UN MUNDO AL REVES

Paul Klee, Angelus Novus[1]

Tenemos que volver a una interpretación de la historia que fue formulada por Walter Benjamin, inspirada en el dibujo de Paul Klee. El huracán histórico  empuja a un ángel irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso. El huracán y sus escombros son hoy para nosotros las dinámicas demográfica, climática y tecnológica que están fuera de control, y lo mismo sucede con las guerras.

El príncipe Talleyrand, ministro del Exterior de Napoleón Bonaparte –como lo había sido en los regímenes sucesivos desde antes de la Revolución Francesa hasta la restitución de la monarquía—hizo célebre la contundente sentencia “Es peor que un crimen, es un imperdonable error,” cuando se enteró de la ejecución del joven duque de Enghien por orden del emperador. Detrás del cinismo característico del personaje se escondía una verdad geopolítica, a saber, la distinción tajante entre la moralidad y la física del poder. Es la base de un análisis sobrio, sin pasión y con aplicación –sine ira et studio—que encontramos en el pensamiento y la acción de los mejores politólogos y estadistas, desde Tucídides, pasando por Maquiavelo, Hobbes, hasta Bismarck, Clausewitz, y en nuestra época Kennan, Niebuhr, Morgenthau, Mearsheimer y Walt.

La historia de los últimos cien años, sin ir más allá (para lo que se necesitaría una larga disertación) nos ofrece por desgracia una serie de crímenes de lesa humanidad muy vinculados con graves errores de estrategia. Mas aun, podríamos afirmar que muchos de esos crímenes no hubiesen sucedido sin los errores de estrategia. ¿Cuántas guerras pudieron evitarse con una visión geoestratégica más clara de lo que podía suceder? En este artículo me centraré en los más recientes, sin discutir otros más distantes (el tratado de Versalles, las decisiones militares de Hitler o de Stalin, el ataque japonés a Pearl Harbor, etc.).  Pero antes me permito avanzar una observación de carácter general.

Muchas narrativas históricas hilvanan los hechos como si se tratase de un proceso unidireccional con objetivos claros y conscientes por parte de quienes dirigen la acción política y militar. Aquí propongo una visión alternativa, a saber: la historia, y sobre todo lo que denominamos la gran Historia, es en realidad un avance hacia atrás –algo así como un vehículo con una sola marcha, la marcha atrás, en su caja de cambios.

Hoy en día, los grandes temas del destino geopolítico son tres: la demografía, el clima, y la tecnología.  De los tres se habla mucho y se hace muy poco.  Ni los líderes políticos de los distintos países y potencias, ni los dueños de los grandes monopolios, ni los jefes de las diversas fuerzas armadas, tienen estrategias claras de largo alcance, ni mucho menos control de los tres procesos.  Son, como todos nos-otros, observadores de procesos que se adelantan a cualquier control.  Pienso, como ejemplo, en el control de la natalidad en el país más controlador del mundo: la República Popular  China.  Su pasada política natalicia, “eficaz” por varias décadas, hoy se le vuelve en contra (pierde población, que además envejece) sin que pueda revertir el proceso.  Entretanto la “bomba demográfica” del Sur global (África en especial) ya ha estallado, y está cambiando la configuración racial e inmigratoria del planeta.  En cuanto a la población total mundial, los expertos esperan que más o menos se equilibre en 10 billones al final del siglo, y que comience a descender desde entonces (con un planeta super poblado y estresado) por un “proceso sociológico natural” de menguada natalidad siempre y cuando haya un desarrollo económico similar al de los países hoy “avanzados.”  Pero no es más que una proyección basada en experiencias anteriores. 

Algo similar sucede con la porción del cambio climático que se atribuye a la acción humana.  Vamos hacia un mundo recalentado y mucho menos agradable que el de hoy, con todas las consecuencias nefastas proyectadas en materia de espacio habitable, desplazamiento de poblaciones enteras, exterminio de muchas especies, y luchas por recursos escasos, que ocasionan guerras.  De todo esto también se habla mucho y se hace poco.  Para muestra basta un botón: la creciente irrelevancia de las advertencias al respecto por parte de las Naciones Unidas.  El proceso –fuera de control—nos lleva con gran velocidad hacia donde no queremos ir.  Vamos a reculones, mirando hacia atrás y contemplando la estela de desastres a nuestro paso.  “Caminante, no hay camino; se hace camino al andar” y el camino es al infierno ambiental.

En el caso de la inteligencia artificial –el emergente tecnológico principal de nuestro tiempo—los beneficios que trae en materia de investigación científica, atención médica, y coordinación de situaciones difíciles en organizaciones complejas se ven superados por los peligros que implica su avance en materia de sistemas autónomos, sobre todo en el caso de conflictos armados, donde la toma de decisiones por robots no está muy lejana, y bien puede escapar al juicio y al control de los humanos[2].  Para evitar esos peligros los diversos estados (que son los principales actores geopolíticos) establecen normas, pero estas medidas se encuentran a la saga del progreso técnico. En suma: en materia de IA los estados quieren estar al día, pero ese día les llega siempre al día siguiente. No bien establecen normas de regulación, éstas ya han sido previstas y superadas por el cálculo artificial, que escapa hasta a los “dueños” de las grandes plataformas tecnológicas y de la innovación.

