En clave geopolítica: El mundo que nos espera

En la interpretación del mundo que nos rodea, la geopolítica es, como en música, una clave.  Indica las relaciones de poder entre naciones o grupos de ellas, su rango y jerarquía, por lo general con una delineación geográfica que puede ser explicita o implícita.  En las observaciones que siguen señalo temas y formulo hipótesis de algunas situaciones que nos deparará el año 2022 en términos geopolíticos, es decir en clave de altura, pero acompañada por otra clave mas proclive a la armonía.

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La palabra “clave” tiene varias acepciones.  Proviene del latín, donde significa “llave”: el aparato que abre cofres y puertas de un dominio antes cerrado. La mas precisa la encontramos en musicología, donde el objetivo fundamental de la clave es marcar la tesitura en la que deberá interpretarse una pieza.  En otras palabras, dada una clave (en escritura musical aparece al comienzo del pentagrama), el instrumento que ejecute la partitura deberá adecuarse al rango de notas impuesto por dicha clave. Las notas pueden ser altas o bajas.  Por ejemplo, la clave de Sol marca un rango de notas altas.  Es una clave de altura y por eso a veces se la llama clave de soprano. 

En la interpretación del mundo que nos rodea, la geopolítica es también una clave.  Indica las relaciones de poder entre naciones o grupos, su rango y jerarquía, por lo general con una delineación geográfica que puede ser explicita o implícita.  En las observaciones que siguen trataré de señalar temas y formular hipótesis del mundo que nos deparará el año 2022 en términos geopolíticos, es decir en clave de altura. Con una salvedad: esta clave no es la única.  Como en una partitura, va acompañada de otra clave (ejemplo: la clave de Fa), que en el caso que nos concierne es la clave socio-económica, o si prefieren, la clave de economía política.

Avances y retrocesos

Durante el 2022, el avance estratégico de China seguirá el curso actual: dominio regional en el mar chino norte y sur, presión sobre Taiwán con amenazas de anexión, mayores lazos comerciales con el resto del mundo, siguiendo la lógica de un imperio tributario, y fuerte concurrencia en alta tecnología frente a Occidente.  Lejos de ser víctima de una “contención” (containment) modelo Guerra Fría, por parte de los Estados Unidos, esta vez la contención funcionará al revés, o si prefiere el lector, será una “descontención” (de-containment) a medida en que los EEUU se retiran de antiguas posiciones estratégicas en el medio Oriente y en otras regiones del planeta.  Frente a tal retroceso avanzarán potencias intermedias para ocupar espacios.  La rivalidad entre estas últimas producirá guerras regionales, ya sea directas (ejemplo: Ucrania, Rusia vs. OTAN) o por interpósitos actores (ejemplo: Yemen, Irán vs. Arabia Saudita). Sin apetito por nuevas intervenciones militares, los EEUU continuarán su retroceso.   

Los principales actores

Una visión exclusivamente geopolítica no es suficiente para entender el mundo real en 2022.  Entre los geo-politólogos mas distinguidos (por ejemplo John Mearsheimer) hay consenso sobre una guerra en ciernes entre China y los EEUU.[1]  Según ellos la tensión seguirá en aumento y sólo hará falta una chispa o un error de cálculo para que estalle una conflagración.  Si esto sucediera, los dos beligerantes principales saldrán mal parados, con un tremendo daño colateral (tesis sostenida por el almirante Stavridis,[2] antiguo comandante de la OTAN). También es conocida al respecto la tesis de Graham Allison[3] que popularizó la expresión “trampa de Tucídides.” Estos expertos se refieren a la tensión estructural letal que se produce cuando una potencia nueva reta a otra establecida, que crea las condiciones para que estalle una guerra. 

Existe una contra-tesis proveniente de algunos economistas.  Entre ellos se destaca Dani Rodrik,[4] quien sostiene que una tensión estructural no tiene porqué ser fatal y terminar inevitablemente en una guerra.  Entre una relación cordial en una punta y un conflicto armado en la otra existen muchas alternativas de acomodamiento y hasta de beneficio mutuo. 

Estas dos posiciones opuestas se basan en supuestos diferentes de las respectivas disciplinas.  Los geo-politólogos tienden a ver el mundo internacional como un juego de suma cero.  Los economistas en cambio ven el mundo en términos de suma positiva, es decir, de beneficios mutuos basado en el interés de las partes.  El diferendo se remonta muy atrás en las historia de las ideas, como sostuvo el gran economista y pensador Albert Hirschman.[5]  Es la consabida oposición entre estado y mercado (Thomas Hobbes versus Adam Smith).

