España, Grecia y «los mercados»

Presionados por quienes lideran la Unión Europea, las fuerzas políticas que gobiernan en varios países europeos han adoptado la senda de un duro ajuste. Cargan a sus pueblos con el costo de los desaciertos generados por un proceso marcado por la concentración económica y la especulación financiera. No admiten que tanto el sobre endeudamiento soberano como el de los consumidores fueron resultados inevitables, o cuando menos previsibles, de esa forma concentradora de funcionar. La contra cara de la concentración es la desigualdad que en términos económicos se expresa como una aguda segmentación de la demanda y una incapacidad de los sectores medios y bajos para sostener con ingresos genuinos los niveles de vida ya alcanzados. Se encaró esta brecha a través del financiamiento que logra encubrir aunque no resolver la falta de capacidad de pago. Mientras tanto los ingresos concentrados buscaron incrementar aun más su ritmo de acumulación a través de una descontrolada especulación financiera. A esto se sumó un flujo de ingentes recursos dedicados a financiar políticos, usinas de pensamiento y grandes medios de comunicación afines o funcionales a los intereses de los sectores privilegiados. La sociedad fue aturdida con una durísima imposición de ideas, valores y políticas que limpiaron el camino a la concentración y de ahí a la crisis.

Hoy, a pesar del duro ajuste adoptado se elevan voces en España que dicen que la situación de las cuentas públicas sigue siendo mala y que la recesión podría profundizarse. Y, lo más grave, afirman que «si los mercados vuelven a atacar fuertemente, es posible que en el verano se haga necesario acudir a un rescate externo». ¿Cómo es eso que «los mercados» puedan atacar países enteros para preservar y reproducir privilegios? Esos «mercados» nada tienen que ver con la noción de un mercado regulado por un Estado que custodia el bienestar general y donde millones de voces y decisiones convergen para resolver qué, dónde, cuándo y cómo se produce aquello que sirve a los pueblos y al planeta. Esos otros «mercados que atacan» son manejados y gestionados por un puñado de gentes orientadas a obtener un siempre insaciable lucro; no es su responsabilidad, dicen, asegurar niveles de vida dignos para las grandes mayorías ni cuidar del medio ambiente aunque su accionar atente directamente contra las gentes y el planeta. No puede Europa, sería peligrosísimo, doblegarse y someterse a esas fuerzas.

Por cierto que es necesario ajustar el rumbo prevaleciente y cambiar la forma de funcionar. Los desbalances son tremendos e insostenibles pero sería suicida restaurar el orden que condujo a la crisis. El desafío pasa por transformar con efectividad y consistencia la dinámica económica, reforzar la cohesión social y desmontar los privilegios que «atacan», desvían y esterilizan la posibilidad de dar paso a una nueva y mejor Europa.

Cordial saludo.

Los Editores

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