Generar valor es un proceso crítico para lograr crecimiento económico y, de cumplirse otras condiciones, se constituye en uno de los pilares de un desarrollo sustentable. Pero la forma como en general se produce valor provoca también efectos no deseados que afectan gravemente el orden social, económico y ambiental; resulta imprescindible la intervención pública para regular, redistribuir, reasignar el valor generado en función del interés colectivo, lo cual se hace con alta, moderada, baja o ninguna efectividad. Por su parte, algunos actores utilizando fuerza o astucia evaden las regulaciones, impiden la acción redistributiva y extraen para su exclusivo beneficio una fracción desproporcionada del valor que es generado no por ellos en soledad sino en conjunto con el resto del sistema económico; esterilizan en esa medida el potencial de desarrollo de un país o de una localidad. Adoptar formas de generar valor que sean inclusivas y cuidadosas del medio ambiente, asegurar una efectiva redistribución de parte del valor generado en función del interés general y abatir con firmeza la extracción expoliadora de valor, son condiciones necesarias y complementarias para transitar una trayectoria de desarrollo justo y sustentable. 1. Generar valor
Generar valor [[Se genera valor al producir bienes o servicios (productos) que satisfagan necesidades o proporcionen bienestar en virtud de lo cual se reconoce una contraprestación económica o de otro carácter para disponer de ellos. Existe entonces una dimensión de producir algo que pueda satisfacer necesidades o proporcionar bienestar y, otra dimensión, de demanda de esos bienes o servicios sustentada tanto en la voluntad de adquirirlos como en la disponibilidad de recursos para poder materializar esa compra.]] es un proceso crítico para lograr crecimiento económico y, de cumplirse otras condiciones, se constituye en uno de los pilares de un desarrollo sustentable. Esas otras condiciones hacen referencia a los siguientes aspectos.
Quiénes generan valor
Para generar valor es necesario contar con medios apropiados: conocimiento, gestión, tecnología, recursos financieros, contactos, acceso a quienes demandan, entre otros. En la sociedad contemporánea la propiedad y el acceso a los medios que posibilitan generar valor están fuertemente concentrados. Quien no dispone de medios (por no tener su propiedad, porque el costo de acceder a ellos le es inalcanzable o porque lo descoloca en competitividad) no puede participar del proceso productivo. Esto implica que no se moviliza a pleno el potencial productivo de una nación sino sólo el de la fracción que dispone de los medios para generar valor; el resto queda subutilizado o no utilizado.
Cuando esta situación se perpetúa y hace parte inherente a la forma de funcionar de una economía, termina consagrando una dinámica concentradora que a través del tiempo no hace sino reproducir ampliadamente el proceso de concentración: quienes disponen de los mejores medios para generar valor obtienen mayores resultados. La contra cara de la dinámica concentradora es una creciente desigualdad social cuya expresión más aguda es una extendida pobreza e indigencia.
La generación de valor es un proceso que el accionar público, privado y de la sociedad civil puede moldear para movilizar a pleno el potencial productivo de todos los sectores sociales. Esto implica democratizar el acceso a los medios que posibilitan generar valor de modo que no haya excluidos, segregados ni rezagados contra su voluntad. Para ello habrá que buscar la forma de asignar medios a todos los actores que deseen incluirse en el proceso productivo. Esto es, lograr que la amplia base de la pirámide socioeconómica pueda aumentar su capacidad de generación de valor de modo de complementar con su propio esfuerzo lo provisto a través de los servicios públicos. Se trata de redistribuir los ingresos con un fuerte énfasis en crear capacidad para generar valor en sectores medios y bajos; no tan sólo redistribuir para sostener pobres niveles de subsistencia que no representan una solución sustentable y que, además, terminan pesando sobre las cuentas públicas y el esfuerzo productivo. El mayor respeto y solidaridad para quienes sufren carencias y exclusión social y económica es asegurar que sean ciudadanos plenos en democracias mucho menos imperfectas que las actuales.
