Una fracción de emprendedores alcanza sus objetivos pero ¿qué sucede con aquella otra inmensa fracción que no logra buenos resultados? El contexto que enfrentan es adverso mientras que el desarrollo emprendedor convencional opera con un sesgo elitista que no los ayuda. ¿Qué tipo de emprendedores estamos promoviendo? ¿Es posible hablar de emprendedores con potencial transformador? Existen nuevas opciones de desarrollo emprendedor que vale apoyar y diversas formas de implementarlas.
La capacidad de emprender es de crítica importancia tanto desde la perspectiva individual como de la social y sistémica. Los emprendedores movilizan su potencial productivo y con ello aportan al desarrollo de sus comunidades a través de generar puestos de trabajo, dinamizar proveedores, cubrir necesidades de clientes, contribuir a la creatividad y a la innovación tecnológica, ensanchar el mercado y la base tributaria local. El universo emprendedor no es homogéneo sino que existen distintos tipos de emprendedores y diferentes modalidades y éticas de trabajo. De ahí que, como más adelante se explicitará, importa promover actores que trabajen con efectividad, honestidad y responsabilidad para con su entorno productivo y las comunidades en que operan. Si bien constantemente emergen camadas tras camadas de emprendedores suele suceder que tan sólo una fracción de ese universo logra alcanzar buenos resultados; son aquellos que disponen de ciertos críticos factores necesarios para bien estructurar, lanzar y consolidar emprendimientos productivos, entre otros, ideas innovadoras, determinación, formación práctica y/o profesional, recursos de gestión y financieros, contactos, información y, muy especialmente, inserción en tramas productivas de sectores promisorios. De ese contexto (que difiere territorial y temporalmente por la diversidad de circunstancias en la que se desenvuelve el esfuerzo emprendedor) surgen críticas preguntas:
(i) Si sólo una fracción de emprendedores “triunfa”, ¿qué sucede con la mayoría de emprendedores que no lo “logran”?
(ii) ¿Qué diferentes condiciones se les presentan a unos y a otros, no sólo individuales sino especialmente de su entorno inmediato?
(iii) ¿Qué significa para un desarrollo emprendedor “éxito”, “triunfar”, “lograrlo”?
(iv) ¿Habrá uno o varios tipos de “esfuerzo”, de desarrollo emprendedor? Y si hubiese, como generalmente sucede en todos los ámbitos de la vida, una diversidad de tipos de desarrollo emprendedor, ¿cuáles son y por qué nos concentramos en sólo promover unas pocas modalidades? ¿Somos conscientes que al hacerlo dejamos de lado un enorme potencial de energía emprendedora, se esterilizan voluntades, se marchitan esperanzas, se pierde el crucial aporte de la diversidad, reproducimos la concentración económica con sus gravosas consecuencias políticas y sociales?
(v) ¿Qué otras opciones de desarrollo emprendedor se abren? ¿Cómo ofrecerles apoyo, sustento, orientación si fuese necesaria?
(vi) ¿Será posible y cabe hablar de un emprendedorismo transformador?
Estas preguntas guían las líneas que siguen.
El sesgo elitista
Los programas de desarrollo emprendedor tienen una visión idealizada acerca de lo universal de su enfoque; proceden como si todos quienes reciben una buena capacitación y asistencia tendrán su oportunidad para salir adelante. En verdad lo que ocurre es que, en la mayoría de los casos, esa idealización no se compadece con la realidad: una fracción de emprendedores accede a las buenas oportunidades, logra consolidarse y crecer, mientras que el resto queda arrinconado obteniendo magros resultados o saliendo del mercado.
Es que el enfoque predominante en los programas de desarrollo emprendedor replica el modelo individualista competitivo que la cultura emprendedora hegemónica impone. No considera, y menos hace explícito, que sus graduados se integrarán a los mercados que existen, en esencia de naturaleza concentrada y concentradora. En esos mercados las diferencias abismales de poder económico entre actores dan paso a diversos mecanismos de extracción de valor que posibilitan la concentración de resultados en pocas manos a expensas de quienes no logran retener buena parte del valor que generan. Así, una considerable fracción de emprendedores ve comprometida su capacidad de establecerse y desarrollarse de manera sustentable.
