Crisis en Estados Unidos: sugerencias

La crisis de Estados Unidos presenta importantes desafíos internos. Se desarrolla una virulenta pugna entre sectores para evadir o deslizar los costos de la crisis. Mientras algunos lucran con ella, el resto intenta subsistir hasta capear el temporal. Las soluciones que se adopten condicionarán fuertemente las trayectorias futuras. Cuando la turbulencia pase será muy difícil transformar las nuevas dinámicas que se hubiesen establecido. Ante eso no sirve una mirada azorada. Es crítico analizar sobre la marcha las consecuencias de las distintas estrategias de salida a la luz de los principios fundacionales del país. La crisis no requiere de otros principios; más bien somete a prueba los existentes. No son recomendables costosos “salvatajes” que en lugar de relanzar el país sobre bases más inclusivas pudieran reforzar procesos de concentración.Estados Unidos atraviesa una crisis que afecta al país y al resto del mundo. Sus causas son complejas y diversas. Desde hace un buen tiempo Juan Eugenio Corradi ha ofrecido desde la sección Geopolítica de Opinión Sur su aguda visión sobre la naturaleza del proceso que origina la presente crisis. Basado en esa perspectiva y en nuestra experiencia en el Sur pensé si tendría algo que aportar a la opinión pública estadounidense.

En verdad al principio esta idea me pareció algo extraña porque consejos y sugerencias tienden más a seguir un curso Norte-Sur que uno Sur-Norte. Después también recordé con qué resistencia recibíamos en el Sur las recetas enlatadas generadas en ciertos organismos y usinas ideológicas del Norte. Y me dije que por respeto a nuestros hermanos del Norte no tenía derecho a reproducir esos errores. Cualquier sugerencia que pudiera ofrecer no debería ser comprehensiva ni categórica porque quienes viven en ese proceso tienen mejor comprensión de sus potencialidades y vicisitudes; esas circunstancias son innumerables, cambiantes, singulares; a veces obvias, otras profundas enraizadas en tradiciones, visiones y afanes nacionales de larga data. De este modo, las líneas que siguen son simples sugerencias para reflexionar, que pueden o no servir de insumos a quienes hoy están abocados a enfrentar la severa crisis que les afecta.

Principios básicos que es necesario respetar cuando se buscan soluciones

Cada sociedad es portadora de ciertos principios básicos que hacen a su identidad y se proyectan en su accionar. Estos principios deben ser respetados e integrados a las soluciones que buscan superar los problemas, sean éstos grandes o pequeños. Sólo si alguno de esos principios resultase incompatible con los tiempos que se viven podría ser abandonado o ajustado.

No es mi propósito enumerar el conjunto de principios fundacionales de Estados Unidos que aún guían el accionar ciudadano. Para efectos de este artículo permitanme escoger tan sólo algunos de los principios más valorados por el pueblo de los Estados Unidos.

El principio de la libertad de pensamiento y de crear y gestionar todo tipo de iniciativas que no violen leyes.

El principio democrático de ofrecer iguales oportunidades para todos.

El principio de unidad nacional y de cuidar a los más vulnerables.

El principio de responsabilidad frente a nuestros actos y las consecuencias que de ellos se derivan.

Por cierto que hay muchos otros e importantes principios pero, como acabo de indicar, este conjunto hace de buen sustento para las sugerencias que se ofrecerán en las siguientes líneas.

La co-responsabilidad frente a la crisis y las soluciones

En verdad, somos todos o casi todos responsables de una crisis, pero en diversos grados. No es el momento, y además es muy dificil, hacer una escala acabada y puntillosa del grado de responsabilidad de cada quien pero está claro que hay grandes diferencias entre actores

Podría afirmarse que los principales responsables directos son quienes generaron las burbujas especulativas que ahora se desinflaron y quienes no supieron o quisieron controlarlos como era su responsabilidad institucional. Ellos debieran afrontar los mayores costos para salir de la crisis. Responsables indirectos son quienes diseñaron las normas y regulaciones de política que condujeron al país hacia esta crisis.

Existen otros co-responsables que, sin haber generado esas burbujas, participaron de ellas y se beneficiaron con su existencia. También debieran ellos asumir su cuota de responsabilidad y del consecuente costo.

En alguna medida, todos los demás sectores de la sociedad estadounidense, por acción u omisión, tienen grados descendentes de responsabilidad y, como tales, les toca también participar, en esa menor proporción, de los costos de las soluciones.

