Cómo se acaba una guerra desdichada

La guerra en Ucrania ha sido y es tan cruel como innecesaria.  Pone en evidencia una realidad geopolítica que tanto Rusia como Occidente no han querido reconocer. Tarde o temprano terminará sin producir resultados positivos en ningún lado. El llamado de la cruda realidad se hace sentir con más fuerza cada día.  Existe un antecedente histórico que aquí presento, como el menor de los males.

Entre rusos y ucranianos ya han caído 500.000. ¿Deberán llegar al millón para verse obligados a frenar una guerra que, aunque justa del lado ucraniano, no deja de ser insensata?

El error estratégico del Sr. Putin ha dejado al descubierto la brutalidad de su régimen (heredero de una larga tradición de su país), pero también ha sido un banco de ensayo de las armas de Occidente, a costas de un pueblo valeroso, que al final de cuentas no podrá “vencer” a un enemigo incompetente pero siempre poderoso.  Tarde o temprano llegarán ambos combatientes a “congelar” sus campañas y firmar un armisticio que se mantendrá con suerte en el tiempo sin dejar a nadie satisfecho. 

Como ejemplo y modelo de un escenario posible, en el siglo pasado (y salvando diferencias sobre todo en las culturas nacionales respectivas), he decidido traducir y exponer a los lectores el texto de una proclama histórica que pocos conocen, a cargo de un héroe nacional finlandés y jefe supremo de la defensa de su país frente a la invasión rusa.  Aquí lo tienen, como ejemplo de una gran visión estratégica.[1]

El Mariscal pasa revista a las tropas

Carl-Gustav Emil Mannerheim

 Orden del Dia

Marzo 14, 1940

Soldados del glorioso ejercito finlandés

Se ha concluido la paz entre nuestro país y la Rusia Soviética – una paz cruel, que ha concedido a la Unión Soviética prácticamente cada campo de batalla en el que habéis vertido vuestra sangre en aras de todo lo que valoramos y tenemos por sagrado.

No habéis querido esta guerra.  Amabais la paz, el trabajo y el progreso.  A pesar de ello, esta lucha os fue impuesta, y en su curso habéis logrado grandes cosas, que han de brillar en las páginas de historia por los siglos que vendrán.

Mas de 15.000 de los que entre vosotros se incorporaron a esta guerra nunca volverán a ver sus hogares, y muchos otros habéis quedado discapacitados por el resto de la vida.  Pero habéis golpeado duro, y si unos doscientos mil enemigos están ahora enterrados bajo la nieve o miran al cielo estrellado con sus ojos muertos, la culpa no es vuestra.  Vosotros solo habéis seguido la cruel ley de la guerra: matar o morir.

¡Soldados!

He luchado en muchos campos de batalla, pero nunca he visto soldados iguales a vosotros.  Estoy tan orgulloso como si fuerais mis propios hijos –orgulloso de los hombres de la tundra norteña, de los hijos de los anchos espacios de Ostrobotnia, de las selvas de Karelia, del paisaje sonriente de Savolax, de las granjas ricas de Tavaastland y Satakunta, de los pastizales de Nyland y de la propia Finlandia, con sus abedules susurrantes. Y estoy igualmente orgulloso del obrero de una fábrica y del hijo de un labriego, igual que del hombre holgado, que arriesgaron sus miembros y sus vidas.

Os agradezco a todos:  oficiales, suboficiales y soldados.  Saludo especialmente a los oficiales de reserva por su coraje desinteresado, su sentido del deber y la pericia con la que han ejercido una profesión que no era la suya.  Ellos también pagaron proporcionalmente el mayor precio de la guerra, pero lo hicieron con alegría y sin apartarse nunca del deber.

Agradezco a los oficiales del estado mayor por su trabajo sin descanso, y finalmente agradezco a mis colaboradores más cercanos: el jefe del estado mayor y el general contramaestre, los comandantes y jefes de divisiones y cuerpos de ejército, que con frecuencia hicieron que lo imposible fuera posible.

Agradezco al Ejército Finlandés y a todas sus ramas que, compitiendo noblemente entre sí, han logrado hazañas espléndidas desde el primer día de la guerra.  Les agradezco por la audacia con la que atacaron a un enemigo superior en número y equipado a veces con armas nuevas para ellos, y por la tenacidad con la que han defendido cada pulgada de su tierra natal. La destrucción de más de 1.500 tanques rusos y más de 700 aviones son testimonio de actos heroicos, con frecuencia a cargo de individuos solos.

