La importancia del estilo y las formas del poder

La nuestra es una sociedad de redes, cuyos efectos, directos e indirectos, propulsados por las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, estimulan un estilo de hacer política que es horizontal, “soft” e igualitario, frente a la antigua concepción del poder basado en el conflicto, en la distinción amigo/enemigo, y en la imposición de una voluntad sobre todas las demás. Los políticos y los gobernantes que no lo entiendan quedarán desplazados tarde o temprano. Entramos en una era de sorpresas políticas.Hay un dicho francés que reza: “tout est dans la manière.” La forma a veces es mas significativa que el contenido. Es además un índice de actitudes y estructuras sociales subyacentes. Lo entendió así uno de los grandes ensayistas de la época clásica de la sociología –el filósofo alemán Georg Simmel.i La sociología del conflicto de Simmel se basaba justamente en la premisa de que la forma en que se desenvuelve y se maneja un conflicto es tan o mas importante que la “cuestión de fondo” en torno a la que gira el mismo.

Es por ello que quienes, hace ya mas de dos siglos, diseñaron las primeras constituciones democráticas modernas (entre ellos los “padres fundadores” de los Estados Unidos y nuestro propio Juan Bautista Alberdi) dieron tanta importancia a la división de los poderes (la clásica distinción tripartita entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial). Es por ello también que casi todos los teóricos políticos que siguieron aquellos primeros pasos, enfatizaron la importancia de ciertas instituciones y de ciertas organizaciones políticas (entre ellas los modernos partidos) porque vieron en ellos formas de articular y canalizar los conflictos sociales. La democracia formal a secas, a saber, la elección periódica de gobernantes por la ciudadanía empadronada, no garantiza en si misma la feliz elaboración de los conflictos. Para ello se necesita el suplemento de una red de instituciones fuertes e independientes, el respeto de la ley y una cultura cívica avanzada.

La intemperie institucional y sus costos

Desde el punto de vista formal, participativo y popular, la Argentina vive en democracia desde 1983. Es un logro, pero un logro insuficiente, como lo demuestran sus crisis recurrentes y su inestabilidad política “en democracia.” Para simplificar, diré que el problema reside en la carencia de partidos modernos, de instituciones fuertes e independientes, y de una cultura cívica orientada hacia la negociación y el compromiso y no hacia la confrontación y el vituperio. Para usar las palabras del mas importante historiador argentino contemporáneo, constato con tristeza que en materia de instituciones y partidos, la Argentina vive “en la mas dura intemperie.”ii
Desde el retorno a la democracia, el sistema de partidos se ha descompuesto. Sus fragmentos se recomponen en alianzas o frentes montados a efectos electorales, pero sin solidez ni permanencia en el tiempo. El antiguo radicalismo ha desaparecido; los partidos de centro-derecha no logran, en el mejor de los casos, superar el 11% de votos. El único partido supérstite, el peronismo, es, como sus propios adherentes lo califican, “mas un sentimiento que un partido.” Mantiene su caudal histórico de votos del 42 al 46%, pero carece de solidez interna en torno a politicas de estado. Como partido político, hace mucho que impone la agonia de su interminable zigzagueo. al resto del país. Ha hecho todos los giros posibles entre los polos opuestos de la política. Es imposible hacer política fuera de él pero es muy difícil hacer política dentro de él. Quienes gobiernan en su nombre (cualquiera sea el signo de su politica –del neoliberalismo al distribucionismo) tienden a acumular poder sin atender demasiado la trama institucional de la republica, para entrar en crisis cuando a los buenos tiempos los suceden dificultades de orden economico o geopolitico. Esta endeblez institucional de la republica, y la falta de equilibrios y contrapesos hacen que los conflictos sociales se diriman en forma extra-parlamentaria, en modos de acción directa. No es un problema de un solo partido, sino de todo un sistema republicano todavia inmaduro.

