¿Acontecimientos ocasionales o resultados sistémicos?

Cuando algunas cuestiones puntuales funcionan mal no cabe señalar que no sirve el sistema económico y político en el que vivimos. En cualquier sistema pueden ocurrir, de hecho ocurren, episodios y hechos nefastos debidos a conductas perversas o erradas de determinadas personas o grupos. Vale cuidarse de generalizar y extrapolar acontecimientos ocasionales como si caracterizasen y condicionasen el rumbo sistémico siendo presentados como resultados inevitables de la forma de funcionar en cuyo contexto vivimos y accionamos. Es que aun con errores, imperfecciones, tensiones y cierto nivel de contradicciones, el rumbo adoptado podría ser apropiado para dirigirnos hacia un desarrollo más justo y sustentable y la forma prevaleciente de funcionar, nunca perfecta y siempre mejorable, podría ayudar a construir una firme trayectoria hacia esa anhelada utopía referencial.

Sin embargo, cuando la forma de funcionar lleva a un acelerado proceso de concentración de la riqueza y de los ingresos generando creciente desigualdad social y dejando a inmensas mayorías en la pobreza y la indigencia; cuando el capital financiero se apodera del timón global e impone un rumbo altamente inestable con el sólo propósito de afianzar sus privilegios; cuando ese poder económico se proyecta sobre el sistema político, mediático, educativo, ideológico cooptando cómplices que ayudan a silenciar voces contrarias a esa dominación; cuando tanto en situaciones «normales» como en épocas de crisis hay quienes lucran inmisericordemente a expensas del dolor y el sufrimiento popular; cuando el accionar corporativo destruye el medio ambiente que es la base esencial de la sobrevivencia del planeta; cuando la economía real (millones de micro, pequeños, medianos y grandes productores) es subvertida y tomada por asalto por la especulación financiera y los sistemas delictivos agravados; cuando lo que se produce con mayores tasas de ganancia son armas, energía no renovable, drogas y otros «bienes y servicios» no orientados al bienestar general; cuando el espectacular desarrollo científico y tecnológico es apropiado y orientado por intereses sectoriales; cuando las personas caemos en una alienación existencial minada por graves adicciones, desorientación e inacción transformadora; cuando la cultura hegemónica impone valores de codicia, egoismo, ninguneo de los otros y promueve gratificaciones sólo materiales, consumismo, violencia para resolver diferencias, fundamentalismos de todo signo; pues cuando esto y mucho más predomina en una época y momento histórico, se torna imposible atribuirlo a acontecimientos ocasionales. Estamos frente a resultados lamentables pero esperables, casi inevitables de un mal rumbo sistémico y de una destructora y no sustentable forma de funcionar.

Los artículos de este número de Opinión Sur sustentan el punto de vista de esta nota editorial y ofrecen perspectivas diferentes a las impuestas como hegemónicas. Sostenemos, sumándonos a muchas otras voces, que ningún sistema es eterno; que es imprescindible para bien del planeta y la humanidad cambiar el rumbo sistémico y transformar nuestra forma de funcionar. Esto implica construir lo nuevo con determinación, responsabilidad y habilidad, utilizando para provecho general aquellos conocimientos y logros que los pueblos han esforzadamente producido a través de los tiempos.

Cordial saludo.

Los Editores

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