En Medio Oriente, el callejón en el que estan metidos los principales actores del conflicto central (Israel – Palestina) se ensancha, pero seguirá sin salida. Al desentenderse de toda negociación política seria y dejar de lado la diplomacia (o usarla como taparrabos), tanto Israel como los EE. UU. sólo conseguirán ampliar y extender la guerra sine die.
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Los amigos que leyeron uno de mis artículos recientes me preguntaron qué quise escribir cuando sostuve que en la guerra con Hamas y Hezbolá Israel había entrado en un callejón sin salida. La respuesta es en dos partes. La primera es que ninguno de los dos objetivos declarados por el gobierno de Netanyahu, a saber: la destrucción total de esas dos organizaciones terroristas; y la solución final sobre el futuro de Palestina (la construcción del “Gran Israel” desde el rio Jordán hasta el mar) han sido logrados ni se lograrán. Para muestra doy esta constatación: ni Hamas ni Hezbolá han desaparecido y tampoco los 5 millones y medio de palestinos. Por su parte, la fuerza militar israelí está muy fatigada porque fue diseñada para ganar guerras rápidas y puntuales, no guerras prolongadas o interminables. El desgaste físico y moral en Israel es importante.
Si esto es cierto, vale entonces preguntarse ¿qué puede hacer el Israel de Netanyahu en ese callejón? La (segunda) respuesta es: provocar una guerra mayor, esta vez guerra directa en contra de Irán, y por dos razones: tanto Hamas como Hezbolá que han actuado como sustitutos de Irán en su conflicto con el estado judío hoy son elementos de disuasión a distancia bastante debilitados. Por su parte Irán está al borde de poder armar bombas nucleares –la principal herramienta de disuasión que le queda.
Pero el problema para Israel es el siguiente: no puede por sí mismo “vencer” a Irán ni destruir sus fábricas nucleares encubiertas en las montañas. Esto último sólo podrían lograrlo los Estados Unidos. Por consecuencia, Israel tratará de arrastrar a los EE. UU. a una guerra con Irán. Esta última se desarrollaría dentro de una lógica de escalada. Primero habría un ataque de Israel fuerte e indiscriminado, incluyendo a la población civil de Irán, seguido de una represalia iraní a los centros urbanos de Israel, y así sucesivamente en una escalada que haría entrar a los EE. UU. en el conflicto, aunque sea a regañadientes, para entonces llevar acabo un ataque conjunto USA-Israel a las instalaciones nucleares de Irán.
Si el escenario se verifica en el futuro próximo, no terminaría de ninguna manera en una rendición de Irán. Si llegara a producirse un cambio de régimen en ese país, sería por un régimen aún mas duro y furioso que el anterior, que retomaría el camino de un armamento nuclear, con todas las consecuencias de mediano y largo plazo, sobre todo la proliferación de armas nucleares en toda la región. En otras palabras, estamos frente a la posibilidad de que los principales actores busquen un nuevo equilibrio de poder en la región, esta vez nuclear.
El interés del gobierno de Netanyahu por este escenario es claro: ganar tiempo para Israel; proseguir con la anexión de toda Palestina; asegurar la supervivencia política de Netanyahu y sus aliados del sionismo extremo. ¿El costo? Una ocupación indeterminada.
Para los EE. UU. en cambio sería un desastre de gran envergadura: entrar en una gran guerra interminable en el Levante y descarrilar su estrategia en el Extremo Oriente. En otras palabras: distracción mayor en un escenario secundario y retroceso estratégico en el escenario principal. Por ahora el resultado de los encuentros es: Israel 1, EE. UU. 0. La cola habrá sacudido al perro. Daño colateral: China 2, EE. UU. 0. Rusia también celebrará el resultado. Desde su punto de vista estratégico sería un nuevo clavo en el ataúd de la hegemonía norteamericana.
Todo esto significa para mí el callejón en Medio Oriente. Cuando digo “sin salida” quiero decir sin salida estratégica sostenible y duradera. El momento para intentar “salir” del callejón para el gobierno israelí es éste: no zafarse del estrecho callejón, porque no puede, sino ensancharlo y profundizarlo atrayendo a los Estados Unidos hacia él.
El momento es ahora –hic et nunc– porque Trump y Netanyahu comparten una visión exclusivamente belicosa-militar para tratar problemas fundamentalmente políticos. Cuando la única herramienta es el martillo, cualquier dificultad o problema complejo se asemeja a un clavo. ¿Sic transit gloria mundi: sumirse en el Armagedón? Es el precio para pagar por elegir oportunistas e inescrupulosos aventureros como líderes del mundo occidental. Hacia allí vamos y si lo peor sucede pagaremos el pato todos.
A mi juicio, y a pesar de mi desagrado por el régimen de Trump, el momento ha llegado de evitar semejante desatino. Mas que preocuparse obsesivamente en contener a Irán debería ocuparse de contener también a Israel. Como diría el vicepresidente norteamericano: “hay un nuevo sheriff en la región,” incluyendo en la bravuconada una advertencia al estado judío. Sin embargo, ese estado cuenta con un poderoso lobby dentro de los Estados Unidos.
Pero mucho me temo que no haya ningún sheriff, porque los “lideres” de los EE. UU. son agitadores, no estadistas, y francamente no saben gobernar; sólo saben demoler y después “ver qué pasa.” Así bien puede llegar el momento en que otras partes del mundo se parezcan a Gaza, justamente por ausencia o incompetencia del supuesto sheriff. . Como diría Tácito: “Auferre, trucidare, rapere falsis, nominibus imperium, atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant.” (A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman con nombre falso gobernar, y donde crean un desierto, lo llaman paz). Habrá en el Levante una guerra interminable (esperemos que acotada) con periodos de congelamiento que simulan paz.
La “solución” de dos estados es obsoleta y hoy más que nunca inalcanzable. Se ha vuelto una frase vacía que el Occidente usa para disfrazar su complicidad en un genocidio. La propuesta de Trump de transformar Palestina en un páramo post pogromo sin palestinos, para después hacer de Gaza un mini Dubái (algo así como un gran shopping center con un estado policial adentro) es desde un punto de vista geopolítico delirante y desde un punto de vista moral, en palabras del ex primer ministro Británico Boris Johnson, “emético.”
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