¿Cómo el municipio puede catalizar iniciativas inclusivas exitosas?
Esta línea de trabajo se focaliza en promover la creación de emprendimientos inclusivos en provincias y municipios a través de establecer desarrolladoras de emprendimientos inclusivos.
Un emprendimiento inclusivo asocia un colectivo de pequeños productores con un socio estratégico que aporta gestión, conocimientos de excelencia, acceso a información, contactos, financiamiento y mercados. La idea es generar inclusividad pero a partir de actividades productivas en sectores promisorios y no, como generalmente sucede, enrumbando los pequeños productores hacia actividades de bajísima productividad y pobres perspectivas.
Para estructurar los emprendimientos inclusivos acudimos a moderna ingeniería de negocios que, si bien es conocida y está disponible en el mercado, casi nunca fluye en apoyo a los sectores de bajos ingresos. Estas ingenierías incluyen a los sistemas de franquicias, los conglomerados de cooperativas, los consorcios de comercialización y de exportación, las agroindustrias locomotoras, entre otras. Con ellas podemos organizar emprendimientos que asocien la energía y capacidad de trabajo del pequeño productor con socios estratégicos que conocen los mercados y saben cómo moverse en ellos con una efectiva gestión.
Como los emprendimientos inclusivos pocas veces surgen espontáneamente, en un comienzo y hasta que esta modalidad productiva sea conocida (y perfeccionada con el tiempo), se requiere de pequeñas entidades que sepan promoverlos: las desarrolladoras de emprendimientos inclusivos.
Las desarrolladoras no son entidades burocráticas sino que están conformadas por muy pequeños equipos familiarizados con la identificación de oportunidades de mercado y, muy especialmente, con capacidad de organizar emprendimientos para aprovechar esas oportunidades. Las desarrolladoras pueden ser promovidas por gobiernos provinciales y municipales, agencias de desarrollo, ministerios nacionales, asociados con entidades empresariales, gremiales y de la sociedad civil.
Un ejemplo permite explicitar conceptos y actores. Tomemos el caso de una franquicia de hosterías familiares rurales. Consiste en organizar un emprendimiento que reúna un cierto número de familias rurales que estén dispuestas a integrarse a la actividad como propietarios-gestores de una pequeña o mediana hostería en zonas de atractivo turístico. Por hacer parte de una franquicia cada franquiciado tiene (i) derecho a recibir de la franquicia acceso a financiamiento y asesoramiento para construir, mejorar o equipar su establecimiento, comercialización de sus servicios, capacitación y asistencia técnica, etc. y (ii) obligaciones contractuales que cumplir, como respetar normas y estándares que la franquicia establece en materia de infraestructura física, equipamientos, compra de insumos, atención al cliente, hacer parte del sistema único de reservas, entre otras..
La franquicia tiene tres tipos de participantes: los pequeños productores, el socio estratégico y quienes aportan el capital (inversión inicial y eventuales ampliaciones). En el caso de este ejemplo, los pequeños productores son las familias con sus hosterías; el socio estratégico es alguien con buena experiencia para gestionar operaciones turísticas; y los aportantes del capital pueden ser muy diversos actores comprometidos con el objetivo de inclusividad incluyendo, además de los propios pequeños productores y el socio estratégico, a fondos o fideicomisos públicos, mixtos y privados, agencias de desarrollo, organizaciones empresariales, gremiales y de la sociedad civil, entre otros.
La estructura de propiedad del emprendimiento inclusivo (en este caso quiénes serían los aportantes a la franquicia de hosterías rurales) es determinante para poder asegurar que se concilia eficacia con equidad: esto es, tanto lograr atraer a un socio estratégico de calidad que gestione eficazmente como asegurar una justa distribución de resultados entre los participantes de la franquicia (hosterías, socio gestor y aportantes del capital).
La franquicia de hosterías familiares presenta dos niveles de inclusividad: (i) un primer nivel conformado por las familias que se hacen propietarias de hosterías agregando a sus ingresos una fuente de ingresos rurales no agropecuarios (aumentan ingresos y diversifican riesgo) y (ii) los microemprendimientos que proveen servicios a los clientes de las franquicias como ser productos frescos de huerta, paseos guiados, actividades artísticas y culturales, artesanías, cabalgatas, etc. (se aseguran ingresos y una demanda estable de sus servicios).
Las franquicias, así como las demás ingenierías de negocios que pueden utilizarse para establecer emprendimientos inclusivos, son aplicables a una gran diversidad de sectores de actividad como las comercializadoras de productos agropecuarios, cadenas de valor de ciertos productos (miel, olivos, vicuña, otras), redes urbanas de establecimientos turísticos bed & breakfast, mercados concentradores de productos frescos y servicios, entre muchas otras.
Los gobiernos locales pueden ser excelentes promotores de las desarrolladoras de emprendimientos inclusivos aunque, dadas sus restricciones presupuestarias, no necesariamente deban aportar financiamiento y gestión. Es que se trata de promover y catalizar iniciativas, no hacerlas por su cuenta. Estas cuestiones de interés municipal y provincial son abordadas en una de las jornadas de trabajo que realiza Opinión Sur que denominamos [La explosión de lo local: nuevas formas de promover desarrollo local.->http://www.opinionsur.org.ar/Jornada-de-Trabajo-la-explosion-de]