Un Tema de Nuestro Tiempo
El título es un tanto exagerado y por supuesto irónico. No se trata de una teoría en el sentido estricto sino una serie de observaciones e hipótesis. “Envilecimiento” se refiere a la degradación, primero paulatina y luego repentina, de valores y prácticas a los que hasta no hace mucho estábamos acostumbrados. El cambio social es vertiginoso, pero no connota mejora en muchos órdenes de la vida.
No hay forma más sutil y segura de destruir la base de la sociedad que corromper la moneda.
John Maynard Keynes
Los argentinos conocen bien la Ley de Gresham porque la han vivido durante mucho tiempo. Gastan en pesos y ahorran en dólares. La ley está asociada con un financista de Londres que asesoraba a la reina Isabel Primera de Inglaterra, aunque esa ley ya la había anticipado Nicolas Copérnico, que además de astrónomo era economista y asesor del rey de Polonia.
Degradación monetaria
La ley explica un fenómeno monetario que se remonta a la antigüedad, es decir, desde que se acuñaron monedas con metales nobles (oro, plata) que en algún momento la autoridad emisora rebajaba mezclándolos con algún metal más “vil” (cobre, estaño). La ley establece que cuando en un país circulan simultáneamente dos tipos de monedas de curso legal, y una de ellas es considerada por el público como “buena” y la otra como “mala”, la moneda mala tiende a expulsar del mercado a la buena. La idea de base es que las personas tienden a ahorrar la moneda de mayor valor intrínseco y gastar la moneda “mala”, que permanece en circulación mientras la “buena” desaparece (en una cuenta extranjera, en una caja de seguridad o bajo un colchón). El comportamiento sigue vigente en la era del bitcoin.
Desplazamiento cultural
Este proceso de degradación y desplazamiento se da también en otros niveles del comportamiento humano. Refiriéndose al proceso de evolución cultural, el antropólogo y lingüista Gregory Bateson propuso que las ideas simplistas tienden a desplazar a las ideas más sofisticadas, y que en el ámbito de la comunicación, los mensajes vulgares y odiosos desplazan a los contenidos más armónicos y bellos, porque estos últimos son más complejos.[1] En nuestra época de redes sociales, el empobrecimiento del lenguaje es directamente proporcional a la velocidad de la comunicación.
Simplificación lingüística
Antes que Bateson, el escritor inglés George Orwell sostuvo una tesis similar, pero consideraba (con algo de optimismo) que el proceso era reversible. En su ensayo sobre la política y el idioma inglés, dijo lo siguiente sobre lo que estaba sucediendo con el lenguaje inglés:
“Se ha vuelto tosco e impreciso porque nuestros pensamientos son disparatados, pero la dejadez de nuestro lenguaje hace más fácil que pensemos disparates. El punto es que el proceso es reversible. El inglés moderno, en especial el inglés escrito, está plagado de malos hábitos que se difunden por imitación y que podemos evitar si estamos dispuestos a tomarnos la molestia. Si nos liberamos de estos hábitos podemos pensar con más claridad, y pensar con claridad es un primer paso hacia la regeneración política.”[2]
Erosión moral
En el terreno de la filosofía moral, hay autores que también señalan un fenómeno similar de degradación. Por ejemplo, si alguien viola una norma en forma visible y no es sancionado, sus conciudadanos más “virtuosos” y obedientes de la ley tenderán a imitarlo. De esta manera, el comportamiento inmoral desplaza al comportamiento moral.[3] Un caso notorio es este: a medida que los estados pierden legitimidad moral, la evasión impositiva se vuelve el fundamento del comercio internacional.
Recomposición política
En el campo político, una justificación tradicional de la existencia de los partidos modernos es la idea de que se constituyan en escuelas de liderazgos y se aboquen a la selección de lideres idóneos. Es un ideal que a veces funciona y a veces no. Ejemplos positivos recientes son la recomposición del partido Laborista inglés y su eventual triunfo en las urnas, y el intento actual de recomposición del partido Demócrata en los Estados Unidos después de la presidencia de Biden. Ejemplos negativos son la “captura” del partido Republicano por un movimiento neo-fascista en los EEUU detrás de un líder autoritario y plebiscitario.
