Equilibrio y desequilibrio de poderes en el siglo 21

La teoría de equilibrio de poderes cuyo representante contemporáneo ha sido Henry Kissinger, presupone que cada uno de los contendientes en equilibrio goza de unidad interna. ¿Qué sucede cuando en cada uno, o en sólo uno, hay una grieta social y política difícil de reparar?  El equilibrio se rompe y los poderes se vuelven fuente de inestabilidad.

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En esta época etérea y engañosa, la geopolítica nos retrae al valor del mundo real, no virtual, porque se basa en dos grandes variables: la geografía y la condición humana, que nos rodean y acompañan siempre, para bien o para mal.  Alguien dirá que no son variables, sino constantes.  Mi respuesta es otra: también en estas formidables dimensiones, la historia hace su trabajo de modificación continua, aunque no sea visible en lo inmediato.  El suyo es un trabajo subterráneo, como el de un topo.  Tan grande es el trabajo de la humanidad sobre si misma (cuerpo y alma) y sobre su circunstancia (medio ambiente) que, como período geológico, al nuestro lo han llamado Antropoceno, la «Edad de los Humanos» que da por terminada la que conocíamos hasta ahora como el Holoceno. 

El Antropoceno se caracteriza por un proceso irreversible: la presión de la especie humana sobre el planeta ya ha desencadenado una dinámica de cambio climático que no ha sido posible ni prevenir ni contener.  Sólo queda ahora mitigar y adaptarse al calentamiento global, la subida del nivel del mar, episodios meteorológicos extremos, incendios y pandemias conocidas y por conocer.  A mi juicio no existe la posibilidad de un retorno a lo que se estimaba “normal” antes de la última pandemia.  La nueva “normalidad” será mucho más dura y penosa que la anterior, aun en el caso de grandes avances científico/técnicos, y de políticas públicas coordinadas y racionales a nivel global.[1]  La humanidad futura será, en el mejor de los casos, austera y estoica, y en el peor, anárquica y suicida.  En este artículo me limitaré a explicitar tanto los obstáculos como las posibilidades de cambio a nivel social,  y siempre desde una perspectiva geopolítica.

Las grandes variables que he indicado al comienzo de esta nota –geografía y demografía—establecen las condiciones necesarias pero no suficientes para que un país se eleve al nivel de potencia mundial.  Con respecto a la geografía valen tres dimensiones: la masa territorial, su protección en el entorno, y las condiciones físicas de su unidad.  Daré el ejemplo mejor conocido, a saber, el territorio que hoy comprende a los Estados Unidos.  Su territorio tiene dos ventajas: una enorme extensión que podemos llamar continental y que es además bi-oceánica.  De este a oeste está protegida por el mar, y de norte a sur, por fronteras sin peligro serio de invasión.  En resumen, se trata de una masa continental flotante, como un portaaviones colosal.  Además, esa masa continental carece de obstáculos geográficos internos que dificulten su integración.  Por el contrario, en su espina dorsal hay una cuenca fluvial y lacustre que desde el comienzo facilitó las conexiones internas. 

Con respecto a la demografía cabe señalar que el asentamiento inicialmente europeo fue exitoso y brutal al mismo tiempo: nada menos que la reubicación a sangre y fuego de grandes masas humanas – una blanca y dominante, una nativa desplazada por medio de una limpieza étnica sistemática, y un contingente de esclavos importados por la fuerza en  gran escala.  Tal unificación continental y violenta no fue novedosa.  En otros continentes ya había sucedido en siglos anteriores, por ejemplo en Francia con la consolidación de la monarquía absoluta partir el siglo 16, y en China durante varios milenios.  El talón de Aquiles de la unificación norteamericana fue, como es sabido, la esclavitud: una inmigración forzada que a diferencia de las olas inmigratorias posteriores, no fue integrada con el resto.  En tiempos mas recientes, la Unión Soviética hizo un intento frustrado de incorporación de distintas etnias con la brutal política de nacionalidades de Stalin.  En China, el dominio de la población Han sobre Tíbet y los territorios occidentales hoy en día hace recordar, en gran escala, a la antigua opresión central francesa sobre los territorios de Occitania y de Bretaña, y la severidad con la que impuso una gramática dominante sobre las lenguas regionales.  En el caso de los EEUU, dinámico y contradictorio al mismo tiempo, la variable demográfica se vuele negativa cuando estimamos su peso dentro de la población mundial: sólo el 5% del total planetario, pero es positiva a través de aportes inmigratorios de sectores jóvenes y productivos que evitan la esclerosis demográfica que hoy afecta a otros países “avanzados.”

Así como los EEUU gozan de una situación óptima en términos de las grandes variables, hay otros países que, en menor medida, tienen un potencial comparable. Rusia, China, y Europa (masas predominantemente continentales) se ven favorecidas por esas variables, y en el continente americano, el Cono Sur tiene elementos también comparables.  El resto del mundo tiene condiciones iniciales más difíciles, que debe compensar con otras variables.  Un ejemplo histórico exitoso de esa compensación es Inglaterra; y dos ejemplos frustrados son Alemania y Japón.  Las variables de compensación fueron, en el caso inglés el comercio y la marina, que duró varios siglos; en el caso alemán y japonés, el militarismo puro, tan catastrófico como breve.