Qué valor se genera
En principio el valor que se genere debiera ser un producto que satisfaga necesidades o provea bienestar [[Esto implica que el adquirente asigna significación a ese producto y dispone de ingresos para tal fin, que el productor realiza un esfuerzo de venta (publicidad, precio, calidad, facilidades de pago y de acceso al producto) y que cualquier transacción está influida por la disponibilidad de productos alternativos. ]] . Esto está estrechamente relacionado con preferencias subjetivas [[Preferencias subjetivas que son condicionadas o incluso generadas por la cultura predominante a través de valores y motivaciones que imponen los referentes sociales, el sistema educativo, los medios de comunicación y la publicidad comercial.]] pero también con la necesidad de velar por el bien del conjunto social. Así, la producción de armamentos y de contaminantes ambientales, el tráfico de personas, el narcotráfico y otros productos que atentan contra la paz, los derechos humanos, la convivencia o el medio ambiente, debieran erradicarse más allá que existan adquirentes que demanden esos productos. Esto puede lograrse no sólo con prohibiciones (y las correspondientes verificaciones) sino también restándole oxígeno a la demanda existente a través de masivos esfuerzos de prevención y concientización de los eventuales consumidores.
Por otra parte, existen productos que inducen a un consumismo irresponsable: apuntan a crear y luego satisfacer necesidades superfluas, conspicuas; consagran la diferenciación social. La forma de encararlos es fortaleciendo los mecanismos redistributivos (como la fuerte carga tributaria a bienes de lujo y cigarrillos) y promoviendo con firmeza valores de consumo responsable.
También vale diferenciar productos poco elaborados de otros con mayor valor agregado generado a través de sucesivas fases de producción o de distribución. Estos productos más elaborados tienen la capacidad de retener localmente una mayor proporción de los efectos multiplicadores facilitando el desarrollo tecnológico y una mayor utilización de la fuerza de trabajo local.
El valor que se genera puede ser económico, social, político, ambiental y aun espiritual o psicológico [[Por ejemplo, la acción de ayudar a desarrollar resiliencia o entereza de ánimo para encarar los desafíos que presenta la vida en sociedad sin amedrentarse por intimidaciones, peligros ni vejámenes.]]. Por tanto, generan valor todos los actores que se esfuerzan en producir esos bienes o servicios, sean empresas, organizaciones sociales, sector público, sociedad civil, comunidad científica y tecnológica, u otros.
Cómo se genera valor
La generación de valor también impacta a la sociedad según como se encare el proceso productivo. Esto es, importa y mucho la forma, las modalidades, como se genera valor.
En primerísimo lugar pesa muy fuerte si el valor se genera en un contexto de mercado más o menos abierto [[No existe sino como utopía referencial –importante por cierto disponer de ella- un mercado absolutamente perfecto, abierto a la libre e igualitaria competencia. Sin embargo, hay mercados que se acercan más, menos o nada a esa referencia ideal.]] en el que priman aceptables grados de libre y justa competencia o si, por el contrario, se estuviese operando en un mercado oligopólico (con muy pocos productores) o monopólico (un único oferente). Son enormes las diferencias resultantes de operar en uno u otro tipo de mercado y distintas las exigencias y desafíos con que se enfrenta la acción reguladora del Estado. En mercados altamente concentrados la posibilidad que un puñado de actores obtenga ganancias extraordinarias a expensas del resto es muy alta y, por tanto, resulta imperiosa una fundada intervención pública. La regulación debe estar bien fundada porque también es cierto que algunas actividades necesitan de una gran escala para poder desarrollarse y competir en mercados globales.
Así es que, por un lado, no se puede permitir el lucro de unos a expensas de los demás utilizando prerrogativas, influencias, evasión de impuestos, fijación unilateral de precios o condiciones de venta, la destrucción deliberada de la competencia ni la corrupción de políticos y reguladores. Pero, al mismo tiempo, sería peligroso no comprender que la competencia global exige la presencia de actores de envergadura con la capacidad de gestión y financiera para acceder a los umbrales de mercados donde anidan buenas oportunidades comerciales. La síntesis que es necesario lograr parte de concebir que, en la realidad contemporánea, son enteros sistemas económicos y no sólo empresas individuales quienes compiten y, para que puedan hacerlo con efectividad, todos los actores intervinientes, no sólo quienes exportan o lideran cadenas de valor, deben participar con la mayor equidad posible de los resultados del esfuerzo colectivo: pequeños y medianos proveedores, distribuidores, las organizaciones de la sociedad civil, el sector público que provee infraestructura social y productiva, el sistema educativo, la comunidad científica y tecnológica, los gobiernos locales, entre muchos otros.
