Los animales (en fábulas y mitos) y la economí­a global

Nadie sabe si el capitalismo tiene, como los gatos, mas vidas en reserva. Sí sabemos que el desequilibrio mundial se ha vuelto insostenible y que la globalización que hemos conocido está por terminar. Las fábulas y leyendas nos enseñan bastante sobre el proceso.El gato y sus nueve vidas

Eric Hobsbawm ha llegado a una edad muy avanzada en plena lucidez. Es uno de los mas grandes historiadores del siglo XX. Durante largo tiempo fue miembro fiel del pequeño partido comunista inglés. Hace un año hizo declaraciones al periódico The Guardian sobre la situación mundial. Tituló sus apreciaciones de la siguiente manera: “El socialismo fracasó; el capitalismo está en bancarrota; ¿y ahora qué?”

La respuesta al interrogante del Dr. Hobsbawm no la puede dar nadie por el momento. Es la historia del gato y sus presuntas nueve vidas. Sabemos que el capitalismo es un sistema cíclico, con períodos de crecimiento y otros de retracción. Pero esos son ciclos cortos, que no afectan a la vida del sistema. Los ciclos mas largos (40 o 60 años) revelan otras crisis de mayor profundidad. Así fue con la gran depresión del 30 y lo es ahora con la crisis que comenzó en el 2007 y que no da signos claros de amainar. ¿Será ésta la séptima, la octava, o la última vida del gato? Modestamente yo me inclino por la hipótesis de que ésta no es la crisis terminal. Los reajustes que veremos serán difíciles y hasta dolorosos, pero producirán una renovación del capitalismo en nuevas latitudes. La actual crisis está produciendo un rápido desplazamiento de la dinámica económica de occidente a oriente, con la consecuente secuela geopolítica de un traspaso de poder, la declinación relativa de Europa y Estados Unidos, y un nuevo auge asiático en la conducción mundial. Queda por ver si las políticas de los distintos gobiernos y centros no gubernamentales de decisión harán de esta transición un proceso ordenado o si en cambio producirán un movimiento caótico. Como decía Den Xiao Ping, poco importa que el gato sea blanco o negro, sólo que sepa cazar ratones. Y ya que de China se trata, hablemos ahora del dragón.

La economía del dragón

El dragón es un ser mítico que aparece en las fábulas de muchas sociedades en todos los tiempos, desde la antigua China hasta el Hollywood de hoy día, en películas como Avatar. Como tal es reverenciado o temido, amigo o enemigo, ayudante o destructor. Tiene la costumbre de correr veloz y también se eleva en raudo vuelo. Su cola es larga y escabrosa, y termina en una punta de lanza. Cualquier niño lo conoce, en oriente y occidente.

La economía global, que prefiero denominar el capitalismo tardío, comparte características con el dragón. Los llamados mercados dominan todo; como el dragón exhalan fuego y arrasan países enteros; vuelan alto para quienes lo saben montar y (sólo por un tiempo corto) dirigir. Cuando se ensañan con algo o con alguien, ejercitan una furia devoradora. En su voracidad todo lo absorben y lo transforman en mercancía: el presente, el pasado, y sobre todo el futuro. El pasado es un entretenimiento empaquetado para el negocio turístico. El presente es colonizado con la mercantilización del pensamiento, el placer, la comunicación, y el uso del cuerpo en toda su extensión y hasta en sus vericuetos íntimos. Pero es la colonización del futuro la que termina matando a la economía del dragón. Los mercados se lanzan a especular sobre futuro, se adelantan a sí mismos y finalmente caen en el vacío, como el ave corredora en un dibujo animado.

Entramos en la economía del dragón cuando todo el sistema se centra en la creación y manipulación de la deuda. Los ejemplos visibles de deuda los conocen todos: el crédito al consumo, el crédito hipotecario, y el crédito de inversión, en lo privado; el déficit de gastos y los préstamos soberanos en el sector público. Los mas sofisticados “productos” de Wall Street en los últimos veinte años han sido formas de deuda. Cuando el monto de la deuda excede por mucho el valor de la producción y el gasto se adelanta por mucho a los ingresos, el sistema entra en crisis.

El capitalismo no es un sistema lineal, sino pendular. Tiene ciclos de expansión y retracción. No es ajeno a las crisis periódicas. Pero las peores crisis, las grandes, se dan cuando se conjugan la retracción pendular con una crisis financiera. La característica principal del capitalismo tardío es el dominio del sector financiero sobre la economía productiva. La forma de globalización del capitalismo tardío ha sido el trasplante de la producción material al Asia y en Occidente, la dedicación a productos financieros. Cada vez mas ha cambiado objetos por pagarés. Es por lo tanto un sistema vulnerable a las grandes crisis. En el lenguaje del mito, el dragón que todo lo come y todo lo quema, termina por morder su propia cola. En el reino animal, no en el mítico, el ser que así se comporta es un insecto temible: el escorpión. Hiere y mata con ponzoña, pero cuando se ve rodeado por un círculo de fuego, se clava su propio aguijón y se suicida.

