¿Forjadores del destino?

Al ser parte de una dinámica en permanente transformación ¿tenemos libertad para elegir trayectorias o estamos determinados por condicionantes mayores?; ¿construimos senderos o desandamos los existentes?; ¿somos capaces de influir sobre nuestras circunstancias o tan sólo nos adaptamos a ellas? En otras palabras: ¿somos resultado del destino o forjadores del mismo?
No es sencillo abordar estas preguntas aunque podemos avanzar un tanto si consideramos la diversidad de factores que inciden sobre cualquier proceso de transformación. Entre otros destacamos tres tipos fundamentales de factores: los que se presentan como parámetros que condicionan cada situación, los que emergen como circunstancias aleatorias y la actitud y determinación para actuar de los actores existentes. De la convergencia de estos diferentes tipos de factores emerge buena parte del potencial y la capacidad de transformación existente en cada coyuntura particular.

La dispar naturaleza de estos factores explica que cambios sociales acaecidos en tiempos y espacios diversos emerjan con algunos comunes denominadores asociados a la presencia de similares condiciones paramétricas mientras que, al mismo tiempo, muestran singularidades derivadas de distintas circunstancias aleatorias y del diferente accionar de personas y organizaciones.

Es en el contexto de las particulares condiciones paramétricas y circunstancias aleatorias de cada situación donde se ejerce el albedrío social e individual. Una cierta libre elección que estará siempre condicionada por esos parámetros y por la aleatoriedad de circunstancias aunque también sustentada en la voluntad y determinación de los actores que interactúan.

Aunque pueda parecerlo, está claro que nada permanece inmutable sino que la vida es un proceso en constante transformación, tanto a nivel personal como social: todo cambia con el tiempo y las circunstancias. Sin embargo, no siempre logramos reconocer los cambios a medida que van aconteciendo. Todavía menor es nuestra capacidad para anticiparlos y poder prepararnos para acompañarlos de la mejor manera posible. Para cubrir esta brecha, además de aplicar algo de intuición, acudimos al análisis y a la experiencia de avizorar tensiones que impulsan cambios; con esa base es posible desarrollar nuestra capacidad para percibir ajustes en los parámetros a medida que se producen, entrenarnos para reaccionar apropiadamente ante circunstancias aleatorias que pudieran presentarse y, muy especialmente, orientar nuestro accionar para adoptar trayectorias con la flexibilidad necesaria de modo que permitan absorber ajustes sobre la marcha sin renunciar al rumbo escogido.

En pocas palabras, la transformación personal y social habla de cambios que, al darse, van configurando la evolución de nuestro devenir como individuos y como sociedad; los cambios resultan de múltiples combinaciones posibles de condicionalidades objetivas, de circunstancias aleatorias y del propio accionar que de este modo constituye un ingrediente fundamental para el resultado final de cualquier transformación social.

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