LA GUERRA: MODELO 2023

En 2022 volvió esa vieja zorra: la Historia, que muchos creían superada en el nuevo milenio.  Su expresión mas visible es la guerra, que a su vez demuestra que el interés material y pacífico es otra vez superado por la pasión del poder y la violencia[1].

En la transición del 2022 al 2023 podemos hacer una predicción segura:  tendremos un año nuevo muy movido, bajo los auspicios de un retorno de la guerra en todas su expresiones –de clásica a posmoderna y mas allá. Primera constatación: en el mundo de hoy presenciamos un rearme general.  Las principales potencias y algunos países menos poderosos pero muy ricos han aumentado el gasto militar a niveles sorprendentes.  Al frente van los Estados Unidos, China, Rusia, y los siguen otras potencias: India, Turquía, Arabia Saudita, y varias menores después.  Los países europeos también se han sentido obligados a aumentar el gasto militar: el Reino Unido, Francia y Alemania llevan allí la delantera.

Gasto militar de los principales países que se rearman

PaísGasto militar (in USD)% del PIB
Estados Unidos770 mil millones
(estable desde el 2021)
    3.7%
China230 mil millones
(+7% comparado a 2021)
    1.5%
Alemania110 mil millones
(+107% comparado a 2021)
    2.6%
India70 mil millones
(+10% comparado a 2021)
    2 .19%   
Reino Unido50-70 mil millones
(estable desde 2021)
    2%
Francia48-55 mil millones
(estable desde 2021)
    2.1%
Japón47 mil millones
(+1% comparado a 2021)
   1%
Arabia Saudíta46 mil millones
(-10% comparado a 2021)
   4.7%
Corea del Sur46 mil millones
(+4% comparado a 2021)
   2.8%
Rusia50 mil millones   4%

El total aproximado es de un trillón y medio de dólares.  Imagine el lector cómo podría gastarse (en este caso es también invertir) esa suma en beneficio de los indigentes, refugiados, y del medio ambiente (entre otras necesidades) cada año y en todo el planeta.  

La explicación no es difícil: basta un hecho precipitante –por ejemplo la invasión de un país por otro—para que todos los demás se sientan llamados a prepararse también, bajo una simple excusa universal: “por las dudas.”  Para cada estado individual se cumple la vieja sentencia romana “si vis pacem para bellum,”(si quieres paz prepárate a la guerra) que se traduce con una recomendación aparentemente de sentido común: “hay que estar preparado.”  Pero si nos alejamos de un actor individual y contemplamos el conjunto, vemos que el efecto general es el opuesto del supuesto beneficio individual.  El refuerzo de la seguridad de cada uno produce una inseguridad general.  Esta contradicción no es mas que una instancia de la tragedia de los comunes, como se la conoce en la teoría de los juegos.[2]  En este panorama no es difícil imaginar una guerra general que nadie controla, con el agravante que varios de los actores tienen como ultima ratio (recurso de ultima instancia) el uso de armas nucleares.