La crisis que se desató en el 2007 y se extiende hoy por doquier es la peor desde la Gran Depresión de los años treinta. Sobre esto nadie duda. Sin embargo, sus características son especiales. En un estudio detallado de la historia de las crisis capitalistas, el Fondo Monetario Internacional hace hincapié en aquellas que combinan recesión con crisis financiera, y sostiene que estas son las mas largas, con un promedio de cinco años antes que las economías que la sufren puedan retomar la ruta del crecimiento. No podemos por lo tanto esperar una recuperación rápida en las economías centrales. Hoy estamos apenas en el tercer año de la crisis, por lo que habrá que esperar otros dos mas para ver señales de recuperación sostenida. Si nos guiamos por la crisis del treinta, ¡deberíamos esperar siete mas! Es verdad que la historia no se repite, pero si es cierto que rima. Otra conclusión importante de ese estudio es que las grandes crisis financieras por lo general desembocan en crisis de deuda soberana. Es lo que sucedió en el mundo en vías de desarrollo diez o quince años atrás, en Argentina y Brasil, Indonesia y Tailandia, Chile y Perú. Hoy estamos frente a una crisis de deuda típica del tercer mundo que se ha apoderado del primero. Esta es la novedad. Es algo muy grave.

Las crisis de deuda soberana tienen una evolución natural de cuatro etapas. Primero: en una crisis financiera los gobiernos tratan de rescatar al sector privado con cuantiosas sumas de dinero. En efecto, socializan las pérdidas del sector financiero con ahorros de los contribuyentes. De esta forma, la deuda privada se convierte en deuda pública. Con el aumento del gasto y la disminución de los ingresos (característica de toda contracción), el déficit de los gobiernos se eleva por las nubes. Para afrontar el déficit, los gobiernos tienen que pedir prestado –¡a aquellos mismos financistas que habían rescatado! Estos, es decir “los mercados” les cobran altos intereses, lo que acelera el círculo vicioso de endeudamiento y contracción. En algunos países surge el espectro del default. Esto ya está sucediendo en algunos países de la Unión Europea. Todos los países europeos –hasta los mas prudentes—han violado sus propios limites de déficit (4 veces mayor de lo pactado) e ignorado sus propios tratados. Todas las economías centrales (con excepción de China) han alcanzado un nivel deficitario record.

La segunda fase de la crisis es una espiral de endeudamiento público sin control. Para enfrentar los gastos, los gobiernos acuden a los mercados y pagan altos intereses. En suma, curan un mal con una mayor dosis del mismo. Cuando el déficit supera la barrera del 80% del producto bruto interno, los inversores se preocupan y a veces se espantan. El mecanismo de propagación de la crisis es entonces el miedo. El FMI estima que en los próximos cuatro años siete de las economías centrales mas desarrolladas tendrán déficits que superaran el 100% del PBI. ¡Vaya pronóstico!

La tercera fase de la crisis es la caída en la calificación riesgo de los países en cuestión. La descalificación se produce en cadena, y el valor de los bonos soberanos disminuye precipitosamente. Ya no es las Argentina del 2000 la que recibe una pésima nota sino Grecia, España, el Reino Unido y Japón. Así se llega a la cuarta etapa de la crisis.

La cuarta fase es el default, es decir, el repudio soberano de la deuda. Ya los mercados han sido advertidos que de cada dólar prestado a Grecia recibirán 30 centavos. País tras país se vuelve insolvente, y sobreviene un cataclismo interno, con fuerte pugna social e inestabilidad política. Y el default trae consigo una inevitable devaluación de la moneda.

Nada de esto es novedad para los argentinos y para los latinamericanos en general. Pero si es novedoso en Europa. Y queda un gran interrogante sobre la mesa: ¿serán inmunes al contagio los propios Estados Unidos? El rescate de los bancos, los programas de estímulo, y la producción lisa y llana de instrumentos monetarios por parte de la Reserva Federal norteamericana terminarán, según algunos observadores, en una forma “elegante” de default que es la devaluación. Mas allá de los vaivenes del mercado cambiario mundial, inflación y devaluación son los fantasmas que acechan en el horizonte temporal de la economía norteamericana. Un default liso y llano, es decir, el repudio de sus propios bonos, es por el momento impensable, porque conduciría a una guerra primero monetaria y finalmente militar. Imagine el lector este escenario: Los EE.UU. repudian su deuda y declaran una moratoria indefinida en el pago de sus bonos. China tomaría semejante acción como un agravio mortal y respondería con la invasión de Taiwán en quince días. Entraríamos así en la tercera (o la cuarta, si contamos a la guerra fría como tercera) guerra mundial. El escenario mas probable es otro, en cámara lenta: el pase inexorable pero pausado del centro de decisiones económicas de Occidente a Oriente, para mediados del siglo. En sus postrimerías, también el Imperio romano se vió obligado a degradar su moneda.