Quienes ven el mundo en términos exclusivamente geopolíticos sólo ven dos actores principales, que podemos llamar superpotencias:  China y Los Estados Unidos.  Siguen luego potencias medias, aliadas o no con los principales, pero fundamentalmente oportunistas.  Sin embargo, desde una perspectiva mas amplia, es posible observar tres actores claves.  Para ello debemos trasladarnos a un centro importante del poder mundial, donde esos actores se reúnen.  No es Davos, que ha pasado a ser de un foro estratégico a un circo de figuración.  Tampoco es el COP26 que acaba de reunirse en Glasgow, y que es un foro de promesas y no de acciones decisivas frente al desafío climático.  Y no lo es el foro Boao de la República Popular China, en el que personajes de cartón rígido pronuncian frases también de cartón, en reuniones demasiado coreografiadas.   El foro al que me refiero es el del alto capitalismo en acción: el Bloomberg New Economic Forum.  Acaba de reunirse en Singapur.  En él figuran algunas personas que ayudaron a construir los lazos de conexión entre China y los EEUU en las últimas décadas, junto a inversores y altos ejecutivos responsables del manejo de 20 trillones de dólares en valor de mercado.   En dicha reunión se pudo observar la tensión entre las dos superpotencias, pero también el rechazo colectivo a cualquier propuesta mundial de alinearse en dos grandes campos, como sucedió otrora con la Guerra Fría.  En la reunión de este foro se pudo constatar la imponente posición de toda Asia y su tamaño: representa nada menos que el 36% del producto mundial, el 31% de su capitalización de mercado, y el 11% de las ventas de las 500 corporaciones mas importantes.  Además, la región está creciendo a un ritmo superior a cualquier otra región del planeta.  Y es precisamente en Asia donde los EEUU y China se ven embarcados en un gran juego tanto comercial como militar.  Conviene señalar que 15 de las mayores economías asiáticas tienen en China su principal socio comercial.  Pero al mismo tiempo, que esos países dependen de los EEUU en materia defensa y usan el dólar como moneda indispensable en los flujos de comercio y capital.  Todos estos países deben hacer de equilibristas entre las dos superpotencias –un equilibrio difícil porque estas últimas se retraen sobre si mismas cada vez mas, y se han vuelto menos predecibles  que antes, como reacción a las disfunciones evidentes del último modelo de globalización que hemos soportado.

En el foro de Singapur, los Estados Unidos son vistos como un actor poco creíble a causa de su involución política (léase nacional-populismo, polarización y corrupción).  Sus diseños de un marco económico internacional son recibidos con una sonrisa escéptica, dado el proteccionismo de Biden y el posible retorno de Trump al escenario.  Pero también China es mas misteriosa hoy que ayer.  Aunque muchos creen que los tecnócratas chinos pueden evitar una crisis financiera de todo el sistema, nadie sabe adonde la centralización imperial de Xi Jinping y su intento de control total pueden llegar.  En China el estado quiere tomar las riendas del mercado mientras promueve a este último, lo que es una contradicción a largo plazo. 

Hay tendencias separatistas en ambas potencias –un proceso sustitutivo de importaciones a gran escala, un llamado a “vivir con lo suyo” en cada uno de los dos gigantes en pugna.  Al mismo tiempo, la interdependencia que han logrado es tan intensa, y su red abarca también a tantos países que el deseo de ensimismamiento es utópico frente a la realidad insoslayable de la alteración (vivir con el otro)[6].  En cada uno de los grandes países, y para ponerlo en términos marxistas, la tensión entre fuerzas de producción (tecnología y comercio, de tendencia centrífuga) y relaciones  de producción (sociología y política, de tendencia centrípeta) es tan fuerte que sus desenlaces son imprevisibles e inquietantes.  En términos caseros: una vez que se destapa la botella de champan, es imposible volver a taparla con el mismo corcho.

En resumen, las grandes compañías (Google, TSMC, Amazon, Tata Group, Temasek, GiC, TikTok, JP Morgan Chase, etc.) prefieren ser híbridos geopolíticos –jugar a dos puntas o, en lo posible, a todas las puntas.  Frente a las grandes potencias, son un tercer jugador (tertius gaudens[7]) formidable, capaz de manipular tanto al mercado como al estado.  Para muestra basta un botón: el jefe de JP Morgan Chase, Jamie Dimon hizo una declaración pública y un chiste en privado.  En la primera sostuvo “a mi no me sacuden los vientos geopolíticos”.  En privado dijo en broma (?) “mi banco va a sobrevivir al partido comunista chino.”

En 2022 todo seguirá en juego sin un resultado final o definitivo.  Como me dijo hace varios años un alto funcionario en Beijing: “En mi país las dinastías nacen y mueren, pero China es eterna.” Y como dijo mas recientemente el primer ministro de Singapur Lee Hsien Loong: “Si elegimos una larga perspectiva, debemos apostar a que Norteamérica se recupere de lo que a veces se inflige a si misma”.  Sus palabras fueron eco de las de Churchill muchos años antes: “EE. UU. hace invariablemente lo correcto, después de haber agotado el resto de alternativas.” Es posible que esas dos invariables –la china y la norteamericana—encuentren por fin un modo de convivencia sensata.  Pero no lo harán en el 2022.


[1] John Mearsheimer, “The Inevitable Rivalry. America, China, and the Tragedy of Great-Power Politics,”  Foreign Affairs, November-December 2021.

[2] Elliot Ackerman and James Stavridis, 2034: A Novel of the Next World War, NY: Penguin Press, 2021.

[3] Graham Allison, Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap?, Boston: Houghton, Mifflin Harcourt, 2017

[4] Dani Rodrik, “The Resistible Rise of the US-China Conflict,” https://www.project-syndicate.org/commentary/us-china-conflict-is-not-inevitable-by-dani-rodrik-2021-11?barrier=accesspaylog

[5] , Albert O. Hirschman, The Passions and the Interests: Political Arguments for Capitalism before Its Triumph, Princeton: Princeton University Press, 1977.

[6] Estos dos conceptos son del filó, de tendencia centrifugasofo Ortega y Gasset, pero aquí su significado es distinto.

[7] En sociología, la expresión latina  Tertius gaudens (tercero que se divierte) se aplica, en un conflicto, a aquella parte que sale beneficiada por la rivalidad entre otras dos. Su autoría se atribuye al sociólogo alemán Georg Simmel.

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