Encarando la crisis: estampida y soluciones

En una crisis cada quien procura evitar sus efectos o descargarlos en otros. Como en cualquier estampida, quien no logra correrse a tiempo termina aplastado por la manada.
¿Cómo podremos encarar esta crisis para mitigar sus efectos y emerger lo mejor parados posible? Dependerá de cómo evolucionen las circunstancias de contexto (que no controlamos) pero también, y muy especialmente, de nuestra propia forma de reaccionar: persisten viejos problemas que han minando nuestra potencialidad y nuevas decisiones esperan ser adoptadas. Esto sí cae en nuestra órbita de responsabilidad.
Enfrentamos una crisis mundial gatillada por el descalabro del sistema financiero de los países centrales. Sus efectos se hacen sentir en todos lados aunque de manera desigual. Hay una generalizada desaceleración y en muchos casos estancamiento o recesión. Los grandes jugadores internacionales analizan líneas de defensa y estrategias de salida; pueden incidir sobre el curso de los acontecimientos pero no evitarlos. Procuran coordinar sus políticas de modo de contener la primera reacción que fue un sálvese quien pueda o, más especificamente, me salvo yo a expensas de los demás. Queda por ver si la coordinación podrá sostenerse y cómo reaccionarán las economías emergentes, en particular locomotoras como China, India, Brasil y México.

En una crisis cada quien procura evitar sus efectos o descargarlos en otros. Como en cualquier estampida, quien no logra correrse a tiempo termina aplastado por la manada. Los mejor posicionados utilizan su mayor poder económico y su mejor acceso a información, contactos, conocimiento, para proteger con más efectividad sus intereses. Algunos lo hacen dentro de la legalidad y otros fuera de ella. La mayoría sabe que desproteger en forma individual el propio interés no ayuda a los más débiles sino que facilita la acción depredadora de cuervos y lobos; de ahí la importancia de elaborar respuestas a nivel de políticas y regulaciones.

Con el tiempo aparecen lecciones que los prudentes y los pescadores de río revuelto saben internalizar. El resto, que es mayoría, no logra desentrañar la lógica de la crisis, recibe los golpes, retorna al rebaño de los incautos y cae otra vez en un consumismo que despoja sus días de significación. Los cuervos y los lobos cambian de ropaje, blanquean su linaje y dan paso a una nueva camada de inescrupulosos trepadores.

¿Cómo podremos encarar esta crisis para mitigar sus efectos y emerger lo mejor parados posible? Dependerá de cómo evolucionen las circunstancias de contexto (que no controlamos) pero también, y muy especialmente, de nuestra propia forma de reaccionar: persisten viejos problemas que han minando nuestra potencialidad y nuevas decisiones esperan ser adoptadas. Esto sí cae en nuestra órbita de responsabilidad.

Unirse

En mi opinión, el factor más crítico para encarar la crisis no es económico sino político y social: necesitamos aunar esfuerzos, unirnos para enfrentar los desafíos y trabajar con éxito las nuevas oportunidades. Nos hemos desgastado por demasiado tiempo con enfrentamientos internos, antagonismos que drenan energía y afectan la agilidad para reaccionar. No tiene sentido demonizar al adversario y dirigirse al otro desde la única verdad que, por supuesto, es la nuestra. No enriquece sino empobrece a la sociedad el canibalismo político. Debemos parar esto; las mezquindades son ya un peso muerto insostenible. La propia chacra nunca será vergel en medio de un desierto; al erosionar el campo del vecino caemos con él.

Se impone un liderazgo unificador; hábil para alinear intereses y necesidades. Quien no sepa, no quiera o no pueda hacerlo debe ser castigado en las urnas. No hay más espacio para el todo o nada; se requieren concesiones mutuas para establecer acuerdos de corto y mediano plazo; que sean tranparentes, sin trucos y con salvaguardas para preservar objetivos en caso se produjesen desvíos por cambios en las circunstancias. Se pretende franqueza y se busca una justa distribución de resultados al margen de amiguismos y de cualquier tipo de clientelismo. La intermediación política es útil en la medida que sus intereses como brokers no afecten los de la población en su conjunto. Tampoco valen contubernios que buscan descabezar a unos para dar paso a otros; como si el recambio de personas y no de formas de actuación pudiese operar el milagro. Algunos políticos nos quieren convencer que si su facción accediese al gobierno la cosa sería muy distinta; pero nos hemos cansado de comprobar que el sólo cambio de caras no resuelve nuestros problemas.