Quienes conocen la navegación de alta mar, como es mi caso, saben que una travesía oceánica se caracteriza por períodos (algunos de ellos largos) de calma relativa y aburrimiento, alternando con otros de tormenta y de terror.  Lo mismo sucede en geopolítica. En el panorama de poder mundial, hay periodos (alguno de ellos largos) de estabilidad, y otros (siempre más cortos) de violencia y terror. 

En la época actual, las cuatro grandes zonas geopolíticas generadoras de poder mundial, i.e. América del Norte, Europa, Eurasia, y extremo Oriente, o sea, en su expresión soberana: Estados Unidos, Unión Europea, Rusia, y China, pueden ser comparadas en términos de la estabilidad respectiva de sus sistemas sociales. 

Después de un comienzo bélico en su guerra de independencia y la violenta secuencia de la Guerra Civil, los Estados Unidos han gozado de un extenso periodo de dominación con estabilidad, caracterizado como democracia republicana, liberal y federal.  A pesar de sus defectos, ha sido una sociedad abierta con alta movilidad social, que a su vez sustentó la legitimidad de las instituciones, un tira y afloja democrático, con alternancia gubernamental dentro de parámetros definidos. Su modelo social “abierto” facilitó, como ejemplo ideológico de soft power, su dominio mundial.

En ese mismo periodo, Europa se mostró altamente inestable y generadora de dos guerras mundiales en las que se desangró, hasta lograr tarde y a duras penas un esbozo de integración con moderación. 

Rusia se desarrolló a través de un sistema de represión durísimo (terror y progreso), y pasó de una forma de autocracia a otra, sin transitar por la democracia.  Su relativa estabilidad actual se basa en un contrato social precario que es como una mesa de tres patas: autocracia, cleptocracia, y sumisión social con relativa distribución de bienes y servicios a la población general. 

China es la gran potencia en ascenso, más dinámica que todas las otras en lo económico, y dirigida en forma vertical por un estado-partido que permite la acumulación capitalista a cambio de un control social minucioso, y que hasta ahora obtiene un consenso general y organizado desde arriba.

Durante la segunda mitad del siglo veinte, el dominio mundial fue compartido entre dos de estos cuatro centros.  La llamada Guerra Fría fue en realidad un condominio que se desmoronó con la desintegración de la Unión Soviética.  La inestabilidad rusa fue interna y contenida, y no provocó un terremoto geopolítico.  De condominio el mundo pasó al dominio unilateral pero breve de los EEUU, que fue seguido por la expansión de su modelo económico a zonas antes vedadas del planeta (sistemas socialistas) –en otras palabras, la globalización.  Pero esa misma expansión produjo, paradójicamente, el surgimiento de potencias rivales, en particular, la china. 

Así el poder norteamericano se enfrentó a nuevos desafíos para los que no estaba bien preparado, y su propia arquitectura de dominación montada durante la guerra fría se resquebrajó.  Más aun, el mismo modelo capitalista de desarrollo (neo-liberalismo) se volvió contra su país de origen, en lo externo (guerras inconclusas y agobiantes) y en lo interno (des-industrialización junto con novedosas y escandalosas formas de desigualdad social).  De esta manera, los Estados Unidos dejaron de ser el centro privilegiado de referencia mundial, y su modelo social se enfrentó al descontento de grandes sectores de la sociedad.  En especial, los sectores antes integrados y ahora en pleno retroceso social se han movilizado contra el sistema.  Como sucedió en Europa en el siglo anterior, esta movilización secundaria (para usar el concepto del sociólogo ítalo-argentino Gino Germani[2]) tiene un carácter autoritario y reaccionario.  De este modo, con su andamiaje institucional vapuleado y su sistema social deslegitimado, los Estados Unidos se han vuelto el epicentro de inestabilidad en el orden geopolítico, que ha dejado de ser el famoso equilibrio de poderes, pregonado por estrategas como Henry Kissinger.

Los poderes rivales (relativamente más estables) han de aprovechar sin duda esta situación inédita, en todas las dimensiones del dominio: industrial, comercial, cibernético y militar.  Lo que no logran imponer es un modelo cultural alternativo al American way of life.  Pero están trabajando en ello.


[1] Sobre el riesgo climático por pais ver el siguiente cuadro:  https://www.nytimes.com/interactive/2021/01/28/opinion/climate-change-risks-by-country.html

Para un studio completo consultar: http://427mt.com/wp-content/uploads/2020/12/Measuring-What-Matters-Sovereign-Climate-Risk-427_12.2020.pdf

[2] Según Germani “En los países en los que las clases medías han sufrido los efectos de cambios particularmente traumáticos, su desplazamiento y disponibilidad pueden causar su movilización (que es secundaria) a través de movimientos políticos que proveen una base de masas para el fascismo. Donde este proceso está ausente, el ascenso de un régimen fascista requerirá la intervención de otras fuerzas, comúnmente, de los militares. Pero la clase media proveerá todavía un apoyo sustancial (tal vez, a través de su aquiescencia) para la emergencia del régimen y para su consolidación.” https://sociedadfutura.com.ar/2020/10/14/seleccion-de-fragmentos-de-gino-germani-sobre-fascismo/

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