Igualmente importa cómo se distribuyen los resultados económicos al interior de cada empresa, particularmente en las más grandes, entre trabajadores, inversores, directivos, prestamistas y los mecanismos redistributivos del sector público. Es muy distinto el impacto social y económico de un tipo u otro de distribución de resultados. Los ingresos que cada actor logra para sí son luego aplicados de manera diferente. Así, por ejemplo, los ingresos tributarios, de trabajadores y en menor medida de directivos, se canalizan en su mayor parte hacia el mercado interno, mientras que la asignación de recursos de inversores y prestamistas se guía por otros criterios: consideran opciones existentes en otros mercados y, si fuesen parte de conglomerados internacionales, sus decisiones no son autónomas sino que estarán encuadradas y subordinadas a estrategias que van más allá del ámbito nacional y que generalmente son definidas en las casas matrices.
Un aspecto crítico del desarrollo corporativo es la inversión, la cual puede provenir de aportes frescos de capital o de la reinversión de utilidades. La inversión puede ocurrir atendiendo las perspectivas de mercado y otras consideraciones no económicas; pero también puede promoverse con medidas tributarias, crediticias y ciertos privilegios operacionales. Estas medidas promocionales tienen costos y eventuales beneficios que debieran ser cuidadosamente evaluados y no sólo en términos económicos sino también en cuanto a qué actores con qué conductas se están favoreciendo. Esto no significa ir en contra de cierto tipo de empresas en cuanto a tamaño o nacionalidad de origen, sino que llama a evaluar trayectorias de responsabilidad social, ambiental y económica.
En el caso de promover la reinversión de utilidades emergen otros críticos aspectos. Por un lado corresponde destinar parte de los resultados operativos a reforzar la capacidad instalada de una empresa. Se supone, además, que las empresas que ya operan en un país han pasado por la mirada fiscalizadora de las autoridades nacionales y locales y, en ese sentido, se habría cumplimentado la evaluación de su trayectoria de responsabilidad corporativa. De ser así, podrían recibir beneficios promocionales que el país o la localidad otorgan y cuyos costos, que no son insignificantes, son financiados con el esfuerzo de todos los miembros de la sociedad. Sin embargo, hay casos de conductas que han merecido castigos judiciales y administrativos que no pueden ignorarse y menos aun condonarse.
Los sistemas de promoción de inversiones no debieran discriminar ni estar sujetos a la discrecionalidad de los administradores de turno, no sólo por la injusticia y desánimo que ello entraña sino porque generarían grandes espacios para la corrupción y el cohecho. Claro que esto no habilita a gobernar sin considerar objetivos de desarrollo, mal asignando los limitados recursos promocionales e ignorando efectos no deseados.
La reinversión de utilidades tiene impactos distributivos al interior de la empresa que es necesario considerar. Reinvertir utilidades implica que ha habido buenos resultados y que, en lugar de distribuirlos, los que tienen derecho a recibirlos postergan ese derecho apostando a mayores beneficios futuros. Pero, ¿quiénes son titulares de ese derecho? En principio debieran serlo todos los que hubiesen participado en la generación de los resultados; esto es, no sólo los inversores sino también directivos, trabajadores y el conjunto de la sociedad cuyos intereses son atendidos con los tributos que impone el sector público. Cuando se obtienen buenos resultados operativos los inversores procuran recibir dividendos u obtener ganancias de capital vendiendo a mejor precio acciones o participaciones; los directivos reclaman premios o bonificaciones y los trabajadores incrementos salariales o mejoras en sus condiciones laborales; el sector público recauda mayores recursos tributarios. El grado en que se materializan las aspiraciones de los diferentes actores depende de la magnitud de los resultados y del poder de negociación de cada uno. Lo importante es que, si hubiese una positiva decisión a favor de reinvertir, habría que evaluar en qué consiste lo que cada actor resigna en el presente porque sería injusto que algunos resignasen mucho y otros nada o poco [[Los inversores resignan retiros presentes a cambio de un mayor valor patrimonial y la expectativa de mayores retiros futuros. Los directivos podrían postergar bonificaciones si pudiesen asegurarse mayores compensaciones futuras lo que no siempre es posible por eventuales retiros y rotaciones. Los trabajadores podrían postergar parte de las mejoras salariales a las que aspiran de existir mecanismos de participación en los resultados; si no los hubiere requerirán compartir los resultados con mejoras cada año. El Estado podría resignar una parte mayor o menor de los impuestos que recibe si con ello lograse generar efectos multiplicadores expansivos de la actividad económica o pudiese cumplimentar otros objetivos de desarrollo (sociales, ambientales, territoriales).]] .