Reconozco el servicio voluntario de defensa por parte de las mujeres de Finlandia y su contribución al esfuerzo bélico, con orgullo y gratitud – su espíritu de sacrificio y su trabajo incansable en diferentes áreas de actividad, que permitieron que los hombres fueran al frente de batalla.  Su nobleza de espíritu se ha ganado plenamente la gratitud y el reconocimiento del ejército.

Un puesto de honor corresponde a los miles de trabajadores que en forma fiel y en muchos casos voluntaria, desafiando ataques aéreos, permanecieron al pie de las máquinas construyendo material para uso del ejército en este periodo sombrío de la guerra – y también a todos aquellos que afianzaron infatigables las fortificaciones bajo el fuego enemigo.  En nombre de nuestro país natal les agradezco a todos.

A pesar de este coraje y sacrificio, el Gobierno se ha visto forzado a concluir una paz en términos muy duros, una paz que merece sin embargo una explicación.

Nuestro ejército era pequeño; nuestras fuerzas y reservas insuficientes.  Estábamos mal equipados para enfrentar a una gran potencia.  Mientras nuestros valientes soldados defendían las fronteras tuvimos que traer suministros allí donde faltaban, con un esfuerzo sobrehumano; tuvimos que erigir líneas defensivas donde antes no existían, y tuvimos que esperar una ayuda que no llegaba. Tuvimos que encontrar armas y equipos –y esto en un momento cuando cada país se armaba febrilmente para enfrentar la tormenta que hoy atraviesa el mundo. Vuestra hazaña se ganó la admiración del mundo, pero después de tres meses y medio de lucha, estábamos prácticamente solos.  No logramos asegurarnos de una asistencia externa en el frente, a excepción de dos batallones reforzados con artillería y cobertura aérea, y esto en un frente de guerra en el que nuestros hombres tuvieron que enfrentar día y noche sin descansar, a nuevas formaciones enemigas, más allá del límite físico y mental, sin sucumbir.

Cuando se escriba la historia de esta guerra el mundo recodará vuestro heroísmo.

Esta heroica resistencia frente a un sinfín de armas, tanques y aviones en contra nuestra no hubiese sido posible sin la generosa ayuda de Suecia y de Occidente. Lamentablemente, la magnánima oferta de ayuda militar [soldados] de Occidente no se ha podido materializar porque nuestros vecinos, por temor a su propia seguridad, se han negado al tránsito de tropas por su territorio.

Después de 16 semanas de lucha sangrienta, sin descanso ni de día ni de noche, nuestro ejército se yergue no vencido frente a un enemigo que, a pesar de enormes pérdidas, ha crecido considerablemente en número.  Nuestro frente interno, donde incontables ataques aéreos han aterrorizado a mujeres y niños, no ha claudicado.  Nuestras ciudades quemadas y aldeas destruidas muy lejos del frente de batalla hasta nuestras fronteras occidentales, son testigo de las privaciones que ha sufrido nuestra población en estos meses pasados.

Nuestra suerte es cruel porque nos vemos obligados a rendir terreno a una raza extraña con una filosofía de vida distinta de la nuestra y con otros valores morales –un terreno que durante siglos hemos cultivado con el sudor de nuestra frente.

Sin embargo, dentro del país que todavía nos queda haremos todo el esfuerzo posible para dar un hogar a los que quedaron sin techo y a proveer una vida mejor para todos, y estaremos como antes preparados a defender nuestra tierra natal indivisa.

Nos enorgullece saber que tenemos una misión histórica –misión que continuaremos a honrar— de defender la civilización occidental, que ha sido nuestra herencia de siglos; ¡pero sabemos también que hemos pagado hasta el último centavo nuestra deuda con Occidente!


[1] Por el Tratado de Moscu (12 de marzo de 1944) Finlandia tuvo que ceder 2 zonas de su territorio (Karelia y Salla) a la URSS.  Luego, por el Tratado de Paris (2 de febrero de 1947) cedió aun mas: 45,792 km cuadrados.  Las cesiones respectivas oscilan entre el 11 y el 20% de su territorio.

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