No falta sólo potencia sino mejor rumbo

Ya entrado el siglo XXI no logramos encarar a plenitud importantísimos desafíos contemporáneos Viejos y nuevos problemas podrían resolverse cambiando el rumbo y reorientando voluntades y recursos. Pareciera cada vez menos posible que con “un poco más de lo mismo” o con piloto automático seamos capaces de sortear situaciones muy difíciles. El desafío crucial es preservar la nave y escoger un mejor rumbo que acoja constructivamente tan diversos intereses y necesidades.
Es cierto, no es sólo vigor lo que falta en economía, en política, en ciencia y tecnología, en movimientos sociales, en nuestro desarrollo personal, sino sabiduría, inteligencia, experiencia, habilidad, generosidad, para utilizar mejor esa potencia escogiendo rumbos promisorios para todos.

Ya entrado el siglo XXI y a pesar del vigoroso crecimiento económico, de la fenomenal tecnológia disponible, del enorme conocimiento científico, del esfuerzo inclaudicable de personas de buena voluntad, no logramos encarar a plenitud importantísimos desafíos contemporáneos ni evitar que pululen afrentas, destrucción, desasosiego e inseguridad. El tema definitivamente no es tan sólo agregarle más potencia a nuestros motores sino redireccionar la marcha.

Surgen nuevos problemas y se reproducen viejos que podrían resolverse cambiando el rumbo y reorientando voluntades y recursos. Pobreza, desigualdad, fieros antagonismos, hambrunas, severo deterioro del medio ambiente, explosión en los precios del petroleo y de los alimentos, crecimiento de sistemas delictivos agravados, crisis financieras en los mercados centrales con implicaciones globales, suman desafíos – y no son todos- muy difíciles de confrontar . Algunos dicen que este tipo de problemas siempre existieron y que se irán resolviendo por la “normal” evolución de las cosas. Ojala tengan razón para bien del planeta y de quienes lo habitamos, aunque en verdad hay evidencias en contra que no cesan de acumularse.

Cuando las tensiones se agudizan al punto de comprometer la suerte de inmensas mayorías, cuando los conflictos y los desarreglos ya no afectan tan sólo a sectores o regiones sino que ponen en riesgo el funcionamiento sistémico, se hace muy dificil seguir creyendo que es posible con “un poco más de lo mismo” sortear situaciones, o que algún iluminado o un piloto automático puedan resolver los problemas, lograr mejores respuestas y despejar por su cuenta los gruesos nubarrones. Más bien emerge con fuerza la necesidad que cada quien asuma una cuota mayor de responabilidad y de determinación para hacer frente a esos desafíos. Fácil decirlo, no tan sencillo asumirlo.

Cambiar no significa desechar indiscrimadamente lo pasado; valen mucho los esfuerzos realizados, los logros, las experiencias, las trayectorias. Cambiar requiere utilizar la historia, lo aprendido, lo ya conquistado, también las penas, errores y retrocesos, para avanzar en mejores condiciones. Ajustar el rumbo no tiene nada que ver con quemar nuestra preciosa nave sino con direccionarla hacia un mejor puerto de mayor cohesión social y preservación ambiental.

Cuando nos preguntamos qué podemos hacer cada uno de nosotros para ajustar el rumbo sistémico saltan miles de dudas al comparar la complejidad del desafío con nuestras modestas fuerzas. Vale reconocer la magnitud del propósito y que existen parámetros de contexto que condicionan cualquier accionar; también que la historia de las civilizaciones enseña que personas y organizaciones incidimos sobre el rumbo que toman los procesos sociales, económicos y políticos. Si bien nadie por sí mismo y aislado es capaz de generar cambios sistémicos, la movilización del conjunto genera las condiciones para que esa transformación pueda materializarse. Necesitamos revisar comportamientos y expresar con claridad hacia donde aspiramos avanzar. Cada opinión pesa, cada voluntad movilizada hace una diferencia, más allá que exista una diversidad de visiones y preferencias respecto a los nuevos rumbos. Esta pluralidad de perspectivas e intereses permite enriquecer la construcción con el aporte de todos.