Otro aspecto crítico es el tipo de tecnología que se utiliza para generar valor. Aquí a veces convergen y otras veces se contraponen los desafíos de aumentar productividades y los objetivos de cuidado ambiental, generación de empleo y mejoras en la distribución del ingreso. En lugares y momentos donde primase un fuerte subempleo o desocupación abierta es necesario promover tecnologías intensivas en utilización de fuerza de trabajo aunque sin ignorar los límites que impone la competitividad local y global. En cambio y más allá del cálculo económico, en cualquier situación debieran erradicarse tecnologías destructoras del medio ambiente o que atentasen contra la salud y la seguridad de las personas.
Cuánto valor se genera
Un aspecto trascendente hace referencia a la escala de generación de valor. La escala de producción incide sobre el acceso a oportunidades económicas y a disponer de mayor capacidad de gestión, aunque esto difiera por tipo de actividades y encuentre también límites superiores que, de traspasarse, dan paso a des-economías de escala.
Ya se hizo mención a la necesidad de contar con empresas de envergadura que, como parte del sistema económico nacional y utilizando su infraestructura económica y social, lideren cadenas de valor, compitan internacionalmente y, en ese contexto, se distribuya con justicia los resultados que se obtengan. Resta mencionar que este aspecto de escala también incide sobre la viabilidad y rentabilidad del inmenso segmento de pequeños y micro productores que se desenvuelve en condiciones de extrema escasez de todo tipo de recursos (financieros y no financieros). Mal podría un país o una localidad pretender transitar una trayectoria de desarrollo sustentable sin resolver esta tremenda restricción que, al tiempo que condena a grandes mayorías a un impiadoso rezago de pobreza e indigencia, esteriliza absurdamente buena parte del potencial de desarrollo nacional. La construcción de una trayectoria de desarrollo sustentable pasa necesariamente por la efectiva inclusión económica, social y cultural de toda la base de nuestra pirámide socioeconómica [[Esto asumiendo que la inclusión política ya estuviese consagrada como derecho en la legislación democrática aunque es sabido que, con frecuencia, sufre de orquestadas manipulaciones. ]] .
Para encarar los desafíos de escala que acorralan a la pequeña y micro producción puede utilizarse moderna ingeniería de negocios que está disponible aunque esa ingeniería requiere ser ajustada a las circunstancias de la pequeña producción. Entre otros casos están los sistemas de franquicias, los consorcios de exportación, las comercializadoras populares, las cooperativas de segundo y tercer grado y las agroindustrias locomotoras. Como los mercados no suelen proveer espontáneamente estas soluciones, es necesario establecer organizaciones que puedan hacerlo. Un ejemplo son las desarrolladoras de emprendimientos inclusivos promovidas por Opinión Sur.
Dónde se genera valor
La generación de valor en países del Hemisferio Sur suele estar concentrada también en términos territoriales, con lo que son afectadas las poblaciones en áreas de menor peso relativo y se pierde otra buena parte del potencial nacional de desarrollo. Esto puede ser corregido adoptando políticas promocionales para compensar desventajas de distancia, de acceso, de transporte, de disponibilidad de infraestructura económica y social, entre otras. El propósito es frenar el drenaje de personas y las migraciones a los grandes y ya congestionados centros metropolitanos creando en las diferentes regiones oportunidades de trabajo y un mejor entorno social. Para ello puede combinarse la puesta en valor de recursos naturales con actividades que agreguen valor a materias primas locales o a insumos de otras latitudes. Al plantear las políticas promocionales es necesario evaluar la sustentabilidad de las dinámicas que se procuran generar con ellas y hacerlo no sólo en términos económicos pero también sociales y geopolíticos.
2. Redistribuir valor
Redistribuir valor implica distribuir ingresos para que puedan beneficiarse del mismo no sólo los actores económicos que participan directamente en su generación. Esta acción redistributiva se sustenta en criterios de justicia y cohesión social así como también para promover a pleno el potencial nacional o local de desarrollo. Sin embargo, puede primar una redistribución progresiva o regresiva. Es que la capacidad redistributiva del Estado puede utilizarse para promover un desarrollo justo y sustentable pero, como demuestra la historia, también para consagrar privilegios y concentrar ingresos. Esto dependerá del liderazgo político y de la correlación de fuerzas sociales prevaleciente que definen la capacidad para fijar prioridades e imponer políticas redistributivas.
