_ – Acerca de la ira
_ – Acerca de un lejano pogrom
_ – Acerca de los silenciosAcerca de la ira
Cuando la ira inunde tu pecho, no permitas que tu lengua se ponga a ladrar despreocupadamente.
Safo (610-580 AC)
Acerca de un lejano pogrom
En un lejano pogrom
le degollaron un hijo,
del que una noche me dijo:
«¡Era un gallardo Absalom!»
Carlos M. Grünberg
Acerca de los silencios
El silencio es un derecho que, sin duda, cada quien tiene. Guardar silencio es reservar un espacio para reflexionar fuera del parloteo cotidiano, para expresarse sin palabras, para custodiar secretos, para agredir con el ninguneo, para ejercer la modestia y la responsabilidad, para encaramarse en la soberbia de creerse con la razón, para llorar una afrenta, para procesar un duelo, como un acto generoso, como una mirada mezquina. El silencio sana o enferma; expurga pesares o es ejercido como castigo; es una expresión elevada o signo de bajeza. El silencio generoso y aquel otro egoista.
Cada quien efectivamente tiene derecho a sus silencios. Pueden ayudar en la construcción existencial o abrir deplorables abismos; aliviar o agigantar desconsuelos.
Los silencios llegan con notas mixtas de quien lo emite y quien lo recibe. Hay silencios filosóficos, religiosos, políticos, delictivos, psicológicos. Silencios espontáneos, inevitables, manipuladores, solidarios, cómplices. Silencios frescos y silencios calculados; silencios del alma y silencios de la mente; los que generan amor y los que ahondan distancias.
Hay silencios fáciles de sostener porque brotan con alegría y entrañan felicidad; otros muerden por dentro y arrugan el espíritu. Hay entre hermanos y parejas sin habla, silencios que lastiman. Silencios con dignidad conllevan el riesgo de tocar la frontera del castigo y de la retalación; es un camino de espinas internas. Silencios en paz ni acercan ni alejan pero limpian desde adentro.
Y están los silencios grandes; el del sobrecogimiento; el del universo y la naturaleza que habla desde nuestros silencios; el silencio de la cobardía y la deslealtad; el silencio de los holocaustos; del matador y su presa; y el más grande, el silencio de la indiferencia y del qué me importa.
Roberto Sansón Mizrahi