Tenemos los líderes que tenemos y con ellos o a pesar de ellos habrá que avanzar. No se improvisa en política y voltear o neutralizar gobiernos más que aportar, resta. En verdad es preferible una solución sub-óptima pero positiva y que pueda implementarse de inmediato, que otra eventualmente superior pero incierta en cuanto a si podrá finalmente ejecutarse. En lugar del eterno intento por neutralizar a gobiernos conducidos por adversarios, el foco debiera ser sincerar y alinear con ellos intereses, necesidades, valores, utilizando toda la gama de modalidades para construir acuerdos pluripartidistas que puedan sostenerse. Habrá luego tiempo para evaluar quiénes realmente realizaron sinceros esfuerzos para unirnos y producir soluciones y quiénes, en cambio, se dedicaron a hacer prevalecer sus mezquinos cantos de sirena e impostadas imágenes.

Transitar un camino propio

Con la crisis las estructuras prevalecientes se debilitan, lo cual puede ayudar. La lava funde cimientos y haríamos bien en no reconstruir aquello que ocasionó la destrucción. Se abren oportunidades para desarrollar soluciones adecuadas a nuestras circunstancias, en lugar de replicar fórmulas diseñadas para otras realidades. Con prudencia y creatividad podemos ir construyendo nuestra trayectoria de desarrollo sustentable.

La homogeinización del pensamiento estratégico fue desastrosa para los países del sur; llevó a importar visiones, agendas, soluciones que no se corresponden con nuestros intereses y singularidad; redujo la gama de opciones y mutiló nuestra creatividad. Es imperioso que recuperemos a pleno la capacidad de pensar y de innovar. Aquellas usinas de ideas, análisis, valoraciones, recomendaciones, consagradas por fuertes grupos de interés son apenas una de varias posibles perspectivas; tienen el derecho de seguir aportando lo suyo pero de ningún modo presumir que lo hacen desde “la verdad”. Sus puntos de vista deben tamizarse con los de nuestros analistas, pensadores, científicos, filósofos, líderes espirituales. No se habla de cerrarse al mundo para regresar a lo parroquial, sino de confiar más en nuestros criterios de modo que las opiniones externas enriquezcan, no sustituyan, nuestro interpretar y nuestro decidir.

Esto es aún más acuciante en el contexto de la aceleración contemporánea (1) donde fijar el rumbo adquiere mayor preeminencia que la sola generación de potencia, cuando necesitamos diseñar alertas tempranas para detectar desvíos y efectos no deseados, adoptar más efectivos mecanismos de regulación, y escoger liderazgos fogueados en conducir con la velocidad requerida para acompañar los rápidos cambios de circunstancias.

Ajustar la estructura y la forma de funcionar:

La nueva marcha requiere repartir mejor el esfuerzo y sus resultados. Toca promover una dinámica virtuosa que se sostenga a sí misma: comenzar por ajustar nuestra forma de funcionar de modo de generar transformaciones en la estructura socio-econónima que faciliten, a su vez, un permanente mejoramiento del funcionamiento sistémico.

Cuando hablamos de ajustar la forma de funcionar nos referimos a tomar medidas y adoptar políticas con impacto macro y no tan sólo proponer programas especiales de atractivo perfil pero poca significación. No queda márgen para la cosmetología política de cambiar algo para que nada cambie. Aunque sigan existiendo incautos a quienes se puede engañar, la propia dinámica social y económica termina siendo inexorable; la crisis habla por sí sola.

El rumbo adoptado es un pilar esencial del proceso de desarrollo… cuando es escogido con sabiduría y la ayuda de una buena brújula ética. Un rumbo consensuado conjuga en el tiempo intereses, necesidades y valores; bien concebido es un factor de convergencia y motivación para el cúmulo de fuerzas que conforman una sociedad. Otros pilares son el conocimiento (basado en la educación, en la investigación científica y tecnológica, en el aliento a la innovación y creatividad) y la capacidad emprendedora, que es necesario alentar como uno de los más preciados activos sociales. Hacer parte del desarrollo de estos pilares es una responsabilidad, no una fuente de privilegios.

Por dónde comenzar

Para encarar los efectos de la crisis existen medidas de rápido impacto que, al tiempo de mejorar nuestra forma de funcionar, pueden fortalecer nuestra estructura económica y social. No son medidas tan solo reactivadoras sino decisiones capaces de reorientar sin detener nuestro proceso productivo.