Las políticas redistributivas se materializan a través de varios mecanismos entre los que destacan los ingresos y gastos públicos. Por el lado de los ingresos, importan la cuantía de la carga tributaria, su composición (impuestos, endeudamiento, ingresos de empresas públicas) y cómo se distribuye su peso entre los diferentes contribuyentes; por el lado del gasto público, cómo se asignan los siempre limitados recursos disponibles entre un gran número y diversidad de usos alternativos (infraestructura social y económica, salud, educación, seguridad, programas promocionales, amortizaciones e intereses de la deuda, entre otros). Pero también pesan fuerte otros mecanismos redistributivos, como ser la orientación del crédito y la naturaleza del marco regulatorio que puede impactar diferencialmente a los actores económicos.
En todos los casos habrá que tener siempre presente quiénes terminan favoreciéndose y quiénes perjudicando con las acciones redistributivas y, en esa perspectiva, cuál es el impacto de las mismas en relación a construir una trayectoria de desarrollo justo y sustentable.
3. Extracción de valor
Algunos actores utilizan fuerza o astucia para evadir regulaciones, impiden la acción redistributiva y extraen para su exclusivo beneficio una fracción desproporcionada del valor que es generado no por ellos en soledad sino en conjunto con el resto del sistema económico; esterilizan en esa medida buena parte del potencial de desarrollo de un país o de una localidad.
Existen varias formas de extracción de valor, entre otras las siguientes:
(i) Extracción de valor por parte de una descontrolada especulación financiera que no agrega valor y se sostiene con manejos irresponsables del riesgo, el acceso a información privilegiada, aprovechándose de incautos y de actores vulnerables, influyendo de forma ilegítima sobre políticas y reguladores;
(ii) extracción de valor imponiendo a naciones débiles y/o gobiernos corruptos condiciones de expoliación en la explotación de recursos naturales (minería, bosques, pesca, acuíferos);
(iii) extracción de valor que realizan inescrupulosos especuladores a través de apropiarse de activos en situación de stress o por medios ilegales;
(iv) extracción de valor evadiendo el pago de impuestos que alimenta la fuga de capitales y restringe la capacidad del Estado de proveer infraestructura social y productiva ; [[Ver [artículos de José Nun y otros autores sobre guaridas fiscales->https://opinionsur.org.ar/wp/?s=guaridas+fiscales (mal llamados paraísos fiscales) publicados en números anteriores de Opinión Sur]]
(v) extracción de valor capitalizando en provecho propio los beneficios de una inversión pública sin pagar contribución de mejoras;
(vi) extracción de valor imponiendo precios abusivos por posición dominante en mercados imperfectos (monopolios, oligopolios) ; [[Como ejemplo ver la investigación Estado y comportamiento empresario: el caso del cártel de la industria cementera de Alejandro Gaggero. Una síntesis de la misma puede consultarse en Realidad Económica # 224]]
(vii) extracción de valor aprovechando favoritismo regulatorio discriminatorio;
(viii) extracción de valor a través del tráfico de drogas, armas y personas;
(ix) otros medios de extracción de valor que los lectores sabrán señalar.
Cada forma de extracción de valor presenta modalidades singulares según sea la realidad institucional, económica y política en la que se realiza.
4. Tres dimensiones de una misma realidad
Generación, redistribución y extracción de valor son dimensiones de una única realidad y su génesis y dinámica están estrechamente relacionadas. Quiénes generan valor, qué valor generan, cómo, cuánto y dónde se lo genera, son aspectos del proceso de generación de valor que condicionan la capacidad redistributiva y su orientación. A la vez, las políticas redistributivas impactan sobre todos los aspectos de la generación de valor. Por su parte, el impresionante drenaje de recursos que realizan quienes extraen valor mucho más allá del que ayudan a generar esteriliza buena parte del potencial local y nacional de desarrollo, restringiendo con ello la propia capacidad de generar valor y de redistribuir una parte más significativa en función del interés y bienestar del conjunto social.
Adoptar formas de generar valor que sean inclusivas y cuidadosas del medio ambiente, asegurar una efectiva redistribución de parte del valor generado en función del interés general y, muy especialmente, abatir con firmeza la extracción expoliadora de valor, son condiciones necesarias y complementarias para transitar una trayectoria de desarrollo justo y sustentable.
Opinion Sur



