Geo y Política O cómo evitar la ira de los dioses

La palabra Geopolítica es una asociación de dos términos que hoy están en conflicto: el planeta y el sistema de relaciones sociales.  Este conflicto se hace cada día mas evidente y reclama mayor sensatez política, porque la respuesta de Geo, es decir de la madre tierra, podría ser terrible e inapelable.

 

Desde el origen mas remoto de la historia, los seres humanos crearon toda una variedad de dioses, y luego pensaron que los dioses los crearon a ellos, en una inversión útil y característica del pensamiento silvestre.  Mas adelante algunos creyeron que había un solo dios y esa creencia dio lugar a grandes expansiones de imperios y numerosas luchas de exterminio.

Desde un punto de vista racional no podemos afirmar la existencia divina.  Sólo la fe, y no la razón, afirma la presencia de un todopoderoso:  Credo quia absurdum (Creo porque es absurdo).  Pero desde un punto de vista científico, es decir sociológico, sí podemos afirmar  que las sociedades producen dioses y que tal creencia tiene funciones indispensables, sobre todo la capacidad de cimentar la solidaridad y evitar los estragos del egoísmo o la arrogancia.  Sin embargo estos últimos, tanto el uno como el otro, se asoman de tanto en tanto pretendiendo que la voluntad humana es un buen sustituto de la divina.  Así, tarde o temprano incurren en castigo.

Catástrofes demográficas, terremotos, pestilencias, diluvios y sequías azotan a los pueblos y estos vuelven a temer a los dioses.  En todas la narrativas de las distintas civilizaciones nada es mas terrible que la ira de un dios vengativo.  En la historia de las religiones, la ira divina es muy anterior a la compasión y al amor.

En literatura, la bronca de dios es un tema central.  Cuando pasa al cine, la furia divina es un buen recurso para cargar el espectáculo.  En la saga de López de Aguirre –un conquistador español que inició la serie de golpes militares en América Latina—el cineasta alemán Werner Herzog puso la venganza divina en el subtítulo de su película:  Aguirre. Der Zorn Gottes (Aguirre: La ira de dios) la llamó.

La película se centra en los dos meses de expedición en busca de El Dorado de los cuarenta hombres que Pizarro  decide mandar como avanzada al grueso de su destacamento. Una expedición capitaneada por Don Pedro de Urzúa, con Lope de Aguirre como segundo al mando, el representante de la corona española, Don Fernando de Guzmán y el sacerdote Gaspar de Carvajal como máxima autoridad eclesiástica (autor del diario sobre el cual se inspira el director).  Cuando Urzúa decide desistir de su empresa y volver al encuentro de Pizarro, Aguirre se rebela y toma el mando de la expedición.

“Yo soy el mayor traidor. No debe haber ninguno mayor. El que piense en huir será convertido en 190 pedazos. Y éstos serán pisoteados hasta que se puedan untar en la pared. El que coma un grano de más de maíz o beba una gota de agua de más será encarcelado durante 155 años. Si quiero que caigan muertos los pájaros de las copas de los árboles los pájaros caen muertos de los árboles. Yo soy la cólera de Dios. La tierra que piso me ve y tiembla”.

“Yo, la cólera de Dios, me casaré con mi propia hija, y con ella fundaré la dinastía más pura que jamás haya visto la tierra. Resistiremos. Yo soy la cólera de Dios. ¿Quién está conmigo?”

El afán de lucro y de poder  termina en la locura.  ¿Stalin, Hitler, Kim, Putin, Duterte, Erdogan, Trump? La sustitución de dios por el dictador completa la narrativa; en este caso termina en un demencial reino de náufragos y simios.

En la novela brasileña de Mario Andrade Macunaima, y en el correspondiente filme brasileño, hay una frase que presenta una de las causas de la ira divina.  Esa frase, retomada por otra película alemana, El misterio de Kaspar Hauser, reza así: “Cada uno para si, y Dios contra todos” (Jeder für sich und Gott gegen Alle)  Es la versión teológica de la tragedia de los comunes, donde el egoísmo individual resulta en un trastorno colectivo, invirtiendo el optimismo de Adam Smith y los filósofos escoceses, padres del liberalismo económico, para quienes el egoísmo individual, sumado en su conjunto, es bueno para el crecimiento económico.  Aquí se trata en cambio de lo que los economistas denominan una externalidad negativa.

Es bien sabido que la peor consecuencia del afán de lucro no coordinado ni regulado es el agotamiento de los recursos renovables y no renovables, desde las reservas de pesca hasta los hidrocarburos.  El calentamiento global que hoy experimentamos está directa e indirectamente asociado a un crecimiento económico desigual e incontrolado.  La naturaleza responde de manera catastrófica.

