Como es de conocimiento público, se clausuró en diciembre la reunión internacional sobre medio ambiente en Bali, Indonesia. Después de mucho tira y afloja, y contra la resistencia empedernida de los Estados Unidos, cuyo representante fue en su oportunidad abucheada y cedió a último momento, se llegó a un débil acuerdo. Todos los países se comprometieron a “seguir el diálogo” por dos años mas. Verba non res dirían con ironía los romanos.
Entretanto, la emisión de dióxido de carbono en la atmósfera aumenta en forma acelerada. Estamos en la cúspide de un proceso de contaminación atmosférica –y de calentamiento global— que se inició hace 250 años con la primera industrialización. Fue el Occidente el pionero de esa industrialización –basada en el consumo de combustibles fósiles. Hoy sigue el Oriente, con el surgimiento de dos súper-potencias industriales: la India y la China. Este y Oeste, industrializados e industrializantes, hoy emiten gases de carbono. El ritmo es vertiginoso, a juzgar por las siguientes cifras: en 1899, a mas de un siglo de industrialización sostenida, la humanidad puso en la atmósfera unos 500 millones de toneladas métricas de carbono. En 1959, se emitían 2.500 millones. En 2004 la cifra se elevaba a 8.000 millones. A este ritmo se prevé que la emisión total de gases de carbono desde hoy día hasta el año 2036 será de 270.000 millones de toneladas métricas, a las que se añadirán otros 12.000 millones para mediados de siglo. Es una curva elocuente de lo que todavía se llama “progreso.”
Suponiendo que después de los próximos dos años de diálogo y disputas los gobernantes del planeta se decidan a hacer algo, ¿qué tipo de algo será?
Por la fuerza de sus economías y la seriedad brutal con que persiguen sus intereses nacionales respectivos, para que ello suceda, los Estados Unidos y China tendrán que tomar la iniciativa. De lo contrario, todo lo que puedan hacer los demás países valdrá poco.
Los Estados Unidos se desarrollaron sobre la base de combustibles fósiles abundantes y baratos, con escasa concurrencia internacional. China hoy crece en forma gigantesca sobre la base de sus reservas de carbón, y de todo lo que pueda acaparar –a veces inescrupulosamente—en materia de suministros energéticos, aquí y allá, sin preocuparse mucho por el cómo, el dónde ni el porqué. No muy lejos, la India le sigue el paso. Y detrás viene el Brasil. Seguirán otros. El problema es común, pero las estrategias son individuales. De ahí surge la paradoja de la acción colectiva: en la consecución “racional” del interés propio se sacrifica el interés del conjunto. La vía común es la mejor pero la mas difícil, porque los actores prefieren la acción egoísta y la recriminación reciproca al esfuerzo mancomunado. Por razones demostrables con modelos lógicos, los actores se traban en un círculo vicioso de reproches y argumentos del tipo tu quoque (“y tu también”).
Dada esta situación, para algunos expertos el dilema es el siguiente. Si China e India aceleran su industrialización por la vía existente, es posible que lleguen en pocas décadas a un nivel de desarrollo equivalente al de los Estados Unidos de hoy, en cuyo caso podrán preocuparse de conservar lo que les quede de medio ambiente no contaminado y tratar de racionalizar y mejorar la calidad de sus insumos y consumos, tal como ya sucede en países “post-industriales”, con Europa a la cabeza. Para muchos economistas, el ciclo del desarrollo implica fases sucesivas de extracción de recursos, crecimiento industrial con destrucción del medio ambiente, para llegar a un estadio avanzado de desarrollo post-industrial con recuperación , protección y conservación de recursos. Se trata de una versión moderna, “neo-liberal”, de la vieja ideología de libre comercio, cuya primera formulación la debemos a un fisiócrata francés: “Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui meme.”[i] [“Dejen hacer, dejen que todo pase, el mundo se las arregla solo”]. Desde Washington a Beijing el mensaje es el mismo: “Háganse ricos primero, y después arreglen las cosas.” ¿Y si llegan a ricos cuando las cosas no tienen mas arreglo?[ii]
En caso de elegir este camino, la humanidad corre el riesgo de perder en forma definitiva e irrecuperable preciosos recursos de la naturaleza: selvas vírgenes, diversidad biológica, agua potable, y aire puro. Miles de millones de personas habrán zafado de la pobreza para vivir en conventillos de lujo, tóxicos y atiborrados, gozando de imágenes digitales archivadas de un planeta agotado y perimido –tal como hoy los niños se divierten con películas de dinosaurios. Los zoológicos del futuro no tendrán jaulas ni jardines, sino pantallas. El agua será cara. Por las calles, en vez de parquímetros habrá cabinas con máscaras descartables donde la gente podrá comprar una bocanada de aire purificado y oxigenado. No es un futuro halagüeño.
La otra opción es ayudar y estimular a China para que adopte políticas públicas de reducción de las emisiones. Sólo los Estados Unidos pueden proveer ese estímulo y esa ayuda, con dos cosas: dinero y ejemplo. La adopción de técnicas mas limpias no es posible sin reducir su alto costo comparado con el de las técnicas sucias. Los Estados Unidos se pueden dar el lujo de invertir dineros públicos en la investigación y el desarrollo de energías alternativas, por una fracción de lo que invierten en pertrechos bélicos de dudosa aplicación, o en licitaciones públicas para favorecer a los “amigos del poder” y la llamada “patria contratista.” Ya que tanto la liquidez como el desperdicio son muy grandes en los Estados Unidos, una inversión racional para el futuro es económicamente factible. Los obstáculos son mas de naturaleza ideológica y política que de naturaleza económica.
