Tanto el crecimiento demográfico como el desarrollo económico en sus proyecciones hasta final del siglo autorizan un módico optimismo. Pero el futuro humano será manejable y sostenible a condición que logremos frenar el desorden geopolítico antes que sobrevengan múltiples catástrofes.
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El destino demográfico
Cada vez que la sociología busca un piso firme en las cifras acude a la demografía. Suele suceder porque las cifras son elocuentes, pero su interpretación y en particular su extrapolación son diversos y susceptibles de debate. Todo depende del contexto.
En primer lugar, el gráfico de la “explosión demográfica” asociada al desarrollo socio-económico es espectacular. Es capaz de asustar al mas sereno observador. Veamos:

Hasta el advenimiento de la era industrial, la población mundial aumentaba lentamente (1500-1800). Estaba sujeta a un equilibrio inestable entre una alta tasa de natalidad y otra alta tasa de mortalidad. Ese equilibrio caracterizaba a la sociedad tradicional, centrada en grupos familiares extensos, con alta mortalidad entre los niños y una corta expectativa de vida para los adultos. Todo eso cambió con el desarrollo económico y social, impulsados por la tecnología.
La expectativa de vida creció y la mortalidad descendió profundamente –no así la natalidad, que mantenía su alta tasa “por arrastre” (rezago cultural). Los hábitos y las costumbres tardaron en ajustarse a las otras variables. La brecha consiguiente produjo un crecimiento poblacional vertiginoso, en especial en los países de desarrollo mas avanzado. Este proceso es fácil de graficar, y el resultado es elocuente. El gráfico presenta una S invertida. Con el correr del tiempo (es decir del desarrollo) la población alcanza un nuevo equilibrio mas estable. Entre un polo y otro del proceso (área gris del dibujo) se produce la “explosión.”

Modernización y desarrollo
Las ciencias sociales –producto intelectual de ese mismo proceso—analizaron el cambio a veces con alarma (teoría de Malthus[1]) y otras veces con mayor tranquilidad (sociología de la modernización[2]).
La teoría de Malthus era sencilla y contundente: cuando la población excede los recursos naturales disponibles, se produce una “corrección” catastrófica por medio de hambrunas, epidemias y guerras, hasta encontrar un nuevo equilibrio. La teoría no tomaba en cuenta el avance tecnológico de la productividad, que conseguiría alimentar a un número de personas en aumento permanente –aunque hasta cuando no sabemos.
Por su parte, la teoría sociológica de la modernización propuso una perspectiva mas tranquilizadora. El cambio social produciría una reducción significativa del núcleo familiar, un número de hijos mucho menor, y una mayor racionalidad electiva en la población. Esta teoría preveía un nuevo equilibrio entre natalidad y mortalidad y por consiguiente un freno social a la explosión demográfica en los países a partir de un cierto nivel de desarrollo.
Con la globalización del proceso modernizante[3] y aun contando con una fuerte desigualdad planetaria, el llamado “Tercer Mundo” alcanzaría un grado de desarrollo similar al de los países modernos primerizos. En la sociología anglo-sajona esta teoría tuvo su auge en las décadas del 50 y 60. La sociología latinoamericana la acompañó paso a paso con similares expectativas.
Las proyecciones demográficas, económicas y sociológicas no son catastróficas, pero sólo si hacemos abstracción del riesgo geopolítico.