En general, los emprendedores son expuestos a valores agresivamente competitivos que marcan su comportamiento; consideran que es casi inevitable desplazar a los demás para poder imponer el propio proyecto. No se explicitan los efectos que esa concepción tan rudamente centrada en el éxito individual provoca sobre ellos mismos y la sociedad en su conjunto. Es que cualquier éxito puede tener un componente, más o menos significativo, de propio mérito pero también es cierto que, en última instancia, se sustenta en los esfuerzos y logros de muchos otros miembros de sus comunidades así como del contexto prevaleciente a nivel local e internacional.
Poco o ningún valor se asigna a reflexionar sobre el sentido y la significación de emprender y, en particular, por qué es crítico procurar el bienestar general que sustenta el propio bienestar. Más bien se moldean productores ávidos de posicionarse para lucrar lo máximo posible. Para ellos, el nivel y velocidad de acumulación expresa el grado de éxito logrado y siendo que sólo una fracción del universo lo logra, el nivel de frustración termina siendo enorme y negativos sus efectos sobre la dinámica y cohesión social.
El enfoque hegemónico de desarrollo emprendedor tiene así un claro sesgo elitista que favorece a una fracción de actores que, sea por propia habilidad, coyunturas favorables y/o acceso a apoyos y contactos, logran establecerse y consolidarse. Vale insistir que el resto, una gran parte de los emprendedores, se suma al universo de quienes sobreviven cómo y hasta dónde pueden.
El adverso contexto en que suelen operar los emprendedores
En general, en nuestras sociedades los emprendedores se desenvuelven en contextos adversos, enfrentando infinidad de trabas, barreras y carencias; diversos factores lo explican. Por de pronto, la mayoría de los emprendedores carecen de recursos propios (peor aún quienes hacen parte de sectores populares) y, a diferencia de lo que sucede en países afluentes, el contexto de familiares y amigos tienen baja capacidad para apoyarlos financieramente y abrirles puertas que faciliten su accionar. Salvo excepciones, no existen en nuestros países del Sur buenos sistemas de apoyo a pequeños y aun medianos productores; es una realidad que va lentamente mejorando pero que aún no puede compararse con los comprehensivos sistemas de apoyo que existen en otras latitudes. La tradición de los denominados “inversores ángeles” nos es ajena con lo cual el apoyo de primera instancia a promisorios emprendimientos emergentes es escaso y muy selectivo. Tampoco abundan fondos de inversión que sustituyen a los ángeles cuando los emprendimientos atraviesan con éxito los umbrales de iniciación y primera consolidación.
De este modo, nuestros emprendedores arrancan y se desenvuelven en condiciones de escasez de aquellos factores que hacen a la viabilidad económica, tecnológica, financiera y de gestión de una unidad productiva. Con otro agravante que no es menor: no suele estar muy extendida la llamada actitud emprendedora. Gran número de nuestros emprendedores emerge por descarte cuando no logran acceder a empleos; es que han sido culturalmente condicionados a intentar en primera instancia emplearse en empresas existentes sin considerar la posibilidad de emprender por cuenta propia; cuando finalmente lo hacen, es porque son empujados por la inexistencia de empleos y la necesidad de subsistir de alguna forma.
Emprendedores salvajes y emprendedores responsables
Sea por necesidad o por formación, la mayoría de nuestros emprendedores replican el modelo emprendedor predominante en el mundo contemporáneo; aquel que dice que cada uno se “salva” por su cuenta sin considerar si están o no perjudicando o aprovechándose de otros. Esta actitud está fundada en la falsa creencia que ese acentuado individualismo llevará automáticamente al bienestar general. No se les explicita cuál es y cómo opera la naturaleza concentradora de los mercados contemporáneos, cómo condicionan el accionar individual y sus consecuencias.
