Los fundamentalismos creen sostener verdades eternas. De esa creencia se derivan decisiones para encarar con las mismas medidas situaciones que son singulares, siempre diferentes por su naturaleza y su contexto; un absurdo de muy costosas y trágicas consecuencias. Quienes controlan el poder económico y político en Europa y otros países encaran la crisis con un fundamentalismo que, en esencia, procura preservar desmesurados privilegios subordinando a ellos el bienestar general y el cuidado del medio ambiente. Cargan contra un descontrolado déficit fiscal y un enorme sobre endeudamiento privado y soberano sin reconocer su responsabilidad en generarlos.
Los mueve la codicia pero no son estúpidos: saben que no pueden defender abiertamente que lucran a costa de las grandes mayorías porque las víctimas de su accionar terrminarían desplazándolos. Encubren así sus privilegios construyendo mecanismos que intentan sacralizar como si fuesen verdades reveladas y sistemas eternos. No defienden un mercado donde millones de voces e intereses encuentran formas de coordinarse y de complementarse para bien de todos; imponen en cambio el eufemismo de «los mercados» como organizadores de nuestra forma de funcionar y vivir, escondiendo que desde esas plataformas son ellos quienes toman las principales decisiones económicas.
El privilegio nunca busca suicidarse, al menos concientemente, sino lograr formas de asegurar que sus privilegios puedan mantenerse; camuflan objetivos y resisten transformaciones que amenacen abatirlos. De ahí que sea aboslutamente crítico elevar el entendimiento y la habilidad para construir un sistema económico conducido por quienes defienden a la sociedad en su conjunto. Toca desterrar fundamentalismos que enmascaran los intereses del privilegio desbocado y hacerlo de tal modo de evitar que otros fundamentalismos sustituyan a los que hoy nos subyugan. Nuestro norte es la democracia plena, una democracia sin tapujos, sin trabas, privilegios y manipulaciones; democracias que necesitarán transformarse con las circunstancias y a medida que como individuos y sociedades logremos desarrollar mejores niveles de entendimiento, generosidad y organización. Un esfuerzo permanente, abierto a cambiantes desafíos, que bien vale asumir.
Confiamos que los artículos de este mes contribuyan en esa dirección.
Cordial saludo.
Los Editores