Los conflictos no resueltos

Los conflictos se prolongan, se polarizan, y se agravan. Es mas: los conflictos se acumulan. En vez de solucionarse, cada conflicto es sucedido por otro. En suma, la Argentina no tiene el “termostato” político de países mas y mejor institucionalizados, como son los estados democráticos del occidente industrializado, y en América Latina, países limítrofes como Chile y Uruguay. El gran vecino tropical –Brasil—tiene también una estructura partidaria endeble, pero compensa ese defecto con una notable propensión, en sus grupos dirigentes, tanto políticos como empresariales, a políticas de largo aliento y a un consenso negociado sobre objetivos y valores comunes. Demuestra moderación, flexibilidad y consenso tanto en sus políticas públicas como en política exterior. Las grandes políticas del Brasil son constantes, acumulativas, silenciosas y sistemáticas. En cambio, la política de la Argentina es bipolar, ruidosa, y discontinua. Hay demasiada pasión y demasiados extremismos innecesarios y estériles. Hace muchos años, un periodista le preguntó a Borges si era afiliado a algún partido político argentino. La respuesta fue la siguiente: “Lo hice una vez. Me afilié al partido conservador, porque, en su insignificancia, era el único partido incapaz de suscitar entusiasmos.” La boutade del gran escritor encierra toda una lección de cultura cívica.

El valor del “poder suave” (soft power)

Como contraste, detengámonos un momento en la apreciación de la política de desarrollo y de relaciones regionales del Brasil. Bajo el liderazgo de su presidente, pero con una trama de consensos sociales y económicos detrás, Brasil conduce una política “suave” de entendimientos con sus vecinos, al sur y al norte. Mientras se niega a antagonizar a Venezuela y mantiene relaciones cordiales con el régimen bolivariano, ofrece una política económica y exterior alternativa, que están convirtiendo al Brasil en una potencia regional sino mundial. Brasil ha diversificado una ya fuerte base industrial y la ha proyectado hacia el mercado global. El reciente descubrimiento de grandes reservas de petróleo en la plataforma marítima le permite independizarse del suministro energético de otros países, al mismo tiempo que promueve exportaciones de productos primarios e industriales. En lugar de antagonizar a las inversiones extranjeras, promueve y estimula el desarrollo de estas últimas. Brasil ha sabido aprovechar la creciente demanda mundial de productos agropecuarios y del etanol proveniente de la caña de azúcar, sin caer en feroces luchas distributivas y sin cometer el error de promover una industrialización “flor de ceibo”iii La clave de estas políticas inteligentes está en el estilo “soft” de Lula, que en ningún momento ha adoptado posiciones intransigentes, de confrontación con sus opositores internos o con países vecinos. Con esta política suave, Brasil niega toda ambición de hegemonía continental pero al mismo tiempo se hace el líder silencioso de América Latina y su interlocutor privilegiado en los foros mundiales. Sigue la antigua recomendación del presidente norteamericano Theodor Roosevelt: “Speak softly and carry a big stick.”) que traducido en terminos metaforicos significa “actuar con humildad pero con firmeza al mismo tiempo.” La politica contraria seria la de provocar con soberbia y perder apoyos. Esta es una diferencia que se ha marcado a lo largo del tiempo entre Brasil y Argentina, tanto en politica interna como en politica exterior. Me arriesgo a decir lo siguiente: si Itamaratyiv y no la cancillería argentina (independientemente de la naturaleza civil o militar del régimen) hubiese manejado el conflicto del Atlántico Sur en 1982, las Islas Malvinas ya se hubiesen incorporado al territorio nacional, por concesión negociada y sin guerra.

El estilo soft y el Internet

El estilo soft es el estilo por excelencia de nuestra era cibernética e “internética.” La clave de este estilo está en la palabra net, que en ingles significa red. La nuestra es una época de redes, y nuestra sociedad funciona a fuerza de los llamados “efectos de red” (network effects). Según los expertos en el tema, entre ellos el profesor Michael A. Cusumano, del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), y un colega mío de la New York University, el economista Michael Katz, estamos en plena transición entre dos estilos soft y entre dos tipos distintos de “efectos de red.” En otras palabras, estamos en plena transición entre la hegemonía de Microsoft, con su emblemático Bill Gates, que por años monopolizó la plataforma operativa de casi todas las computadoras personales en el mundo (lo que a su vez generó toda una serie de efectos secundarios de red, es decir, de negocios y actividades computacionales), y la hegemonía del buscador Google, una empresa poderosísima basada no en el sistema operativo de las computadoras, sino en la red de informaciones del Internet.