Vale estar alertas porque cada vez que se produce una crisis los cantos de sirena llaman a reincidir en lo conocido, como si no hubiese tiempo o espacio para nuevas soluciones que puedan contener los efectos negativos, transformándonos. Lo existente trae consigo lo bueno y lo no tan bueno; vale mucho como experiencia. Pero habrá que despejar paja del trigo y dar paso a mejores estructuras que aseguren la direccionalidad escogida.

En esencia se trata de movilizar a pleno nuestra capacidad de realización; aprovechar todo nuestro potencial productivo, tanto el que se encuentra activo como el que está hoy esterilizado. Es imprescindible movilizar la base de la pirámide socio-productiva con medidas macroeconómicas, iniciativas mesoeconómicas y acciones de apoyo directo como son, entre otras, las desarrolladoras de negocios inclusivos, redes de inversores social y ambientalmente responsables y fondos que invierten en pequeña producción; todo esto en el contexto estratégico de apuntalar cadenas productivas para maximizar el valor generado, desarrollar las economías regionales y priorizar la educación, la ciencia y la tecnología.

La desigualdad y la crítica distribución del ingreso

Mucho se habla del origen financiero de la crisis y bastante menos del cúmulo de otras razones estructurales que hicieron posible la implosión. Una de las más importantes es la creciente concentración del ingreso que se produce tanto al interior de cada economía como a nivel del sistema económico internacional. La concentración del ingreso genera mercados sobresaturados de consumo conspicuo al lado de mercados empobrecidos que no logran satisfacer necesidades básicas. En contextos donde la oferta de bienes y servicios no cesa de crecer y la demanda no logra acompañar porque está fuertemente concentrada, se producen muy serios estrangulamientos. Para poder seguir funcionando sin encarar cambios, el sistema económico responde con soluciones coyunturales que van cebando la bomba: por un lado intenta expandir la demanda sobre-endeudando a los consumidores en lugar de proveerles de mejores ingresos (contradicción intrínseca del proceso concentrador); por otro lado, busca reciclar recursos de sectores excedentarios aplicándolos en colocaciones financieras cada vez más disociadas de una economía real imposibilitada de crecer orgánicamente debido al proceso concentrador. El sistema financiero lidera este juego del que obtiene jugosos resultados pero queda entrampado por viabilizar el sobre-endeudamiento de un consumidor sin respaldo de ingresos y por reciclar excedentes derivados del proceso concentrador en colocaciones especulativas2.

Aunque se trate de una dimensión critica, debemos ser conscientes que con solo resolver la creciente concentración de la riqueza y de los ingresos no lograríamos desatar todos los nudos que traban nuestro desarrollo; es que existen otras variables cruciales, como la preservación del medio ambiente, el desarrollo tecnológico y de la productividad, el espíritu emprendedor, la eficiencia de gestión, el capital social de las comunidades, que inciden fuertemente sobre el curso de los acontecimientos; ignorarlas también acarrea desajustes sistémicos. Es, sin embargo, innegable que la desigualdad ha adquirido tal magnitud a nivel mundial que constituye hoy una de las principales amenazas para la viabilidad del desarrollo contemporáneo. El “factor” distribución del ingreso viene así asociado no solo a valores de justicia y respeto por la condición humana, sino también a la propia estabilidad y sustentabilidad de nuestro funcionamiento como nación. Abatir el proceso concentrador y sus consecuencias en cuanto a desigualdad y pobreza, pasa a ser una condición necesaria, más aún imprescindible, aunque no suficiente, para mejorar la estructura socioeconómica y lograr un mejor funcionamiento sistémico.

En el mejor estilo del ex presidente Clinton, hoy el mensaje para quienes navegan por la superficialidad de los procesos podría ser “es el proceso concentrador, estúpido”.

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Nota:
(1) Ver artículo [Liderar en el vértigo de la aceleración contemporánea, en Opinión Sur de octubre 2008->https://opinionsur.org.ar/wp/liderar-en-el-vertigo-de-la-aceleracion-contemporanea/
(2)Este análisis puede consultarse en el artículo [Salir de la crisis hacia un mejor funcionamiento sistémico->https://opinionsur.org.ar/wp/salir-de-la-crisis-hacia-un-mejor-funcionamiento-sistemico/, en Opinión Sur octubre 2008

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