Si ahora pasamos del recuento empírico a la interpretación funcional, podemos apreciar que el proceso de rearme tiene funciones y disfunciones manifiestas y latentes[3].  La primera ya la hemos visto: el objetivo de proveer a la seguridad nacional tiene un efecto latente y perverso, que es contribuir a la inseguridad colectiva. Otra función –tanto manifiesta como latente—consiste en obligar  a rivales menos poderosos a gastar lo que a la larga no pueden, y además en pertrechos que distorsionan otros objetivos de desarrollo.  Por ejemplo: en la guerra indirecta entre Estados Unidos y Rusia, que se desata en territorio ucraniano, Europa se ve obligada a aumentar su gasto militar y seguir las directivas de los Estados Unidos, a través del mecanismo multilateral de la OTAN.  El resultado es mayor dependencia europea de la superpotencia americana en retirada, y una retracción del nivel de vida de la población europea (seguros sociales y servicios), que la aproxima a la norteamericana, de inferior calidad.  Una tercera función del rearme general se manifiesta en la calidad de la inversión bélica.  En este campo la ventaja norteamericana sobre casi todas las demás potencias (con excepción parcial de China) consiste en la proporción del gasto militar destinada a investigación y desarrollo (R&D), cuyo efecto neto es mantener la superioridad tecnológica.  Debemos recordar que el sector privado mas dinámico de la economía norteamericana y las grandes fortunas de los oligarcas que surgen en ese país, debe su impulso inicial y luego sostenido, a la inversión pública del aparato militar (se trata de un ‘socialismo’ perverso).  En este sentido hay una diferencia fundamental entre la oligarquía rusa y la norteamericana.  La primera se alimenta del robo mas o menos disimulado de los recursos del estado, sin mejorarlos demasiado.  La segunda se alimenta de jugosos contratos del Pentágono, en apoyo de tecnología de vanguardia. Producen individuos de altísimos recursos industriales y financieros que les permiten competir con los estados en áreas como la investigación espacial y hasta en las negociaciones entre estados (es el caso de Elon Musk)[4]. Los chinos, a su vez, siguen por este segundo camino, pero con mayor injerencia del estado.  Por lo tanto, importa menos la guerra fría o caliente (por interpósitos actores) entre Rusia y Occidente, que la otra guerra fría en ciernes, entre Los Estados Unidos y la República Popular China.

Recapitulemos:  2022 se cierra con un diagnóstico geopolítico reservado y algunas proyecciones inquietantes.  Entre los temas de mas urgencia está la guerra, que ha resurgido con nuevas características y graves consecuencias.[5]  Ya no es la guerra clásica, estilo Clausewitz,[6] es decir: inter-estatal y simétrica, como lo fueron las dos grandes guerras del siglo veinte.  No es tampoco el otro tipo de guerra que sucedió a la clásica: la guerra fría o congelada, ni tampoco la guerra terrorista y asimétrica que sucedió a la guerra fría.  Lo que estamos presenciando es una  guerra hibrida y comprensiva, que mezcla a todas las anteriores y las adereza  con la novedad cibernética, producto del continuo avance tecnológico.

El conflicto bélico en Ucrania la sintetiza en su forma mas dramática y expresiva.  Es una guerra clásica en su versión moderna pero es también una guerra posmoderna.  Combina elementos de las dos guerras mundiales (la Primera y la Segunda), por lo que se justifica llamarla la Tercera.  Comenzó como la Segunda Guerra Mundial (un intento de Blitzkrieg con tanques, aviación y artillería)[7] y luego se ha estancado, como la Primer Guerra Mundial, en una guerra de trincheras.[8] La guerra sicológica, que siempre acompañó a la guerra cinética (ataque a infraestructuras) está muy presente en formas novedosas.[9]  Además de misiles y balas, se enfrentan también las narrativas contrapuestas, hoy potenciadas por las redes sociales y los medios de comunicación masiva, en una pugna feroz de mensajes e imágenes opuestos, es decir en una continua “balacera” semiótico/electrónica.   La destrucción no es sólo de edificios y viviendas, sino de los sistemas de control virtual de los que depende la vida material en una sociedad compleja.

Pero allí un largo círculo histórico se cierra cuando el conflicto material y virtual ultramoderno produce el mismo efecto de antiquísimas guerras, a saber: el desamparo, el desarraigo y el desplazamiento de poblaciones enteras.  En resumen: es la dialéctica del iluminismo[10]  en su versión mas concreta.  La civilización mas avanzada retorna a la forma mas elemental y primeriza del poder y la crueldad.[11]


[1] La promesa de una superación de las pasiones guerreras por el interés material y anodino (de mercado) es analizada en forma magistral por el economista e historiador Albert O. Hirschman, en su libro Las pasiones y los intereses, Editorial ‎Capitán Swing Libros; 1era edición (24 Febrero 2014).