¿Porqué este hincapié en los diversos grados de co-responsabilidad? Porque también en las crisis operan los grupos de interés. Los más ágiles, conectados o informados harán todo lo posible para deslizar los costos derivados de su co-responsabilidad sobre otros hombros. Frente a la turbulencia, el miedo y el desconcierto que atenazan las mentes comunes en una situación de crisis, aquellos más avezados aprovechan esos mismos factores para evadir costos y, de ser posible, aún lucrar con la crisis. Caben pocas dudas que, al final, la crisis será resuelta, ya que un país con el poder político, económico y militar de los Estados Unidos no se dejará facilmente colapsar. No se analiza en este artículo las transferencias de costos que los Estados Unidos pudiesen transladar a terceros países pero, desde la perspectiva interna, el tema es quiénes pagarán los desaciertos cometidos y qué segmentos de la sociedad estadounidense emergerán fortalecidos y cuáles debilitados o demolidos. Si el mercado es feroz en épocas normales puede imaginarse su voracidad en épocas donde límites y posibilidades se reestructuran violentamente permitiendo dramáticos avances y retrocesos. Afirma el dicho popular que “a mar revuelto ganancia de pescadores”, sólo que, en circunstancias de crisis, los pescadores gananciosos no suelen ser los más honestos, solidarios, aquellos preocupados por la situación del conjunto social, sino los más habilidosos para lucrar en medio de la desgracia de muchos. Toca a los reguladores y a una opinión pública conciente erguirse para alentar a quienes realmente ayuden a la recuperación y, al mismo tiempo, contener el abuso y la depredación, protegiendo al ciudadano común y en especial a los más vulnerables.

Soluciones justas y efectivas en el transcurso de capear el temporal

Frente a una crisis los más audaces operadores aprovechan el miedo y el riesgo cierto de un colapso generalizado para moldear a favor de sus intereses las soluciones destinadas a capear el temporal. Mientras que la mayoría busca refugio hasta que amaine la tormenta, los audaces hacen pingües diferencias en el transcurso mismo del temporal. Ellos no están preocupados por hacer frente a las consecuencias directas de lo que está sucediendo. Que sean las agencias públicas, las organizaciones religiosas o de desarrollo, los ciudadanos comunes quienes las asuman. Los especuladores tienen su energía libre para aprovechar la coyuntura. En los países del Sur hemos visto hasta el hartazgo que las crisis efectivamente generan oportunidades pero que esas oportunidades no están democraticamente al alcance de todos. Quienes disponen de liquidez, de contactos, de información privilegiada, suelen lucrar desaforadamente, mientras que el resto, acorralado por los efectos de la crisis, apenas si puede concentrarse en subsistir durante el temporal. Cuando la turbulencia pasa ya es tarde para recomponer situaciones: las dinámicas que se establecen son luego más difíciles de transformar.

Hay mucho que precautelar en una crisis y este autor es incapaz de identificar todo lo que sería necesario realizar. Tan sólo puedo señalar que el desafío no pasa por sobrevivir el temporal sino por aprovechar para el bien del conjunto social las oportunidades forzadas o paridas por la crisis. En particular, dado el foco de Opinión Sur en los sectores poblacionales de la base de la pirámide social, puedo sugerir algunas medidas de emergencia para ayudar a estos sectores de modo que logren emerjer de la crisis fortalecidos y no debilitados.

Durante la crisis y no después de ella, se impone dinamizar la movilización productiva de los pequeños productores; hacerlo de inmediato, con fuerza y determinación. Es imprescindible fortalecer las condiciones de funcionamiento de la amplísima base del aparato productivo estadounidense: con crédito y acceso a capitales pero también facilitando información sobre buenas oportunidades de mercado y modernas ingenierías de negocios que están disponibles. No se trata de hacer un poco más de lo mismo sino aprovechar el “mezclar y dar de nuevo” que llega con la crisis para dar paso a algo mucho mejor y sustentable.

Estados Unidos tiene los instrumentos necesarios para encarar una iniciativa de significación y trascendencia. Pero la envergadura del desafío exige reforzar esos instrumentos. Ya existen fondos comunitarios de capital de riesgo (Community Venture Capital Funds): deben capitalizarse y multiplicarse aprovechando la experiencia acumulada en las dos últimas décadas. Existen programas públicos y privados orientados a los pequeños emprendimientos productivos: es el momento de incrementar su financiamiento y poner sobre ellos la máxima tensión. Hay una banca especializada en pequeños créditos: es necesario desarrollarla aún mas y universalizar su cobertura.