La mayoría de los más importantes mercados son de naturaleza oligopólica donde pocos actores que controlan precios y dinámica comercial tienen la capacidad de extraer buena parte del valor generado por otros. En varios casos, los productos que se ofrecen no contribuyen al bienestar general sino que atienden el consumismo de sectores afluentes o de capas de sectores medios que procuran emularlos. En la vorágine de producir para la demanda concentrada no se atienden las necesidades básicas de inmensas mayorías. Se utilizan recursos naturales escasos (algunos no renovables como el gas y el petróleo) para fletes, embalajes, envases, presentaciones y otros rubros que no hacen al valor esencial de cada producto, lo que termina contribuyendo al deterioro del ya duramente castigado medio ambiente.
Los ciclos de acumulación concentrada se reproducen ininterrumpidamente. Los excedentes en lugar de asignarse para sostener un proceso de ahorro e inversión orientado al bienestar general van a engrosar grandes fortunas que, en buena medida, los vuelcan hacia aquello que más les rinde financieramente sin considerar gravosas externalidades, supuestamente no deseadas pero previsibles, de sus decisiones de inversión.
En ese contexto no tiene sentido seguir generando emprendedores “salvajes”. Los nuevos desafíos pasan más bien por promover emprendedores que sean efectivos, determinados, habilidosos y, al mismo tiempo, responsables de los efectos de su accionar y alejados de la codicia, el egoísmo, el ninguneo de los demás.
Diversidad de enfoques y modalidades de desarrollo emprendedor
Algunas veces por imposición externa y otras porque nuestras mentes han sido colonizadas por el pensamiento hegemónico, se nos ha impuesto una única forma de concebir y una única modalidad de practicar desarrollo emprendedor. Es como si forzásemos a la creatividad emprendedora, a las diferentes respuestas que existen para encarar situaciones siempre singulares, a subordinarse al pensamiento hegemónico para ser validadas. Ese ideológico filtro esteriliza una amplia gama de otras posibles soluciones imponiendo enfoques presentados como verdades únicas aunque luego, en la práctica, no logren dar respuestas a críticos desafíos contemporáneos.
Hoy el desarrollo emprendedor va más allá del modelo individualista aun cuando éste pueda seguir siendo útil para una franja del universo emprendedor. Es que para movilizar e integrar a muy amplios sectores populares existen otras modalidades emprendedoras como, por ejemplo, franquicias de base popular, empresas de trabajadores, holdings de cooperativas, asociaciones de proveedores, comercializadoras populares (incluyendo mercados de concentración, ferias estables e itinerantes, supermercados comunitarios), agroindustrias locomotoras, centrales de servicios para pequeños emprendimientos familiares, consorcios de exportación.
Todas estas modalidades de desarrollo emprendedor constituyen emprendimientos económicos con potencial transformador. Aunque con identidades propias, generalmente procuran integrar en emprendimientos de porte medio a pequeños productores hoy dispersos asociándolos a nivel de gestión y de propiedad con seleccionados socios estratégicos. También proponen la participación de actores privados, públicos y de organizaciones científicas, sociales y de desarrollo en consejos directivos o consultivos para favorecerse de su experiencia y apoyo.
Sistemas de apoyo al emprendedorismo transformador
Estos sistemas de apoyo pueden tener diferentes diseños según sean las circunstancias de cada país aunque en términos generales deban cubrir ciertas áreas estratégicas de intervención, entre otras, las siguientes.
(i) Promoción de emprendimientos con potencial transformador Diversos actores pueden promover la emergencia de nuevos y mejores emprendimientos con potencial transformador; desde organizaciones de desarrollo, autoridades locales, universidades e institutos tecnológicos, grupos de empresas, movimientos populares, entre otros. Toca hacer conocer en las comunidades la naturaleza de estos emprendimientos, diferentes modalidades de estructuración, sus ventajas y desafíos, los apoyos que se podrían movilizar. El propósito último es identificar interesados en hacer parte del proceso de establecer emprendimientos específicos con potencial transformador.
