Nuevo orden económico internacional: ¿cuál es el rango de opciones?

La crisis contemporánea producirá cambios en el orden económico internacional. Las salidas de la crisis que se adopten determinarán la naturaleza de la transformación y qué países y grupos sociales terminarán favorecidos o perjudicados. Aunque debieran primar criterios de sustentabilidad y justicia, las crudas opciones son, en esencia, dar paso a un nuevo sistema económico global que mantenga, reemplace, extienda, abata o elimine los privilegios del orden que prevalecía en la pre-crisis. El proceso que culminó en la crisis global fue el resultado de una combinación de factores estructurales y circunstanciales que establecieron un rumbo y una forma de funcionar que condujeron a una creciente concentración de ingresos, del conocimiento y de la información y a un constante deterioro ambiental; su contracara fue el aumento de la severa desigualdad entre naciones y grupos sociales. Hoy se dan violentas pugnas, algunas abiertas y otras encubiertas, para influir sobre el tipo de salida de la crisis a adoptar y, en consecuencia, sobre el perfil del nuevo orden global de post-crisis.

¿Cuál es el rango de posibles tipos de orden económico internacional? Las opciones son múltiples pero podrían agruparse en cinco tipos principales:

(i) Un orden global que sea continuación del existente antes de la crisis. Una vez pasado el riesgo de colapso sistémico (al menos en el corto plazo), los países centrales lograrían recomponer la situación de pre-crisis: mantendrían lo esencial de la dinámica prexistente asegurando la reproducción de sus privilegios; el resto del mundo mantendría su posición de subordinación, rezago o exclusión del crecimiento global.

(ii) Un orden global que extienda el club de los privilegiados incorporando a las nuevas potencias emergentes. No se transformaría el proceso concentrador pero se ampliaría el número de beneficiarios del mismo; el resto de países seguiría rezagado o excluído de los beneficios del nuevo orden global.

(iii) Un orden global que reemplace los países y grupos sociales privilegiados de la pre-crisis con otros nuevos actores emergentes pero sin afectar la esencia del rumbo y forma de funcionar global. Es decir, se mantendría la presente dinámica que tiende hacia la concentración, desigualdad y deterioro ambiental pero desplazando actores privilegiados para que otros tomasen su lugar.

(iv) Un nuevo orden que no cambie la dinámica concentradora prevaleciente pero que ponga en práctica significativas medidas compensatorias para abatir el deterioro ambiental y la desigualdad (entre países y al interior de cada uno). Esto es, se mantendría la dinámica geopolítica y económica pero se establecerían importantes compensaciones vía subsidios o transferencias con lo que se conseguiría abatir, en algún grado, el deterioro ambiental, los privilegios y las agudas desigualdades.

(v) Un nuevo orden que transforme el rumbo y la forma de funcionar global de modo que su normal y esperable resultado sea la eliminación de la desigualdad y el deterioro ambiental. Se pondría en tensión el pleno potencial de la humanidad en base a valores y criterios de responsabilidad, solidaridad y creatividad. Con ello se tendería a eliminar el deterioro ambiental, los privilegios y las agudas desigualdades.

Está claro que cualquiera de estas opciones puede presentar infinidad de variantes según sean las circunstancias específicas de cada situación. También es cierto que el esfuerzo de concertación de voluntades requerido para implementar transformaciones, así como la resistencia al cambio de los sectores privilegiados, crecen cuando nos movemos de la opción (i) hacia la (v). Esto es así porque a medida que las transformaciones se profundizan e involucran a más países y grupos sociales aumentan exponencialmente las combinaciones posibles de relaciones que se establecen entre un mayor número y diversidad de intereses, necesidades y emociones, las cuales será necesario conciliar o, cuando menos, alinear.

La opción (v) es, sin duda, una utopía referencial; es decir, es una construcción tan ideal como deseada. Sin embargo, es una opción crítica porque, aunque su plena construcción no es realizable en el corto ni quizás en el mediano plazo, su adopción constituye una guía orientadora para ir construyendo desde nuestro presente una trayectoria global de desarrollo cada vez más sustentable, segura y justa. Puede, además, oficiar de brújula en fases de alta turbulencia o nubosidad.

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