Voces e intereses

En verdad son múltiples los actores que intervienen y muy diferentes las cuotas de poder que cada uno detenta y ejerce. No todas las voces son escuchadas por igual; el eco de algunas resuena en muchos rincones del planeta mientras que otras sólo en el grupo familiar o en el vecindario. Sin embargo, el desarrollo en materia de comunicaciones permite que pensamientos, propuestas, anhelos, puedan circular más que en el pasado y conocerse aún en rincones muy remotos de países y del planeta. A pesar de la fuerte concentración que se verifica en los medios de comunicación, una gran diversidad de pequeñas y medianas usinas de generación de contenidos encuentra canales alternativos para hacer conocer nuevas ideas, experiencias, planteos, convocatorias, sorteando vallas y alambrados convencionales.

En el caminar social, casi sin excepciones, cada quien carga con intereses y necesidades (materiales, psicológicas, espirituales) que desearía poder cubrir. Esos intereses y necesidades particulares pueden ayudar, facilitar o impedir la realización de los demás. Para destrabar energías que refuercen nuestra capacidad de hacer es así necesario des-antagonizar lo más posible ese cúmulo de intereses y necesidades. Pero para reforzar nuestra capacidad de ser, como individuos y como planeta, toca al mismo tiempo alinear esos mismos intereses con una perspectiva diferente de bienestar y un horizonte no sólo cortoplacista sino también de mediano y largo plazo.

Des-antagonizar implica no ocultar sino encarar y resolver diferencias; poner toda la inteligencia y generosidad que logremos reunir para encontrar formas creativas que posibiliten grados aceptables de satisfacción de los diversos intereses y necesidades. La inteligencia es necesaria para diseñar soluciones que permitan converger y que premien el conocimiento, la innovación y el trabajo; la generosidad para asegurar espacios a los rezagados y más necesitados.

Otra noción de bienestar posibilitaría búsquedas de mayor significación existencial en lugar de empantanarnos en un exacervado y alienado consumismo sostenido en base a promover insatisfacción permanente, envidia, ansiedad. Ese nuevo perfil de aspiraciones ayudaría a reorientarnos hacia construir sociedades donde la paz, la seguridad, la buena convivencia, la colaboración, pesen más que un penoso y egoista “sálvese quien pueda”.

En lo económico existen mecanismos de funcionamiento de los mercados imperfectos que asignan recursos y energías entre múltiples opciones posibles. Estos mecanismos posibilitan la interacción de millones de voluntades de diferente naturaleza y tamaño. Como cada voluntad es portadora de sus propios intereses y necesidades, sectoriales o particulares, la racionalidad del conjunto emerge de multitudinarias fuerzas económicas canalizadas por la doble vertiente de ser al mismo tiempo oferentes y demandantes. Es imposible ignorar el dinamismo de estos mecanismos aunque es crítico evaluar las consecuencias de los diversos grados de imperfección de nuestros mercados y del modo en que hoy funcionan, que no es el único posible. Esto es, apreciar hacia dónde vamos, a qué costo social y personal y con qué efectividad, qué problemas resolvemos y cuáles generamos al avanzar, quiénes se favorecen mucho y quiénes menos, quiénes se perjudican algo y quiénes en cambio no logran sobrevivir y sucumben.

No nos falta potencia en los motores; el desafío crucial es el rumbo y cómo conseguir con una nueva dirección alinear constructivamente tan diversos intereses y necesidades. La real complejidad del desafío se hace más evidente cuando nos damos cuenta que debemos tomar decisiones con información siempre incompleta, tironeados y sesgados por pugnas de intereses y necesidades de las que hacemos parte. Dentro de esa niebla no queda sino acudir a una mezcla de conocimiento, experiencia e intuición, munidos de una brújula ética que marca como norte la compasión, la generosidad y la dignidad de cada quien.

¿Quiénes somos actores principales y de reparto en esa búsqueda de nuevos rumbos? Es el tema que intentaremos abordar en nuestra próxima entrega.

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