La Asamblea General de las Naciones Unidas acaba de aprobar por amplia mayoría (124 a favor, 11 en contra y 41 abstenciones) la creación de un marco global para guiar la reestructuración de deudas soberanas de modo de evitar que fondos buitres puedan seguir acosando a países como está sucediendo hoy con Argentina. Fue una votación histórica que abre una pequeña esperanza acerca de cómo se frena la desenfrenada codicia, la especulación financiera que extrae para su propio provecho enormes cantidades de valor que no generan sino que es producido por el esfuerzo de millones de trabajadores y emprendedores. Por cierto, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido han votado en contra aduciendo que ese tipo de iniciativas (tratar la reestructuración de deudas soberanas) no es de la incumbencia de la Asamblea General sino de otros espacios institucionales. Nos imaginamos que están pensando en el Fondo Monetario Internacional donde de facto ejercen poder de veto o quizás en ningún espacio específico de modo de posponer todo lo que se pueda la regulación supranacional de la especulación financiera, una dimensión casi inherente al funcionamiento de los sistemas financieros contemporáneos.
La cuestión de fondo hace obviamente a la pugna permanente sobre quien conduce el mundo; quien o quienes tienen derecho a conducir los asuntos globales y quienes, en la práctica institucional y de los poderes reales, están conduciendo. Porque es conocido que quien conduce procura, de una forma u otra, hacer valer sus propios intereses por sobre los intereses y necesidades de los demás. Ojala el paso adelante dado por la Asamblea General de las Naciones Unidas no sea tan sólo un fogonazo de coraje y de buen sentido sino una señal geopolítica en cuanto a la necesidad de avanzar en transformaciones sustantivas para el bien del planeta y del bienestar general.
Cordial saludo.
Los Editores
Opinion Sur