Los efectos de red de Microsoft son directos: la propiedad de formatos operativos por parte de la compañía obliga a todos los usuarios a funcionar con el mismo código. En cambio, los efectos de red del buscador Google son indirectos: su ventaja no está en el monopolio técnico, sino en la cantidad de usuarios libres, en la capacidad de estos últimos de aprender los unos de los otros, en el prestigio de la marca o nombre de este modo de búsqueda, y en la propia inercia y comodidad del usuario.

Como podrá apreciar el lector, el “poder” en el mundo avanzado no está en la imposición de una voluntad o de un “modelo,” sino en la colaboración participativa y cada vez mas inteligente de amplios grupos. El “poder” ha dejado de ser vertical y verticalista y ha pasado a ser colectivo, libre, compartido, y horizontal.

Dos maneras de hacer política

No es difícil extrapolar el ejemplo y llevarlo al campo político, en el que también se enfrentan dos versiones de la palabra “poder”. Las dos son muy antiguas. En nuestra civilización se remontan a la antigua Grecia, pero hay desarrollos paralelos en otras civilizaciones, como la China por ejemplo. Durante varios siglos, predominó en el Occidente la interpretación del poder como imposición de una voluntad sobre todas las demás. Es la definición del poder político desde Maquiavelo y Hobbes hasta Max Weber y Carl Schmitt. La otra definición del poder, o modo de hacer política, subrayada por la filósofa Hannah Arendt, es la capacidad de trabajar todos juntos en un proyecto común. Esta concepción alternativa del poder es la fuente filosófica de la idea democrática. Hoy la novedad reside en el hecho que la evolución tecnológica nos está llevando cada vez mas lejos del autoritarismo y su concepción del poder vertical, y cada vez mas cerca del poder horizontal, democrático.
Entramos en la era de una democracia de redes. Por medio del Internet, la participación democrática se ha inscripto en el ADN de nuestra cultura. Toda imposición arbitraria de una medida “de poder” (en el viejo sentido de la palabra) encontrará, de hoy en mas, una resistencia masiva y espontánea, dejando solos a quienes pretendan gobernar con el viejo estilo.
Comienza una era de sorpresas políticas, montada en hombros de la nueva tecnología. ¿Cómo explicar de otra manera el velocísimo reemplazo, en el campo político norteamericano, del autoritarismo unilateral e impositivo de George W. Bush, por la movilización internética detrás de la candidatura de Barak Obama? Señalaré al lector de esta nota que el director de medios de la campaña electoral del senador Obama es un joven de 24 años, Chris Hughes, que desde su dormitorio de Harvard fue uno de los fundadores de la empresa mas novedosa del Internet, la conocida Facebook.v Con él, la red social ha reemplazado a los viejos punteros de los partidos tradicionales. Espero que tomen nota nuestros políticos y gobernantes, porque las sorpresas sólo han comenzado.

Notas:
i Jorge Simmel, Sociología, Madrid: 1939.
ii Tulio Halperin Donghi, La larga agonía de la Argentina peronista, Buenos Aires: Editorial Ariel, 1994.
iii Es la flor nacional argentina, considerada como una flor modesta, ordinaria. En los años 40, con la aparición del gobierno peronista comienza a nacer la mediana y pequeña industria argentina, protegida por una muralla de tarifas y subvenciones financiadas con los impuestos al agro. Esta industrial nacional se llamó entonces la “flor de ceibo”.
iv El Palacio de Itamaraty en Río de Janeiro fue sede del gobierno republicano de 1889 a 1898 y sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de 1899 a 1970. La identificación de los diplomáticos con el palacio que ocuparon durante siete décadas ha hecho que el nombre Itamaraty sea sinónimo de la cancillería brasileña.
v Ver Myspace y My.BarakObama.com

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