La tendencia general en este momento y en varios países en particular es hacia lo que Max Weber llamaba “una democracia plebiscitaria con liderazgo autoritario.” Esos movimientos prescinden de las vías de representación política partidaria (y de todo filtro institucional) y establecen una relación directa y emocional entre un líder y sus seguidores. Se produce una gran simplificación lingüística: fogonazos y slogans de carácter “balístico”, la lógica binaria “amigo/enemigo”[4], los memes[5], y el dominio del vituperio sobre el raciocinio.
Se multiplican los ejemplos de la degradación del lenguaje político en conflictos tanto internos como externos en muchos países. La técnica oratoria (para usar un término viejo), es la antigua figura latina tu quoque (“tu también”). Se refiere a una falacia lógica y a una técnica argumentativa. El objetivo es desviar la atención de una acusación señalando que el oponente ha cometido la misma falta[6]. Atacar el comportamiento personal en lugar de abordar el contenido de un argumento es la argucia favorita. Términos como “terrorista”, “genocidio”, “imperialismo” pasan de un campo al otro como pelotitas de ping pong, hasta que pierden todo valor conceptual y persuasivo. En los EEUU la degradación de términos políticos tradicionales como “conservador” y “liberal” está bien establecida. También ocurre con los términos “fascista” y “comunista.” Las palabras pierden valor igual que una moneda.
El antídoto contra la polarización devaluadora de las palabras en circulación es el análisis conceptual preciso y el uso de términos alternativos, que debería ir más allá del ámbito científico y puramente académico[7]. Pero una cosa es cierta: no ha de suceder en las redes sociales donde la tendencia es al opuesto. No podemos pedirle a Elon Musk que promueva lo que Orwell llamaba “pensar con claridad.” Todo intento de vigilar o mejorar el lenguaje es acusado de “censura” o violación de la “libertad de expresión” –dos términos también degradados y usados como armamento (en inglés weaponization).
Inversión civilizatoria
En un ámbito más amplio –la historia mundial de larga duración– creo que estamos inmersos en la inversión de lo que el sociólogo alemán Norbert Elias denominaba el proceso de civilización. Su argumento era que la civilización implica un proceso gradual de auto-coacción y control social interiorizado por los individuos, a través de redes de individuos interdependientes (muy poco que ver con las redes sociales instantáneas de hoy en día). Esos individuos se volverían sobrios y educados. Su obra principal analiza cómo las normas sociales y el comportamiento humano evolucionaron desde la Edad Media hasta la modernidad[8].
Elias no alcanzó a vivir la posmodernidad y la era de nuevas redes, caracterizada por la seudo liberación de la auto-coacción y la exteriorización del control social por parte de las plataformas informáticas. Me atrevo a pensar que la reacción de Elias frente a estas tendencias sería considerarlas como un retroceso y un cierto envilecimiento. Vería con estupor la caída de nuestra época en un individualismo anómico y desconectado que se piensa super-conectado, es decir individuos que participan activamente y en forma voluntaria en su propia sujeción y manipulación[9].
No sabemos a ciencia cierta si esta reversión del proceso civilizatorio es unidireccional o sólo parte de un ciclo. Durante toda su vida, y en oposición a Elias, el famoso antropólogo Claude Levi Strauss consideraba que el proceso civilizatorio conducía inexorablemente al engrosamiento y embrutecimiento de la sociedad. Se hizo profeta de la actual desproporción y declino en las sociedades “civilizadas,” por oposición a las más sabias “primitivas.”[10]
En todo caso, ha llegado el momento de volver a visitar algunas teorías del cambio social cíclico[11], que conciben la historia como una sucesión de fases cíclicas, en lugar de una línea ascendiente de progreso continuo, poniéndolas al día con el tema de la globalización y sus tendencias contradictorias.
