Gigantes con Pies de Arcilla

CHINA

El centralismo

China: El centralismo

RUSIA

El revanchismo

Rusia: El revanchismo

EEUU

La polarización

EEUU: La polarización

Cada potencia mundial, por mas imponente que parezca, tiene un punto débil.  En las tres que he elegido para ilustrar la carátula, cada una de ellas tiene un defecto mortal.  En China es el centralismo exagerado, de larga tradición.  En Rusia es el deseo de vengar el derrumbe soviético y recuperar su imperio.  En los Estados Unidos es la desunión provocada por la enemistad a ultranza entre progresistas y reaccionarios.  Las tres potencias están enemistadas pero cada una es  inestable. El resto del mundo las sufre confundido.

Cuenta la Biblia de Jerusalén (Daniel 2:1) que durante el cautiverio hebreo en Babilonia, el rey Nabucodonosor tuvo un sueño que lo disturbó.  Sus asesores y nigromantes no supieron interpretarlo.  A punto de ejecutarlos, el rey mandó llamar al hebreo cautivo Daniel, quien lo supo hacer, y así salvó su vida y la de sus colegas babilonios.  En el sueño el rey vio a un gigante con la cabeza de oro, el pecho en bronce, y las piernas de hierro.  Los pies, en cambio, eran de barro cocido, y al recibir una pedrada hicieron que todo el monumento se derribara.  Daniel sostuvo que el gigante era el imperio, la cabeza su déspota, el cuerpo su ejército, y las piernas sus armas.  Los pies, en cambio,  al ser de arcilla ponían en peligro a toda la estructura.  Podemos usar el cuento como metáfora del poder.

Las grandes potencias tienen, cada una a su manera, un punto débil, y ese punto es precisamente la otra cara de su fortaleza. 

China

Trasladando la leyenda a la geopolítica de nuestro tiempo, el caso chino es aleccionador y bastante fácil de interpretar.  Sabemos que la república popular supo combinar el desarrollo capitalista con el centralismo comunista.  Por un tiempo, el resultado fue espectacular: un crecimiento del producto bruto del 10% anual, que le permitió alcanzar a los países desarrollados y por lo tanto, preocuparlos y hasta amenazarlos.  Pero ese periodo de varias décadas sirvió –para ponerlo en el lenguaje de los marxistas—como etapa de acumulación primitiva.  Concluida esa etapa, la economía se desaceleró, como era de prever en toda teoría de desarrollo.  Ya en plena modernidad el sistema desarrolló requisitos funcionales de flexibilidad y apertura, que corresponden a etapas superiores de una economía industrial y post-industrial con grandes mercados internos y externos.  El corolario político de ese desarrollo avanzado sería un tipo de gobernanza con contrapesos y alternativas, y algún tipo de participación popular en el recambio de las elites, arreglos institucionales que sirven para corregir errores, avanzar en la innovación, y tener mayor legitimidad.  Sin embargo, el propio desarrollo de acumulación anterior (fuertemente autoritario) creó una notable tensión entre el partido –extenso, poderoso, y burocrático—y la sociedad, que asistió a una asombrosa superación de la pobreza sempiterna del celeste imperio, y a la creación de nuevos sectores medios y altos prósperos y educados.  En términos simplistas, podemos decir que se trata de la tensión entre estado y mercado.  Esa tensión no es nueva en la larguísima historia china.  En tal pugna siempre triunfó el estado central, a costas de una incipiente burguesía y de una consecuente y relativa democratización.  Hoy estamos asistiendo a una nueva edición de esa pugna, con el ascenso al poder casi absoluto del presidente Xi Jinping, el refuerzo de la disciplina vertical del partido-estado, y la represión sistemática de una emergente burguesía (para evitar su autonomía) y de movimientos de participación popular independientes del partido comunista.  La gran incógnita que surge de esta situación es la siguiente: ¿Qué precio ha de pagar China por el mantenimiento de una sociedad híper-disciplinada bajo un partido único de corte totalitario (con un personal profesional de 96 millones de personas)? ¿Serán éstos los pies de arcilla del sistema?  Conocemos las virtudes y fortalezas del mismo (estrategias de largo plazo, ejecución expeditiva, movilización de inmensos recursos sin mayor vacilación o discusión). Pero ¿bastarán para superar las disfunciones? Estas se centran todas en la ausencia de un termostato, lo que puede llevar a una explosión.[1] Es la otra cara de la moneda en un país que aspira a ser la primer potencia mundial. 

Existe una esperanza, basada en la competencia profesional y seriedad de las elites chinas, que son muy conscientes de estas dificultades, y entre las que hay una discusión –bastante disimulada—entre una estrategia dura y otra mas abierta a una relativa apertura de la sociedad y una eventual disposición a avanzar hacia un condominio con los EEUU, mientras disponen con paciencia la ubicación de las piezas de su juego del Go[2] en distintos lugares del planeta.[3]

Rusia

La debilidad del gigante ruso consiste en los efectos contraproducentes de su tendencia a la agresión abierta y a la disrupción solapada de otras potencias.  El ataque a Ucrania reveló tanto la brutalidad como el fracaso bélico del régimen de Putin.  Aun en el mejor de los casos (para la Rusia actual), el conflicto ha de desembocar en una guerra congelada con Occidente, con un límite forzado en el Este y en el Sur de Ucrania, cuyo modelo es la península de Corea.  La supervivencia de Putin y su grupo, o su eventual reemplazo por un régimen similar con alguien distinto a la cabeza, sólo ha de perpetuar una paz armada e inestable, con otras incursiones similares en el futuro.

