La trayectoria contemporánea genera convulsiones geopolíticas, sociales y ambientales que son insostenibles. Una opción superadora es la del buen vivir, una construcción de pueblos unidos en su diversidad que no aceptan la imposición de verdades reveladas sino decidir soberanamente su rumbo atendiendo la singularidad de cada situación. El planeta y la humanidad se unen en esta crítica búsqueda.
La desaforada concentración de la riqueza y del poder decisional conforma una dinámica que castiga a la inmensa mayoría de la humanidad y genera tremendas inequidades. Es conducida por poderosas minorías guiadas por el lucro y la codicia sin considerar las consecuencias de su accionar: comprometen al planeta, se apropian el esfuerzo realizado por la entera humanidad, generan insalvables antagonismos geopolíticos, inestabilidad sistémica con recurrentes crisis y conflictos sociales y militares, capturan las democracias. Lo hacen imponiendo un libertinaje que les permite saltear jurisdicciones y evadir regulaciones esenciales para un pacífico devenir.
Rumbos y formas de funcionar orientados al buen vivir
Habrá que encarar un proceso emancipador que pueda perdurar y profundizarse en el tiempo. Será imprescindible desmontar la dinámica concentradora y liberar las capturadas democracias para cuidar al planeta que nos cobija y construir un mundo sin excluidos, sustentable, solidario, con equidad, justicia, plenos derechos políticos y sociales, diversidad de culturas que, lejos de amenazar, enriquecen las trayectorias. Esto es, escoger mejores rumbos y forma de funcionar ya no ordenados por el compulsivo afán de acumular sino orientados con todo el potencial de la humanidad a lo que ancestralmente se denomina el buen vivir.
El sustento de los pueblos
No se logra transformar nefastas realidades sin que los pueblos logren forjar amplias coaliciones reflejando la unidad en la diversidad. La historia y la actualidad contemporánea muestran que la dominación está asentada en represión, mezquindades, traiciones e inducidos divisionismos de los sectores populares. Toca a los pueblos diferenciar lo que son antagonismos principales de necesidades populares diversas pero no antagónicas que necesitan ser alineadas para poder direccionar energías hoy capturadas por los dominadores hacia la construcción del buen vivir. Sin estas coaliciones será difícil ejercer una ciudadanía orientada a liberar las democracias capturadas y hacerlas bastiones de equidad, paz y justicia.
La diversidad de senderos
La diversidad también se expresa al adoptar estrategias y trayectorias, ya que las singularidades de cada situación y cultura exigen adaptación de formas, tiempos y secuencias. Los intentos de replicar soluciones foráneas, de forzar diagnósticos y soluciones para hacerlos homogéneos, son causantes de errores y frustraciones. Al encarar problemas singulares, los fundamentalismos ideológicos y las ingenuidades no sirven. Experiencias exitosas de diferentes realidades pueden inspirar enfoques y determinación pero la propia historia, cultura y correlación local de fuerzas siempre pesan fuerte. La pereza intelectual no ayuda.
Pueblos unidos en su diversidad otorgan un mandato a gobiernos que los representen para orientar el aparato del Estado hacia la transformación de precariedades e injusticias. La gama de intervenciones es extensa y diversa; aborda las diferentes dimensiones del funcionar social. En lo económico, incluye la puesta en valor de variables macroeconómicas, potenciar las redes meso-económicas y democratizar el tejido productivo de modo de integrar con equidad y justicia a la entera población activa, sin dejar excluidos ni rezagados. En lo social, políticas públicas que garanticen como derechos universales el acceso a la educación, la salud, el saneamiento ambiental, los servicios básicos de agua potable, luz, gas, comunicación digital, entre otros. En materia de seguridad, una amplia cobertura de prevención, apropiados protocolos policiales, justicia que no abuse de los confinamientos y procure la recuperación individual y social de quienes cometieron delitos. En lo ambiental firmeza para cuidar el ambiente, el suelo, las aguas, los bosques, llevar la matriz energética hacia las renovables no contaminantes. En lo político, democratizar el financiamiento de partidos, las organizaciones sindicales y empresariales, diversificar medios de comunicación.
Esta enumeración, por cierto incompleta, ilustra la diversidad de ámbitos en que los gobiernos de base popular deberán actuar con efectividad y justicia. El desafío no se limita a adoptar nuevas políticas sino también a formar cuadros del Estado capaces de materializar a nivel del territorio los valores, perspectivas y acciones de implementación.
Más allá de fronteras conocidas.
Los pueblos unidos en la diversidad tendrán que avanzar más allá de las fronteras conocidas, desmontado lo retardatario y preservando aquello de positivo que la humanidad ha construido. Ese es el basamento de procurar nuevos rumbos y formas de funcionar, de establecer normas, instituciones y regulaciones que expliciten lo que es socialmente deseable, legal y legítimo, de afrontar un continuo esclarecimiento en propósitos y valores, de reforzar la organización social, de conformar una economía subordinada al logro del buen vivir de todos.
Lo nuevo, por desconocido, asusta a algunos, moviliza a otros. Exige aprender sobre la marcha y corregir eventuales errores, desenmascarar lo encubierto, asegurar transparencia, practicar un accionar colectivo con un liderazgo que decide en consulta y por mandato de sus bases.
Al avanzar en campos inexplorados vale combinar firmeza con prudencia. Una indiscriminada destrucción no sirve, la complacencia tampoco; entre esos extremos se practica la sabiduría de gobernar.
Esta convocatoria no se centra en hazañas individuales, aunque puedan existir; va por una épica popular de realizaciones y cuidados; cuidar la humanidad, proteger la Madre Tierra.
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