Debilitamiento del estado
Finalmente, en el ámbito que me es más familiar de la geopolítica, registramos el “lado oscuro” de la versión actual de la globalización, a saber, el retraimiento del estado. La sociología histórica y comparada hizo avances notables en la comprensión de la formación del estado moderno, en especial con la teoría de Charles Tilly[12]. Los estados en formación utilizan estrategias de coerción y extracción de recursos, ayudados por las guerras, para imponerse finalmente en un territorio nacional, con un monopolio casi absoluto del uso legítimo de la fuerza y su ensamblaje en un sistema de leyes e instituciones.
Hoy ese proceso parece involucionar “por arriba” por obra de flujos y organizaciones trans-nacionales, y “por debajo” por pérdida al menos parcial del control de la violencia (en especial el crimen organizado)[13]. Así como hubo un proceso histórico de concentración del poder y la violencia, a partir de grupos entre los que estaban desparramados, parecería que entramos en un ciclo opuesto, en el que el poder y la violencia se “desparraman” afuera del estado. Las mismas teorías sobre la formación del estado pueden aplicarse al estudio del debilitamiento o decadencia estatal en estos rubros:
(1) Pérdida del monopolio de la violencia
(2) Debilitamiento fiscal
(3) Erosión de la legitimidad
(4) Desafíos a la soberanía
(5) Fragmentación institucional
Estos procesos son visibles en muchos países, y “saltan a la vista” en América Latina.
Mis reflexiones son escuetas y el tema por supuesto excede el margen del presente artículo, pero tal vez estimulen a pensar e investigar este importante cariz de nuestro tiempo, que llamo en forma asaz provocativa el envilecimiento.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, este es el significado:
“1. m. Acción y efecto de envilecer o envilecerse.
Sinónimo.: | degeneración, degradación, humillación, corrupción, deshonra, vileza, prostitución. |
Antónimo: | ennoblecimiento” |
Pensemos cómo podemos promover el antónimo.
[1] G. Bateson, Steps to an Ecology of Mind, Chicago: University of Chicago Press,. 1972.
[2] https://www.orwellfoundation.com/the-orwell-foundation/orwell/essays-and-other-works/politics-and-the-english-language/
[3] Ver Hughes, R.C. “Breaking the Law Under Competitive Pressure.” Law and Philosophy 38, 169–193 (2019). https://doi.org/10.1007/s10982-019-09345-7
[4] Esta lógica termina afirmando el uso de la violencia no como ultima ratio (fundamento del estado) sino como prima ratio, es decir la anarquía.
[5] Imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet.
[6] Sería el caso de un médico que aconseja a su paciente dejar de fumar y dicho paciente le responde que él también fuma, así que, viniendo de él, el consejo no tiene validez.
[7] Un ejemplo notable es Norberto Bobbio en su análisis de los conceptos de derecha e izquierda: https://vburgos.online/PDF/Bobbio%20-%20Derecha%20e%20Izquierda.pdf
[8] https://ddooss.org/libros/Norbert_Elias.pdf
[9] El tema se la servidumbre voluntaria, que se remonta a un opúsculo de Étienne de la Boetie (siglo XVI) ha vuelto a preocupar a los analistas de procesos actuales a raíz del progreso de la comunicación y la informática. Ver al respecto https://comein.uoc.edu/divulgacio/comein/es/numero133/articles/s-suarez-servitud-tecnologica-voluntaria-algunes-preguntes-i-definicions.html
[10] Ver en especial el ensayo de Adam Shatz, “Jottings, Scraps, and Doodles,” en la colección The Meaninglessness of Meaning, London: London Review of Books 2020.
[11] Las más conocidas son las de Spengler, Toynbee, y Sorokin.
[12] Charles Tilly, Coercion, Capital, and European States, AD 990-1992, London: Blackwell, 1990.
[13] Ver al respecto https://ciaotest.cc.columbia.edu/wps/lea06/lea06.pdf
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