Es curioso observar cómo las grandes compañías multinacionales (que hacen planes de largo plazo) hoy están muy a la vanguardia de los políticos y sus amigos contratistas en la búsqueda de energía alternativa y en la conservación del medio ambiente[iii]. Si el cambio de gobierno que se avecina en los Estados Unidos se traduce en un verdadero cambio de voluntad política, la solución será mucho mas cercana de lo que es hoy. Desde un punto de vista global, el obstáculo mayor no ha sido el “unilateralismo” norteamericano[iv]sino su falta de liderazgo en la última década. En su breve pero contundente intervención en Bali, el representante de Papua Nueva Guinea, dijo con angustia: “Hace mucho que les pedimos liderazgo y no lo dan. Si no están dispuestos a hacerlo, les pedimos otra cosa: por lo menos déjennos hacer a nosotros. Por favor háganse a un lado.” Pero el “hacerse a un lado” es una política puramente pasiva, cuando lo que se necesita es una política pro-activa. Los países avanzados, y en especial los EEUU deberían hacer grandes inversiones en tecnologías alternativas de energía, y luego “pasarlas” al resto, como se ha hecho con la tecnología de información. Perder el liderazgo en este campo es perder el futuro.
La reunión de Bali, como otras tantas anteriores, me hizo recordar el triste destino de la civilización maya. Los arqueólogos nos han demostrado que los mayas clásicos, organizados en integradas teocracias, después de varios siglos de magnifico funcionamiento tanto en lo social, como en lo económico, lo político y lo cultural, cayeron en desgracia. Con base económica fundamental estructurada en torno al cultivo del maíz (el grano-vida), los mayas alcanzaron y sobrepasaron el punto de saturación demográfico-económico permisible, quizás a fines del siglo VII.
Al bajar la producción del grano-vida, ante la imposibilidad de dejar “la tierra cansada” a que se recuperara naturalmente como habían hecho hasta entonces, los dirigentes mayas responsables de todo, los políticos, intelectuales y religiosos, los grandes sacerdotes gobernantes, trataron de encontrar la solución a los problemas en la misma forma que habían buscado y encontrado durante siglos: acudieron a los dioses. Si la tierra no producía, si estaba “cansada” los dioses lo resolverían… y así, los mayas se dedicaron a mas de lo mismo, a erigir un templo tras otro, monumento tras monumento por doquier… todo con objeto de honrar mejor a sus dioses, para que estos a su vez les ayudaran. Entre las actividades religioso-políticas que emprendieron, estaban las reuniones de jerarcas, junto al famoso altar de Copan. Su objeto era discutir acerca del método mas preciso para computar la duración del año solar y mejorar los cultivos. Pero los cultivos no mejoraban y la tierra cada vez “se cansaba” mas. A pesar de los impresionantes monumentos y las impresionantes reuniones, los dioses no le solucionaron el problema. La tierra no se recuperó, al contrario.
Las dificultades consecuentes de la menor producción pronto adquirieron carácter social. Así, a pesar de haber sido pacíficos durante siglos, recurrieron, para solucionar sus problemas, a la guerra. Quizás fue una lucha entre ciudades-estado, o entre grupos de deidades. Cada uno consideraba al otro responsable de no haberse resuelto los problemas. La solución buscada por medio de la guerra tampoco se encontró. El resultado fue: el fin de la época maya, decadencia y conflicto civil.[v] Luego llegaron los españoles. Es de esperar que nuestros grandes sacerdotes no pierdan el tiempo en forma tan lamentable como los mayas.
Frente a nuestro dilema actual, hay una tercera vía, de abajo para arriba, de Este a Oeste, y de Sur a Norte. Se trata de crear, en los países emergentes una infraestructura distinta para una cultura diferente: menos consumo, mas solidaridad, mas vida publica y en común, mas transportes y vivienda colectivos, menos viajes innecesarios, menos mercadería y mas consumo inmaterial, mayor creatividad, distintas formas de relacionarse. No veo porqué las múltiples ciudades que hoy surgen en China, por ejemplo, necesitan atiborrarse de millones de automóviles individuales para trasladar a las personas, en forma asaz ineficiente, de un lugar a otro. Hemos llegado a un punto en que –nos guste o no nos guste—la American way of life, basada en los suburbios, las carreteras, el automóvil privado, la hipoteca inmobiliaria y el consumo dispendioso de cosas dispensables, no es ni deseable ni sostenible. Un mundo futuro compuesto por 10.000 millones de personas que imitan al ciudadano norteamericano del 2001 me resulta no un paraíso terrenal sino una pesadilla abrumadora. La necesidad es madre del ingenio. Tenemos la imaginación y el deseo de otra cosa. Tenemos los medios técnicos de realizar otra cultura. Vayamos hacia ella.
[i] Vincent De Gournay, en el siglo XVIII. [ii] China construye una central termoeléctrica a carbón por semana. [iii] Para ejemplo, consulte el lector el siguiente sitio: http://www.saiplatform.org/ [iv] Conveniente espantapájaros de gobernantes latinoamericanos cuando se ven sorprendidos “con las manos en la masa” ( o en la alcancía). [v] Baso esta notas en el libro de Jorge Canseco Vincourt, La guerra sagrada, México: Instituto Nacional de Antropología Histórica, 1966.———————————————————————————–
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