[2] La tragedia de los comunes es una generalización del dilema del prisionero ideada por Garrett James Hardin y publicada por primera vez en su artículo «the tragedy of the commons» (1968). En este juego existen n jugadores que hacen uso de un bien común (como por ejemplo, un terreno comunal). Aunque cada jugador puede participar en el cuidado de éste bien (lo que conlleva un costo para el que lo hace), todos los jugadores tienen derecho a usarlo, lo cuiden o no. De este modo tenemos un juego n-personal donde cada jugador tiene dos estrategias: egoísta o solidario, y donde la estrategia egoísta es dominante estricta, es decir, para cualquier perfil de estrategias puras el jugador j puede mejorar su pago si elige la estrategia egoísta en lugar de la solidaria. De este modo, el juego sólo tiene un equilibrio de Nash en estrategias puras y es (egoísta, egoísta,…, egoísta) a pesar de que, como en el dilema del prisionero, el beneficio para cada jugador termina siendo mucho menor que si todos hubieran elegido ser solidarios.  Ver al respecto http://viviendoconfilosofia.blogspot.com/2009/05/teoria-de-juegos-aplicado-problemas.html

[3] El análisis funcionalista surgió de la sociología norteamericana y tuvo gran auge en la década del 50 del pasado siglo (en particular Robert K. Merton, Social Theory and Social Structure, 1949 y revisado en 1963).

[4] Ha vuelto al mundo otra cosa que pensábamos superada: el rol del “gran hombre” en la Historia.  Nunca fue del todo cierto, pero en esta época los nuestros son fantoches peligrosos y en general incompetentes, incluyendo algunas mujeres.

[5] Aunque no llega hasta el presente, uno de los mejores estudios sobre la evolución de la guerra es del historiador Israelí Martin Van Creveld, La transformación de la Guerra, publicada por José Luis Uceda Editor en el año 2007 en  Buenos Aires.

[6] Carl von Clausewitz,  De la Guerra, Mexico: UNAM, 2013 (versión original 1832).

[7] En 1939-40 Alemania rápidamente invadió gran parte de Europa y salió victoriosa por más de dos años debido a una nueva táctica militar denominada Blitzkrieg (guerra relámpago). La táctica Blitzkrieg requería de la concentración de armas ofensivas (tales como tanques, aviones y artillería) en un frente angosto.

[8] Durante la Primer Guerra Mundial, en el frente occidental en 1914-1918, ambos bandos construyeron elaborados sistemas de trincheras, subterráneos y refugios opuestos entre sí a lo largo de un frente, protegidos del asalto por alambre de púas. El área entre líneas de trincheras opuestas (conocida como «tierra de nadie«) estaba totalmente expuesta al fuego de artillería de ambos lados. Los ataques, incluso si tenían éxito, a menudo sufrieron graves bajas.  En Ucrania es lo que habrá que esperar durante 2023.

[9] De acuerdo con los autores Rodrigo Mena y Kristin Bergtora Sandvik “La guerra en Ucrania, que puede describirse como un conflicto info-cinético, es la primera guerra en una sociedad con una economía digital relativamente madura, un sector tecnológico sustancial (incluido el sector tecnológico de la diáspora) y una alta tasa de adopción de tecnología y plataformas digitales. Desde la perspectiva de los estudios de paz y conflicto, a partir de mediados de la primavera de 2022, la guerra en Ucrania puede entenderse como una guerra de información, una guerra a través de la diplomacia digital, una guerra cibernética, y la primera guerra en la que Big Tech ha tomado parte activamente.https://iecah.org/humanitarismo-digital-en-una-guerra-cinetica-el-caso-de-ucrania/ 

[10] Me refiero a la obra de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, Dialéctica de la Ilustración, versión española , Editorial Trotta, 2018, publicada originalmente en 1947.

[11] A quien interese la repetición en la Historia puede visitar en el Museo Británico  los relieves en piedra encontrados en el palacio del rey Sennacharib, en Niniveh (hoy Mosul), en el norte de Iraq, que datan del 700-692 AC.  La representacion de prisioneros y civiles desplazados de la antigua Asiria es de una actualidad impresionante.

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