¿Cómo ha de quedar Rusia después de esta guerra? es la pregunta fundamental que deben hacerse las potencias occidentales y que hoy se hacen también quienes están en la oposición rusa (en la cárcel o en el exilio).  La reproducción del régimen lo  encontrará aun mas atormentado por el resentimiento y fantasías imperiales, con una economía dañada por las sanciones pero siempre grande, basada en la exportación de materias primas y una movilización militar permanente, con un respaldo nuclear que le garantice la impunidad en otras aventuras de provocación y disrupción de sus rivales.  En ese caso, la pérdida de prestigio se verá compensada por la fuerza bruta, en un ciclo fatal de guerra fría (a veces también caliente) y al borde de una catástrofe nuclear. 

La alternativa sería la toma del poder por un grupo dispuesto a desmantelar la centralización tiránica del estado y efectuar la transición hacia una república parlamentaria y mas descentralizada, con una economía mas moderna y diversificada y una apertura controlada hacia Europa.  Hoy esta alternativa parece utópica, pero debemos recordar que a veces un cambio de régimen parece imposible y sin embargo se produce. Lenin pensaba en 1916 que no vería jamás una revolución y la revolución se produjo en 1917 a pesar de su pesimismo y lo llevó al poder.  Es un ejemplo a contrario (surgimiento de una dictadura) pero ejemplo al fin de un cambio inesperado. En este caso el cambio sería para mejor, distanciándose de la tendencia a solucionar problemas con mano dura, que es el pie de barro de Putin. Consistiría en la formación de un gobierno con mayoría parlamentaria, en un aumento del poder local en las regiones, y una contención del partido belicoso (los secuaces de Putin), que se vería obligado a negociar con otros partidos y otras elites. En este escenario Rusia mantendría su poder y recuperaría prestigio como potencia, pero sería un buen vecino de Europa.[4]

EEUU

Es sabido que la crisis de representación es un fenómeno mundial que ha conducido en muchos países a la desaparición de los partidos políticos tradicionales a favor de coaliciones inestables alimentadas por movimientos sociales.  Estos movimientos son en muchos casos de carácter reaccionario, en protesta contra las desigualdades de la globalización pero con una mirada retrógrada y en busca de chivos expiatorios, que dejan intacta la estructura de clases y el dominio de las elites establecidas. 

Los EEUU son un caso aparte, dado que los dos partidos tradicionales se han mantenido en apariencia, pero con una gran salvedad.  Unos de ellos ha sido capturado por un movimiento de carácter fascistoide en torno a una figura autoritaria y carismática.  El otro está dividido en facciones que se aglutinan en torno a reivindaciones identitarias.  Todas estas grietas dan a los Estados Unidos un cariz anárquico, con desatención al sistema semidemocrático anterior. 

Esta desunión (los pies de barro de la pax americana) tiene importantes consecuencias en materia de política exterior, con un consenso reducido a un mal común denominador, a saber: el pertrecharse en un agresivo nacionalismo, que en un polo es aislacionista y en el otro guarda la pretensión de mantener una hegemonía de otrora que hoy funciona mal frente al desafío de potencias emergentes. Los dos polos dividen a los estados, a las comunidades y hasta a las familias, pero ambos polos coinciden en alimentar el complejo militar-industrial.  El país se resiste a dejar de ser el primus inter pares y acomodarse en forma inteligente a una nueva situación multi-polar. La pérdida de posiciones en el tablero mundial no ha producido por el momento una estrategia mas realista y flexible, dispuesta a aceptar un posible condominio con China y arreglos diplomáticos con naciones cada vez menos sumisas. 

La esperanza en ese caso está centrada en el cambio generacional de elites[5] y en el retorno a un módico sentido común (realismo estratégico), siguiendo la sabiduría de Churchill, quien supo adaptar el declinante imperio británico a un panorama de nuevas potencias, en su momento.  En el momento actual, el mundo se encuentra en un compás de espera extremamente peligroso para la paz, la justicia social, y la sostenibilidad ambiental.


[1] Un ejemplo concreto es la política de Covid Cero para contener los brotes del virus Omicron y frenar otra pandemia. Según el periodista Muyi Chiao, que examinó los muchos videos del encierro con que las autoridades obligaron a los habitantes de ciudades enteras a permanecer in situ, el problema es el verticalismo autoritario y la ausencia de flexibilidad en la implementación de políticas sanitarias a nivel cotidiano por miedo a la autoridad.   El resultado es una serie de protestas violentas en Guangzhou y otros distritos –efecto contraproducente y no deseado del sistema. Informe de Daisuke Wakabayashi y Claire Fu, traducido en The New York Times, 17 de noviembre de 2022.

[2] Para una explicación del este juego estratégico, ver https://es.wikipedia.org/wiki/Go

[3] Para un análisis lucido de las opciones en juego ver https://www.economist.com/weeklyedition/2022-10-15

[4] Ver al respecto la posición de Alexey Navalny, un líder en reserva (por el momento carcelaria): https://www.almendron.com/tribuna/this-is-what-a-post-putin-russia-should-look-like/ y el ensayo de Joy Neumeyer sobre la reunión de la oposición rusa en Polonia: https://www.nytimes.com/2022/11/21/opinion/russia-putin-opposition.html y el Primer Congreso de Diputados del pueblo ruso: https://www.realcleardefense.com/2022/11/04/russian_revolutionaries_prepare_for_post-putin_future_863130.html

[5] Los líderes máximos de los dos partidos son dos ancianos –- uno prepotente y el otro impotente.

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