Para quienes piensen que semejante perspectiva es un delirio de mi autoría, los refiero a las declaraciones recientes de alguien muy diferente: nada menos que las del antiguo jefe de la Reserva Federal, el Sr. Alan Greenspan. En declaraciones reciente el otrora aclamado y hoy muy criticado “padre de la burbuja” sostuvo que los Estados Unidos no son inmunes a un futuro default ya que las políticas de estímulo y salvataje están produciendo una insostenible deuda soberana en el corazón mismo del sistema. Pero el Sr. Greenspan también es republicano, y por lo tanto suma su voz a las de quienes hoy claman (tanto en EE.UU. como en Europa) que hay que frenar el gasto. Sin embargo, si el gobierno norteamericano siguiera esa política, cometería el error de Franklin Roosevelt en 1937, cuando pensó que había recuperación y que había que terminar con el gasto cuantioso del New Deal. Al hacerlo, recrudeció la Gran Depresión. ¿Cómo zafar entonces de los cuernos del dilema? El problema inmediato es la deflación (crisis de demanda: hay demasiados productos y poco dinero para comprarlos). El problema futuro es la inflación (demasiado dinero en pos de pocos productos). El sistema mundial se encuentra por lo tanto entre la espada y la pared. Para aclarar la situación, el analista mas agudo del Financial Times, el Sr. Martin Wolf, recurrió él también a los animales de una fábula griega.

Los animales de Esopo

Sostiene Wolf que en la división mundial del trabajo hay tres actores principales: los países hormiga, que producen barato, exportan y ahorran (acumulando así enormes superávits), y los países cigarra (que gastan mas de lo que tienen y se endeudan). Las hormigas financian a las cigarras comprando bonos a cambio de mercancías. El tercer actor, según Wolf, es un insecto que no figura en las fábulas de Esopo: la langosta. Se trata del sector financiero, que actúa como intermediario (esta es su función principal) pero que acumula ganancias mucho mas allá de su contribución a la economía real. Este insecto es por lo tanto devorador y parasitario, igual que en la leyenda de las siete plagas.

Es evidente que este sistema es totalmente desequilibrado e insostenible, y que ha entrado en crisis. Para salvar al capitalismo mundial, las cigarras deberían ahorrar mas y endeudarse menos (un largo período de contracción y austeridad que pronostica para los países hoy llamados “avanzados”); los países hormigas deberían consumir mas (es decir redistribuir ingresos hacia los sectores populares explotados y desarrollar el mercado interno); y las langostas deberían ser fuertemente controladas, con reglas severas (llamémoslas “fumigación”). En el mundo occidental actual, en plena contracción de la demanda, el sector financiero dispone de por lo menos medio trillón de dólares que no es capaz de invertir en forma productiva. Una solución ideal sería que se inviertan en los países en desarrollo que hoy proveen materias primas a las economías dinámicas, sobre todo las asiáticas. Es la situación de varios países en America Latina. Pero estos últimos no están dispuestos o no son capaces de atraer fuertes sumas del extranjero, en parte porque, con la experiencia dolorosa de deudas pasadas, actúan con prudencia y vigilan de cerca las reservas y el superávit primario. Si la situación sigue así, es de esperar que a mediano plazo haya un repliegue generalizado hacia las economías nacionales, regionales, y locales. Esto podría ser índice del fin de la globalización tal como la conocemos después de 2 décadas. Nadie sabe, en suma, donde todo ésto va a acabar. Curiosa ironía: al fin de los tiempos, surge otra vez con fuerza una vieja contradicción: las relaciones de producción han desatado una gran explosión de las fuerzas productivas, pero dado la estructura inegalitaria de la sociedad mundial, no saben qué hacer con el excedente. No es una crisis de carencia o agotamiento de recursos (tal es el problema del discurso sobre la sostenibilidad), sino una crisis de abundancia en un mundo profundamente injusto y desigual. Para finalizar con las fábulas de animales referiré entonces al lector a la conocida obra de Orwell, Rebelión en la Granja. ¡Cuidado con los cerdos!

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