El significado de la palabra mandamiento refiere a un “precepto u orden de un superior a un inferior” y es en ese sentido que valdría considerar un listado de preceptos y órdenes surgidos de los intereses, necesidades y emociones de los pueblos para orientar la acción de quienes dirigen instituciones políticas y económicas tanto globales como nacionales.
No debiera sorprender la eclosión de nuevas crisis sistémicas en este siglo XXI; la actual tuvo primero epicentro en los Estados Unidos y ahora en Europa. Está claro que, con un rumbo y una forma de funcionar que conducen casi inevitablemente a la destrucción ambiental, a una creciente concentración de activos e ingresos, a la primacía de lo financiero por sobre la economía real y a una oprobiosa desigualdad social, se reproducen, cada vez con mayor virulencia, situaciones de inestabilidad e inseguridad dentro de los países y a nivel global.
Hace tiempo que venimos con rumbo equivocado y un funcionamiento no sustentable pero ahora se han sumado dos elementos que catalizaron el proceso: la globalización y la aceleración contemporánea. Quizás con mucho esfuerzo y tan sólo temporalmente, ambos factores podrían ser en alguna medida refrenados pero, en última instancia, habrá que aceptar que han venido para quedarse y organizarse en consecuencia.
Los países están cada vez más interconectados entre sí, en lo político, en lo económico, en lo financiero, en medios de comunicación y fuentes informativas, en lo artístico y cultural. Esto es, estamos en la era de eventuales neumonías no sólo locales y nacionales sino también globales que, de no actuar apropiadamente, podrían tornarse más severas y frecuentes.
Por su parte la aceleración contemporánea hace que debamos acomodar la forma de gestionar los procesos a un ritmo vertiginoso. Nos obliga a cuidar, más que nunca en el pasado, nuestro rumbo sistémico por que llegaremos mucho más velozmente que antes hacia donde estábamos apuntando, sea un muro, una jungla, una ciénaga, un desierto o un mejor país y planeta. El liderazgo tendrá que ejercerse con más ágiles reflejos y sentido de la oportunidad, respaldado por una efectiva combinación de experiencia y de apertura para incorporar innovaciones. Necesitaremos contar no sólo con alarmas que suenen cuando estalle un incendio sino también con alertas tempranas que adviertan contra desvíos imprevistos no deseados apenas despunten. Tan o más importante que las alarmas será respaldarnos cada vez más en la prevención.
Lo aprendido y logrado a lo largo del desarrollo de la humanidad tiene un incalculable valor. Sería un despropósito no aprovecharlo porque es justamente sobre esas bases que un renovado pensamiento estratégico puede construir nuevas utopías referenciales, un nuevo rumbo sistémico y una mejor forma de funcionar. Opinión Sur ha dedicado libros y artículos a analizar la crisis sistémica contemporánea cuyos coletazos aún se hacen sentir; a entender su génesis y a proponer salidas sustentables en lo económico, social y ambiental. Estamos convencidos que las miradas del Sur, del Norte y del Oriente se complementan y que, bien entendidas, pueden sumar nuevas sinergias a las que, con no pocas dificultades, vienen emergiendo desde el fondo de la historia.
En estas líneas queremos bucear más allá de las soluciones a las que estamos todos, con justa urgencia, abocados. Identificar factores que permitan prevenir nuevas crisis y puedan hacer parte de muy diversas agendas políticas y económicas de nuestro tiempo.
No existen mandamientos para evitar crisis sistémicas del tipo que pareciera señalar el título de estas líneas y menos aún que, más allá de la evocación bíblica, ellos deban ser diez. Es que está claro (debería estarlo) que no habrá recetas; a lo sumo criterios orientadores para reforzar nuestra brújula. Sin embargo, el significado de la palabra mandamiento también refiere a un “precepto u orden de un superior a un inferior” y es en ese sentido que valdría considerar el listado que se propone: preceptos y órdenes surgidos de los intereses, necesidades y emociones de los pueblos para orientar la acción de quienes dirigen instituciones políticas y económicas tanto globales como nacionales.
Como no podría ser de otra forma y aunque recoge aspiraciones de muchísima gente, el conjunto de mandamientos que se propone está necesariamente abierto a otras creencias y prioridades. Es un bloque más en el proceso de construcción de una utopía referencial para lo que resta de este siglo XXI.
1.Abatir la pobreza y la desigualdad social y entre países
2.Impedir el deterioro ambiental
3.Cerrar la brecha educativa y tecnológica
4.Eliminar la corrupción y los sistemas delictivos agravados
5.Adoptar formas pacíficas de resolución de conflictos
6.Superar la alienación y el consumismo contemporáneo
7.Fortalecer la gobernabilidad democrática asegurando representatividad y justicia social
8.Celebrar la diversidad y luchar contra la discriminación y los intentos de homogeneizar el pensamiento
9.Cerrar el paso al egoísmo, la avaricia y alentar la generosidad y la salud psíquica
10.Mantener una permanente y siempre renovada búsqueda de significación existencial
Opinion Sur



