La profesión económica necesita un replanteo drástico. La premiación de Ostrom con el Nobel nos insta a adoptar una nueva mirada.
s tal la confusión reinante en la profesión económica que este año uno de los premios Nobel de economía fue para la politóloga Elinor Ostrom, la primera mujer laureada con ese galardón en economía. Esta es una excelente elección (cualquiera sea el año), no sólo por el aporte que Ostrom ha hecho a la teoría social, sino también por la forma en que encara su trabajo.
En pocas palabras, Ostrom recibió el premio Nobel por demostrar que privatizar los recursos naturales no es la vía para detener la degradación ambiental.
En la mayoría de las clases de economía, por lo general se enseña que el medio ambiente es la víctima de la así llamada “tragedy of commons” (la tragedia de los bienes públicos o comunitarios). Si damos por supuesto, como lo hacen muchos economistas, que las personas son individuos despiadadamente egoístas, y damos a esas personas el control de un recurso de propiedad comunitaria, ese recurso con el tiempo se destruirá. La solución: privatizar la propiedad pública. Todos serán dueños de pequeñas parcelas, a las que tratarán mejor que cuando la compartían.
Muchos ambientalistas también rechazan el argumento de la tragedia de los bienes públicos y dicen que el gobierno debería tomar cartas en el asunto.
Ostrom sostiene que tal vez el gobierno tampoco sea quien mejor asigne los recursos públicos. A veces a los gobiernos se los percibe como ilegítimos o que sus normas no se aplican. De hecho, la obra de Ostrom, dedicada al estudio de los bosques, lagos, cuencas de aguas freáticas y recursos ictícolas, demuestra que la propiedad comunitaria puede ser una oportunidad para que las comunidades mismas administren un recurso.
En su clásica obra Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action, Ostrom demuestra que, dadas ciertas condiciones, cuando a las comunidades se les otorga el derecho a auto-organizarse, pueden gobernarse democráticamente para preservar el medioambiente.
En el plano normativo, las observaciones de Ostrom dan crédito a los numerosos movimientos indígenas y campesinos del mundo en desarrollo donde los pueblos están intentando ejercer el gobierno de las tierras que estuvieron bajo su control por siglos, pero entran en conflicto con los gobiernos y las corporaciones globales.
Algunos economistas ubicados en la frontera de su disciplina han comenzado a aplicar las apreciaciones de Ostrom en su trabajo. En su reciente libro Reclaiming Nature: Environmental Justice and Ecological Restoration, James Boyce, Liz Stanton y Sunita Narain demuestran la manera en que algunas comunidades de Brasil, Asia y África Occidental, e incluso de los Estados Unidos, han logrado administrar sus recursos de manera sustentable cuando se les ha otorgado acceso legítimo a sus bienes.
De hecho, Boyce y sus colaboradores concluyeron que las comunidades deberían recibir una remuneración por sus servicios, ya que a veces son mucho más eficaces que el gobierno o las empresas en el manejo de los recursos naturales. En efecto, la expresión «remuneración por servicios medioambientales» se ha puesto de moda en los círculos relacionados con el desarrollo. Ahora hasta el Banco Mundial tiene un fondo de alcance mundial para programas que remuneren servicios medioambientales.
En términos metodológicos, Ostrom comprueba sus hallazgos por partida triple. A diferencia de muchos economistas que jamás abandonan el pizarrón, Ostrom a menudo lleva a cabo estudios por satélite sobre agotamiento de recursos para determinar la cantidad de degradación. En segundo lugar, va realmente al campo y realiza estudios de caso de comportamiento humano y ecológico en todo el mundo. Pero no sólo eso. Cuando regresa de su trabajo de campo, lleva a cabo experimentos sobre patrones de comportamiento para determinar si sujetos seleccionados de manera aleatoria replican sus hallazgos de campo.
Deberíamos aplaudir al Comité Nobel por galardonar una obra teórica y empírica tan rigurosa. El protagonismo de Ostrom insta a los economistas a dedicar mucho más tiempo a analizar el comportamiento humano en lugar de presuponer que todos somos individuos racionales egoístas. También es un llamado a que los economistas sean más empíricos y encuentren maneras para convalidar sus teorías.
Adoptar el enfoque de Ostrom no solo nos ayudará a forjar una mejor relación con el medio ambiente sino también a ser más realistas respecto de la economía en general. Es tiempo de plantear una nueva mirada para ambas realidades.
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