El deshielo global es un caso de los mas notables.  Recientemente los satélites han observado un desprendimiento de témpanos del continente antártico que tiene una superficie equivalente al estado norteamericano de Delaware[1].  Es decir, el hielo antártico que reposaba en el continente hoy flota en el océano, con un desplazamiento ya estudiado desde el descubrimiento de Arquímedes.  Si seguimos a este ritmo, un desprendimiento futuro del tamaño ya no de Delaware sino del estado de Texas, o de la provincia de Buenos Aires, produciría una elevación del nivel del mar de hasta unos cinco metros.  En ese caso, no sólo un sinnúmero de islas hoy habitadas quedarían sumergidas, sino que se inundarían las grandes metrópolis costeras. Según la revista Scientific American  “Esto no sólo no tiene precedentes en los 10.000 años que la civilización humana ha florecido, si no que Lagos, Shanghái, Sídney y Río de Janeiro, donde actualmente viven más de mil millones de personas quedarían sumergidos.”[2]  Podemos añadir a esta lista Buenos Aires, New York y Miami, entre muchas otras ciudades costeras.  La pregunta no es si esto sucederá sino cuándo.

Las consecuencias demográficas serían catastróficas, con cientos de millones de personas transformados en poco tiempo en refugiados climáticos.  Si a esto añadimos grandes sequías, y otras consecuencias ecológicas, un sector importante de las poblaciones a riesgo buscaría establecerse en regiones mas templadas y con acuíferos abundantes.  Países poco poblados en su interior, como la Argentina, serian objeto de invasiones, poniendo a riesgo su soberanía y creando conflictos violentos.

Algunos recursos naturales como el agua son indispensables para la supervivencia humana, razón por la cual existe interés en apoderarse de ellos, o de obtener beneficio de su escasez. América Latina cuenta con grandes reservas de recursos hídricos, por lo que se han presentado diversas situaciones conflictivas y malestar a nivel social, pero a su vez, se han delimitado los intereses de diversos actores del conflicto, como son los organismos internacionales de diferente orden, las transnacionales y los países desarrollados que han agotado o contaminado parte de sus reservas de agua.

En este escenario, serán los países desarrollados –responsables históricos principales del uso y abuso de los recursos naturales del planeta—los que estarán en condiciones de producir refugiados.  A diferencia de las grandes migraciones de pobres de hoy en día, se producirían migraciones de privilegiados también, estos últimos con poder institucional y poder de fuego.  Sin acuerdos globales como el acuerdo de Paris –hoy cerrilmente ignorado por el gobierno norteamericano—la humanidad correrá el riesgo de regresar a una Edad Media (ilustrada por las imágenes de Jerónimo Bosch) pero con un potencial bélico mucho mayor. La relación entre justicia social, coordinación internacional, y uso racional de la ciencia y tecnología bien pueden hoy evitar la catástrofe.  Los historiadores han demostrado que a lo largo de la historia los shocks económicos estuvieron asociados con la violencia inter-étnica, como por ejemplo los brotes de antisemitismo en Occidente.[3]  En un trabajo publicado el año pasado, Carl-Friedrich Schleussner y colegas descubrieron que el 23% de las guerras civiles entre 1980 y 2010 coinciden con desastres de origen climático en países con fracturas sociales y étnicas profundas.[4] El calentamiento global no hará sino exacerbar el problema.  La lección de historia es clara: sólo mejores instituciones políticas pueden limar las asperezas de tales conflictos. Es demasiado tarde para evitar el calentamiento global pero no es tarde para mitigar y desacelerar su progreso.

Deseo terminar esta nota desgajando el concepto de geo-política, en el espíritu de Macunaima.  En gramática, geo es un prefijo de origen griego que significa “tierra” y se utiliza en referencia a aquello que se relacione con ella.  Los significados asociados con este prefijo son: biosfera, clima, geografía, colectivo, y ecosistema.

Geo es la naturaleza y su fuerza en el planeta.  Geo ha sido ofendida por la disfunción política, nacional e internacional en que vivimos.  Tenemos que evitar urgentemente la venganza de Geo contra la locura y la estupidez de la Política, tal como la entienden los intereses hasta hoy privilegiados y los sistemas establecidos que los benefician.

 

[1] https://www.nytimes.com/interactive/2017/06/09/climate/antarctica-rift-update.html?emc=edit_na_20170712&nl=breaking-news&nlid=21302026&ref=cta

[2] https://www.scientificamerican.com/espanol/noticias/el-deshielo-de-la-antartida-podria-inundar-las-costas-antes-de-lo-pensado/

[3] http://www.noeldjohnson.net/noeldjohnson.net/Home_files/EJ%20Version.pdf

[4] http://www.pnas.org/search?author1=Carl-Friedrich+Schleussner&sortspec=date&submit=Submit

 

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