Con el paso del siglo 20 al 21 y el fenómeno de la globalización (muy mal manejada por el Primer Mundo), las cifras demográficas y de desarrollo social parecen confirmar la teoría sociológica, aunque de vez en cuando cunde un pánico. Los datos de las Naciones Unidas prevén un “techo” de población mundial entre 10 y 11 mil millones de personas al final del siglo 21, a partir del cual la población comenzará un descenso paulatino, a una velocidad variable aun no determinada. [4]
Al escribir este artículo, la población mundial ha llegado a los 8 mil millones. De ahora en adelante se esperan 3 mil millones mas y ahí el crecimiento se detiene[5], si todo sigue igual (ceteris paribus), lo que por supuesto nunca se da. Como reza el dicho popular italiano ‘Tra il dire e il fare c’e di mezzo il mare’ (entre el decir y el hacer [entre hoy y mañana] hay un mar de por medio). ¿Por qué no se da? Porque interviene una variable no prevista ni por la demografía ni por la teoría sociológica de la modernización, a saber: la dimensión geopolítica. La pregunta acuciante es ¿qué puede suceder de aquí hasta fines de siglo? ya que no es prudente esperar que en los 77 años restantes (un lapso de 3 generaciones) las cosas sigan como en el presente.[6]
El mar que nos separa de un futuro sostenible
Las mismas Naciones Unidas, en la voz de su Secretario General, han sonado varias alarmas que podemos llamar neo-malthusianas. Si seguimos maltratando a la Tierra como hasta ahora, es probable que en las próximas décadas la naturaleza nos propine unas grandes bofetadas. En palabras del Papa Francisco “La naturaleza no perdona nunca. Se las cobra. Vos usas la naturaleza y se te viene encima. Un mundo recalentado también nos saca de la construcción de una sociedad justa, fraterna.”[7]
El fenómeno de la globalización, asi como los procesos de desarrollo y demográficos, parece seguir una curva que también se puede graficar de distintos modos. Un gráfico interesante muestra, siguiendo la forma de un paquidermo, quiénes fueron los ganadores y los perdedores de la globalización entre 1988 y 2008:

La curva del elefante muestra cuánto aumentó el nivel de ingresos en los distintos grupos sociales del mundo durante dos décadas, desde el 1% más pobre (a la izquierda), hasta el 1% más rico (a la derecha). En general, la mayoría de la población mundial vio crecer sus ingresos. Ese aumento está representado por la parte superior de la curva (equivalente a la espalda y la cabeza del elefante. La baja de la trompa se debe a la gran crisis financiera del 2008). Pero la mejora general de ingresos, aun si fuera mas justa y equitativa, seguirá aumentando la presión sobre la naturaleza, el medio ambiente, y los recursos.
Añadiré a lo anterior lo siguiente: La misma globalización (integración coordenada) no es para nada una curva ascendiente interminable. Después de alcanzar un “techo” hace dos décadas, ha entrado en aparente declino. La globalización es una curva de nacimiento, auge y deterioro.[8]
El riesgo geopolítico
Si ahora salimos de las curvas anteriores, entramos en geopolítica, y seguimos la multiplicación de conflictos y el resquebrajamiento del mundo en bloques (des- globalización), la curva geopolítica descendente (de la coordinación a la anarquía) aparentemente no se recupera[9]. Esta es la otra curva que se interpone a las de crecimiento demográfico y desarrollo económico. La caída de la globalización aquí significa el deterioro de la acción común y concertada a favor del egoísmo sectorial y nacional.
La fórmula que está detrás de este segundo proceso es archí-conocida. Se la conoce como “la tragedia de los comunes” que acompaña al proceso de desarrollo en sus distintas modalidades. La tragedia de los comunes refleja un conflicto social sobre el uso de los recursos comunes (como por ejemplo peces del mar, pastos, bosques, etc.) en donde los intereses personales (en geopolítica léase nacionales) entran en conflicto con el interés común. A la racionalidad de las distintas partes (es decir países) corresponde la irracionalidad del conjunto. La ganancia sectorial o nacional temporaria conduce a la pérdida de todos en el largo o mediano plazo. La sobreexplotación de un recurso común por un grupo o un país en muchas ocasiones acaba reduciendo el bienestar social e incluso perjudicando al propio sector que está provocando esa sobreexplotación. Hasta hoy no se ha encontrado una solución práctica a este dilema.
Globalización en crisis y sin reemplazo
Con la caída del modelo (injusto) de globalización anterior, el mundo presencia el resurgimiento de “soberanías” mal entendidas, de pugna entre potencias establecidas y emergentes, y del abandono de reglas que antes disciplinaban las relaciones internacionales, no a favor de otras mas racionales, sino a favor de una “multi-polaridad” anárquica. En otras palabras, a la globalización anterior hoy le suceden un “sálvese quien pueda” y “la ley del mas fuerte.” Esta situación puede afectar seriamente todas las previsiones demográficas y sociológicas de desarrollo.
