La crisis global siembra nefastas consecuencias: tremenda concentración de la riqueza, indignante desigualdad, dura pobreza que se reproduce año tras año, poblaciones enteras incluso de países afluentes pierden derechos y retroceden en sus niveles de vida, la inestabilidad sistémica se torna recurrente, terrorismos fundamentalistas se nutren y sostienen con la frustración social, el cambio climático compromete al planeta entero. Por detrás codicia, egoísmo sin fin, avaricia y alienación de los privilegiados en su afán de acumular todo lo que se pueda sin miramiento por los demás, nihilismo por doquier, enormes tensiones que se represan hasta niveles de extrema virulencia.
Las “soluciones” que nos imponen apuntan a preservar el capital financiero, abatir los déficits fiscales cortando gasto social y la presencia del Estado, reducir a marcha forzada el sobre endeudamiento soberano que, en contextos recesivos, agudiza los problemas del no-desarrollo (retro-desarrollo) expandiendo los espacios para la especulación financiera y los abusos del privilegio. No se toca a los poderosos y afluentes; por el contrario, lucran más que nunca aprovechando vulnerabilidades y sufrimientos de enormes mayorías. La crisis permitió que el 1% de la población mundial se alzase con el 50% de la riqueza del mundo, un asalto inmisericorde a quienes no pueden defenderse. Hablemos claro: apropiarse de valores no generados es un acto de piratería.
Las políticas de ajuste acorralan y exprimen a naciones y pueblos; sus impulsores pretenden seguir haciéndolo controlando los resortes estratégicos de la marcha global. Están convencidos que ese modelo concentrador podrá sostenerse indefinidamente combinando represión, manipulación, cooptación de complicidades y que sus guaridas fiscales preservarán sus patrimonios. No se les cruza por la cabeza que los pueblos no pueden ser acorralados por siempre. ¿Hasta dónde puede ir la injusticia, la impiedad, la brutalidad del vasallaje económico y cultural?
Ojala que en este 2015 nuestras democracias puedan avanzar hacia la transformación de esta enloquecida marcha. Con toda la modestia del caso Opinión Sur procura aportar a esa construcción colectiva.
Cordial saludo.
Los Editores
Opinion Sur



