India, una de las naciones que por sus prudentes políticas resultó menos afectada por esta crisis en todo el planeta, es la más reciente víctima. India recibió numerosas advertencias de una baja en su calificación de riesgo durante el transcurso de su campaña electoral. India acababa de reelegir al Primer Ministro Manmohan Singh para un segundo mandato, en parte para apuntalar los esfuerzos tendientes a mitigar la pobreza en ese país.

Pero en junio, cuando el Ministro de Finanzas anunció un plan de mayor gasto en energía, infraestructura vial y asistencia para los pobres, las agencias calificadoras amenazaron con una baja en la calificación. Bloomberg informaba que «es probable que las agencias calificadoras de riesgo sigan con atención la situación”.

El paquete financiero del gobierno de Obama debe poner a las agencias calificadoras de crédito en el centro de sus propuestas de reforma porque estuvieron, y siguen estando, en el epicentro de la crisis. Las calificadoras sólo deberían hacer negocios con los que compren sus servicios, se debería autorizar el funcionamiento de un mayor número de agencias (también debería considerarse la creación de agencias estatales o dependientes de las Naciones Unidas) y todas las agencias deberían ser sometidas a auditorías anuales y recibir una sanción si persistentemente fracasan en predecir situaciones de cesación de pagos.

En parte estamos en este desbarajuste porque las agencias recibieron apenas un tirón de orejas después de las crisis de Asia y de Enron. No cometamos el mismo error tres veces seguidas.

guardian.co.uk © Guardian News and Media Limited 2009

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