En resumen, los grandes desafíos demográficos y ambientales sólo son manejables por un consenso (o al menos por una convivencia civilizada) internacional de una humanidad que incida menos en la destrucción de la naturaleza, que no desvie recursos en conflictos bélicos y carreras armamentistas, y que se embarque en un programa de largo plazo para distribuir ingresos y organizar futuras sociedades en las que predominarán los ancianos, se automatizará cada mas la producción, y en la que los jóvenes, que serán minoritarios, no se sientan abrumados con tareas reemplazables por máquinas y cerebros artificiales y al contrario, se sientan liberados para realizar tareas solidarias y creativas. Si, por el contrario se acentúan las tendencias geopolíticas actuales, se han de cumplir los diagnósticos de Sigmund Freud[10] (malestar civilizatorio [Unbehagen der Kultur] con pulsión auto-destructiva), y de Jean-Paul Sartre (“l’Homme est une passion inutile” o, extrapolando: la humanidad estaría sujeta a una serie de pasiones inútiles y violentas).[11]
Hablando en buen criollo: la humanidad es capaz de destruirse antes de alcanzar un equilibrio demográfico sostenible y realizar su enorme potencial científico y tecnológico positivo.
[1]
El economista británico Thomas Malthus afirmó, en 1798, que mientras que la población humana crece según una progresión geométrica, la capacidad de aprovechar los recursos del planeta crece al ritmo de una progresión aritmética, mucho más lentamente. Por ello, se agotarían los recursos del planeta hasta llegar a un colapso o catástrofes sin precedentes. La teoría de Malthus no tuvo en cuenta la capacidad de la ciencia y la tecnología para aumentar y generar la producción de nuevos recursos, aunque estos no son infinitos.
[2] La teoría de modernización (circa 1960) consiste en que para que los países en vía de desarrollo alcancen un nivel de industrialización y prosperidad económica digna de una sociedad moderna, es necesario que cambien en sus valores y estructuras sociales. Las observaciones presentadas por los proponentes de esta teoría son basadas en gran parte en el desarrollo histórico de los países del norte y apuestan a la convergencia de todas la sociedades en un mismo modelo. En América Latina el exponente principal de esta teoría fue Gino Germani. La expresión mas exagerada (y equivocada) de esta teoría es la de Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man (1992).
[3] Por globalización entiendoun fenómeno basado en el aumento continuo de la interconexión entre las diferentes naciones del mundo en el plano económico, político, social y tecnológico.
[4] La Tasa Global de fecundidad (en disminución constante) se define como el total de nacimientos de madre de un determinado ámbito ocurridos en un año, por cada 1.000 mujeres en edad fértil (de 15 a 49 años de edad). La cifra mínima de mantenimiento de una población es 2,1 como promedio de nacimientos. Con la excepción temporaria de algunos grandes países africanos y otros de Medio Oriente, casi todos los demás se ubican por debajo de esa cifra.
[5] Ver el ensayo de Nguyen Ba Than, The Demogra-fate Hypothesis (2021). En esa humanidad en vías de reducción numérica, la composición geográfica, étnica, racial, y etaria será muy distinta de la que hoy tenemos, pero sin alterar la disminución del conjunto.
[6] Ver al respecto el artículo de David Miliband,. “The World Beyond Ukraine,” en Foreign Affairs, April 21, 2023.
[7] Entrevista al Papa publicada en Opinión Sur, Iniciativas, abril 2023.
[8] El primer intento contemporáneo de formular este ciclo se debe al famoso físico Enrico Fermi, con sus proyecciones probabilísticas sobre otras civilizaciones en el universo (1945). Sus conclusiones se conocen como “la paradoja de Fermi.”
[9] La globalización parece seguir una curva estadística de distribución “normal” del tipo campana.
[10] Sigmund Freud, Civilización y sus descontentos (1930); Jean-Paul Sartre, El ser y la nada (1943).
[11] El país que hoy presenta la imagen de ese futuro y que es un laboratorio social estilizado, es el Japón. Es un país-laboratorio por su insularidad y su matriz étnico-cultural compacta. En casi la totalidad de todos los otros países, la matriz es mucho mas compleja.
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