(ii) Asistencia comprehensiva a emprendimientos con potencial transformador Esta asistencia requiere ser provista por unidades desarrolladoras especialmente conformadas para asistir en el establecimiento de emprendimientos con potencial transformador. Pueden estructurarse como entes privados o mixtos, bien relacionadas con la comunidad científica y tecnológica. Debieran ser conducidas por equipos de excelencia con una triple experiencia: el mundo de los negocios, la inclusión social y saber trabajar en contextos pluriculturales. Su trabajo consiste en identificar promisorias oportunidades económicas de base popular y organizar la forma de aprovecharlas; para ello cubren aspectos de estructuración de los emprendimientos, organización, capacitación y entrenamiento, gestión comercial y financiera, acceso a mercados y selección de socios estratégicos.
(iii) Fideicomisos especializados en emprendimientos con potencial transformador
Para completar un efectivo y comprehensivo sistema de apoyo es crítico contar con una fuente de inversión especialmente dedicada a este tipo de emprendimientos. Esta fuente podría adoptar la figura de un fideicomiso habilitado para recibir aportes de capitales públicos y privados que colocaría en emprendimientos con potencial transformador utilizando distintas modalidades de inversión (como acciones ordinarias o preferidas, participaciones, entre otras). Sus inversiones se mantendrían en los emprendimientos seleccionados hasta que se hubiesen consolidado y sus propietarios (sectores populares y socios estratégicos) pudiesen re-comprar el aporte recibido. El fideicomiso podría establecer delegaciones territoriales, adoptando en cada caso criterios de inversión consistentes con la necesidad de transformar y dar mayor sustentabilidad a la matriz productiva de las diferentes regiones. Se evaluaría la viabilidad socioeconómica y ambiental de la inversión solicitada procediendo luego a aprobarla o rechazarla. Las solicitudes de inversión se presentarían asistidas por la desarrolladora de la respectiva región que ayudaría a estructurar la inversión y un apropiado plan de negocios. La decisión de inversión del fideicomiso reforzaría la credibilidad de quienes la reciben facilitando el acceso al crédito de entidades financieras públicas y privadas.
Conclusiones alineadas con las preguntas iniciales
Hoy quienes no logran recibir el apoyo necesario para poder emprender en buenas condiciones simplemente quedan acorralados en espacios marginales de sectores no promisorios. El desarrollo emprendedor convencional ha padecido de un sesgo elitista focalizado en “descremar” un cierto número (generalmente pequeño) de las iniciativas que llegan a identificar. Afuera quedan enormes sectores populares con sus apremios, anhelos, necesidades pero también su talento y capacidad de realización.
El modelo individualista del desarrollo emprendedor puede servir para atender a una fracción de emprendedores y eso también tiene su mérito. No vale antagonizar con su accionar especialmente cuando ya existen grupos pioneros que promueven valores solidarios en los emprendedores favorecidos.
Sin embargo, el más significativo desafío del desarrollo emprendedor contemporáneo pasa por apoyar la inclusión de sectores populares en emprendimientos con potencial transformador que sean de tamaño medio y puedan integrarse en tramas productivas de sectores promisorios.
Esto exige escala y, al mismo tiempo, descentralización de las intervenciones; impone una acción masiva de amplia cobertura territorial con participación pública, privada y de organizaciones sociales y de desarrollo, y tratamientos singulares acordes con las particularidades de cada situación. No es efectivo intentar homogeneizar respuestas ya que restringe duramente la innovación y la creatividad del talento local.
Ya hay disponibles nuevas opciones de desarrollo emprendedor y diversas formas de implementarlas. Estas opciones constituyen respuestas transformadoras orientadas a lograr plena inclusión social y productiva de sectores populares sin subordinarse al pensamiento hegemónico. A medida que vayan conformando significativos espacios socioeconómicos su accionar tendrá directa incidencia, entre otros críticos aspectos, sobre la desigualdad social y territorial, el abastecimiento interno y las presiones inflacionarias, la reinversión local de resultados, un mayor valor agregado en la matriz productiva y una más abierta estructuración del poder local.
Estos enfoques de emprendedorismo transformador abren una amplia avenida de oportunidades para profundizar desarrollos inclusivos aprovechando experiencias e innovaciones que la práctica expandirá y mejorará. Vale encarar esas oportunidades, es posible materializarlas, toca actuar.