Todo esto es posible y necesario. Pero hay algunos otros elementos catalíticos que pueden enriquecer dramáticamente la movilización de la enorme base productiva de los Estados Unidos. Ellos tienen como común denominador el conocimiento.

Catalizar una mejor salida de la crisis

La comunidad científica y tecnológica de Estados Unidos es impresionante. Podrá no ser perfecta y de hecho habrá mucho por mejorar, pero la ciencia y tecnología de ese país es un instrumento inigualable para movilizar con efectividad su base productiva. Su foco principal no ha sido en general el de los pequeños productores y, aunque nadie podría recomendar que se descuidasen otras áreas de importancia estratégica, lo cierto es que hay un margen enorme, hasta ahora pobremente aprovechado, para favorecer una explosión productiva desde la base de la pirámide social; esto es, facilitar el desarrollo acelerado pero sustentable de un número significativo de promisorios pequeños emprendimientos.

Enfatizamos la noción de “promisorios”, que va asociada al concepto de excelencia, porque no se trata de reproducir mediocridad o emprendimientos no sustentables sino hacer germinar lo mejor del espíritu emprendedor e innovador. Sólo que la excelencia, para adquirir una envergadura significativa, tiene que plantearse no para un puñado de iniciativas sino para la inmensa mayoría de los pequeños emprendimientos. ¿Cómo encarar tamaño y tan complejo desafío? Por de pronto no debiera sorprender que es con las crisis que se generan condiciones para intentar nuevas soluciones para viejos problemas. Más que observar azorados el avance de la recesión y de la especulación, se trata que la comunidad científica y tecnológica se declare en emergencia y respalde en medio de la crisis a los pequeños emprendedores para que puedan aprovechar los nuevos espacios económicos. De este modo, en lugar de emerger de la crisis con una sociedad aún más desigual, Estados Unidos podría encontrarse con una base productiva más ancha, dinámica y creativa.

Hay miles, decenas de miles de emprendedores listos para encarar el desafío. No faltan oportunidades pero las condiciones para poder aprovecharlas deben estar disponibles. Se requiere mayor conocimiento socioeconómico dentro de las redes de inversores ángeles que apoyan a pequeños emprendedores y, de ser posible, acercar ingenierías de negocios (como los sistemas de franquicias, los consorcios de exportación, las centrales de servicios) capaces de articular pequeña producción hoy dispersa en organizaciones de porte medio de modo de poder acceder a mejores umbrales de oportunidades. Se necesita también articular los inversores ángeles con más fondos comunitarios de capital de riesgo, nuevas desarrolladoras de buenos negocios que sirvan a la base de la pirámide social, multiplicar mecanismos de promoción de la innovación social, reorientar las Escuelas de Negocios para mejor atender a los pequeños productores, activar la responsabilidad mesoeconómica de las empresas líderes de cadenas productivas de modo de incorporar explicitamente en su matriz de decisiones el impacto de su propio accionar sobre proveedores, distribuidores y las comunidades en las que desarrollan sus negocios (más allá de los tradicionales programas de relaciones públicas o corporativas). No hace falta decir que el rol del sector público se agiganta con la crisis, tornando aún más imperioso mejorar la asignación del gasto público y eliminar la regresividad del sistema impositivo.

Es inacabable el listado de posibles acciones y medidas para emerger lo mejor posible de una crisis. Pero el criterio ordenador básico es encarar la crisis sosteniendo a ultranza aquellos principios que el pueblo estadounidense considere que son fundacionales de su identidad y del porvenir que desean. No existen principios para épocas normales y principios para momentos de crisis. Las crisis no requieren de otros principios sino de medidas de emergencia consustanciadas con esos mismos principios. Libertad de pensamiento y de crear y gestionar iniciativas, democratizar oportunidades, preservar la unidad nacional, cuidar a los más vulnerables, asumir responsabilidad frente a nuestros actos y las consecuencias que de ellos se derivan, son principios que no desaparecen con las crisis; son más bien sometidos a prueba por ellas. Con esta brújula los estadounidenses pueden explorar nuevas avenidas para salir fortalecidos y ojala renovados de la crisis en lugar de acudir a costosos “salvatajes” que terminan exacerbando graves fenómenos de concentración económica.

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