Si descendemos de estas alturas conceptuales al quehacer geopolítico mas cercano, no es difícil percatar que la relación entre los estados de hoy se caracteriza por los siguientes rasgos:

Miopía estratégica.  Las dirigencias son cortoplacistas tanto en la guerra como en la paz.  Buscan resultados inmediatos sin considerar las posibles consecuencias no deseadas de largo alcance.  A lo sumo piensan en mañana pero no en el pasado mañana.  Esa miopía se manifiesta en las dirigencias democráticas, que cambian regularmente con cambios de gobierno, con la siguiente novedad: la polarización política interna conduce al veto recíproco o a una parálisis de decisión.  El ejemplo más claro es la política norteamericana, con su caótica y contraproducente  intervención militar en varias regiones del planeta (en especial en Medio Oriente). Pero también se manifiesta en regímenes dictatoriales, no a causa de polarización o alternancia, sino a causa de una hiper-centralización de decisiones, incapaz de corregir errores antes de que sea demasiado tarde. El ejemplo más claro es la decisión rusa de hacer una regla relámpago en Ucrania, que se transformó en una guerra indefinida de trincheras. Debemos recordar que hasta el momento, el tipo de guerra que prevalece es la guerra asimétrica entre poderosas fuerzas armadas y guerrillas de resistencia.  En estas guerras los más poderosos ganan todas las batallas pero pierden todas las guerras (Afganistán, Vietnam, Iraq, Libia, otra vez Afganistán, Gaza, y así sucesivamente).

Favorecer el conflicto por sobre la colaboración. El cambio de un mundo unipolar a un mundo multi-polar produce un auge del nacionalismo agresivo en todos los continentes.  Desde adentro de los países, está alimentado por el surgimiento de las derechas xenófobas y proteccionistas, cuya causa principal es el hastío de nuevas generaciones frente a vetustas y distantes instituciones de representación y justicia.  Tal caldo de cultivo hace que muchos agitadores puedan llegar al poder, pero una vez instalados al volante no saben conducir con sobriedad y sabiduría[3].  Un viejo proverbio turco que se remonta al imperio otomano retrata esta situación.  Reza así: “cuando un payaso entra en palacio, el payaso no se vuelve rey, pero el palacio se vuelve un circo.” Los nacionalismos pueden copiarse unos a otros, pero jamás harán sistema.  Una “internacional nacionalista” es un oxímoron.

La tentación anarco-capitalista.  Ninguna novedad.Es una vuelta al viejo lema anti-estatista: “laissez faire, laissez passer; le monde va de lui meme » [dejen hacer, dejen pasar ; el mundo va solo]. La expresión francesa  se refiere a una completa libertad en la economía: libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral y mínima intervención de los gobiernos. Fue usada por primera vez por los fisiócratas del siglo XVIII, contra el intervencionismo del gobierno en la economía. El problema es que ese mundo “que marcha solo” se dirige derechito a una versión global del conocido dilema de acción en las ciencias sociales: la tragedia de los comunes. La acción libertaria individual en especial con respecto a los bienes públicos conduce a un agotamiento de los mismos y por ende a un desastre colectivo[4].

Dada esta constelación de factores, hemos de esperar un mundo desarticulado y más violento que marcha a reculones.  Si sobrevive, la humanidad deberá dedicarse al final de este siglo a corregir los errores cuyas consecuencias no pudo o no quiso anticipar.[5]


[1] En la tradición hebrea, el ángel representa una alegoría de la «utopía mesiánica», que se resiste al progreso y que simboliza la catástrofe interminable.

[2] La tragedia ha sido anticipada en las películas de ciencia ficción, y con especial maestría en el film de Stanley Kubrick Dr. Strangelove (1964) , que combina la psicosis de un militar norteamericano con un aparato autónomo  soviético llamado “del juicio final” (Doomsday Device).

[3] La llegada al poder por agitación está analizada en el libro de Giuliano Da Empoli, Los ingenieros del caos, Madrid: Editorial Anaya, 2020.   En la gran literatura Thomas Mann retrata la situación en su novela corta Mario y el Mago: https://ww3.lectulandia.com/book/mario-y-el-mago/.

[4] Por ejemplo, cuando una persona decide fumar en un lugar público, se están complaciendo sus intereses a corto plazo, pero a término de largo plazo, están perjudicando tanto su propia salud, como la salud de los demás. Esto demuestra el principio de la Tragedia de los comunes.

[5] Recomiendo al respecto el libro reciente de un estratega francés, el general Dominique Trinquand, Ce qui nous attend.  L’effet papillon des conflits mondiaux (Lo que nos espera.  El efecto mariposa de los conflictos mundiales) Paris: Robert Laffont, 2023.

Si te interesó este texto puedes suscribirte completando el formulario que aparece en esta página para recibir una vez al mes un breve resumen de la edición en español de Opinión Sur

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *