El Caleidoscopio Geopolítico, o Cómo Perder y Ganar Hegemonía

Sic transit gloria mundi (Así pasa la gloria del mundo). Con vertiginosa velocidad se recompone el tablero geopolítico mundial.  Disminuye el poder hegemónico norteamericano mientras asistimos a nuevas iniciativas tanto por parte de otras potencias como por parte de estados y regiones dentro de los Estados Unidos.

 

Ningún juguete infantil fue tan difundido como el caleidoscopio en el siglo diecinueve y en el veinte. Dicen que lo inventó un escocés, pero no logró patentarlo.  Objeto de dominio público, en mi infancia era fácil de comprar y también fácil de construir, con la ayuda de algún planito publicado en una revista.  Bastaba conseguir un tubo de cartón, tres espejitos, dos láminas traslúcidas, y unas piedritas planas de varios colores.  A un extremo del tubo se colocaban tres espejos y se formaba con ellos un prisma triangular con su parte reflectante hacia el interior.  Al extremo del prisma se colocaban dos láminas traslúcidas  de papel o plástico entre las cuales  se insertaban varias piedritas planas de colores y formas diferentes, cuyas imágenes se veían multiplicadas simétricamente girando el tubo, mientras uno miraba por el extremo opuesto del aparato. Los efectos ópticos eran fascinantes. Por ejemplo:

Del caos aparente surgía un orden nítido, pero bastaba otro giro y todo cambiaba.  Surgía un nuevo ordenamiento, y así sucesivamente.

Imaginemos ahora un gran tubo en el espacio, con el mapa del mundo en un extremo.  Los países y regiones son los objetos de colores, en un orden determinado que parece permanente y natural, pero que en realidad es un artificio transitorio.  Basta girar el inmenso tubo imaginario para que países y regiones se ordenen en otras jerarquías y relaciones.  En el continuo espacio/tiempo bien podemos decir con los romanos: sic transit gloria mundi.  Tal es el caleidoscopio geopolítico.  Su interés reside en que el tubo está girando.

Por mucho tiempo las cosas se veían así:

Es un mundo centrado en el Océano Atlántico y con preferencia al hemisferio norte.  Es un mundo que habla inglés.  Estamos tan acostumbrados a ver este mapamundi que nos parece natural y eterno, cuando en realidad es frágil y temporario.  Desde una perspectiva estratégica, es el mundo de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).  Cincuenta años atrás, durante la guerra fría, el mapa de la OTAN era el siguiente:

En el siglo veintiuno la OTAN se expandió e incorporó a los antiguos satélites de la finada Unión Soviética al tratado, con la previsible reacción negativa de la Rusia actual.  Para mejor información sobre este desarrollo remito al lector al siguiente sitio: http://geoawesomeness.com/top-14-maps-charts-explain-nato/

Pero si giramos el tubo del caleidoscopio aparece otra imagen:

Es un mundo centrado en el Océano Pacífico que da preferencia al Hemisferio Sur.  En el medio está la Nación del Centro o el  Reino del Medio.  Es el nombre con que los chinos llaman a su país. Ya no se habla sólo inglés.

¿Qué tendencias se perfilan para que el mapa geopolítico más interesante hoy sea el del Reino del Medio?

En primer lugar, China está en plena transición de un modelo industrial exportador a un modelo post-industrial más consumidor y más centrado en el mercado interno.  En tecnología, y por necesidad, China ya es el líder mundial en producción de energía renovable y no tan contaminadora como lo fueron el carbón y los hidrocarburos.

Pero en este cambio corresponde hacer dos salvedades.  La re-orientación de la economía china “hacia adentro” no implica el abandono de su proyección internacional sino todo lo contrario.  Por un lado hay un programa ambicioso de crear una nueva ruta de la seda, desde China continental, pasando por Asia Central y terminando en Europa.  Se proyectan grandes obras de infraestructura para acelerar los flujos de insumos y mercaderías que garanticen el continuo crecimiento económico de toda Asia.  China, que tradicionalmente ha sido una potencia exclusivamente continental, ha diversificado su proyección geopolítica.  Por un lado consolida su posición en el Asia central y le hace sombra a Rusia.  Por otro lado, proyecta un nuevo poderío marítimo  tanto comercial como militar en el Pacifico.

En segundo lugar, en el Pacífico, lo que los Estados Unidos pretenden interpretar como provocación de China en los mares aledaños no es más que la natural tendencia de una gran potencia a consolidar un perímetro de defensa costero.  Desde el punto de vista chino la antigua presencia naval norteamericana en el Extremo Oriente tiene cada vez menor justificación.  Piense el lector como reaccionaron o reaccionarían los Estados Unidos frente a una fuerte presencia naval extranjera en el Caribe, y saque su propia conclusión. La doctrina de Monroe ya no vale solamente para los Estados Unidos.  En la misma clave hay que saber interpretar la reacción rusa frente a la pérdida de control estratégico en su flanco occidental, es decir en los países de Europa oriental que se han incorporado a la OTAN.  En ambos casos, con Trump o sin Trump, los Estados Unidos tendrán que transar, es decir retroceder.

En el caso del Extremo Oriente, la sorpresa geopolítica a mediano plazo podría bien ser la caída del régimen norcoreano y la reunificación de la península bajo la égida militar de China y bajo la égida económica de Sur Corea,  junto con la desnuclearización de toda la península (con el consiguiente beneplácito internacional).  Se lograría así un objetivo largamente pregonado por los Estados Unidos –pero sin los Estados Unidos como amo y garante del resultado.  La posición de una sola Corea sería algo así como otrora fue la posición de Finlandia entre Occidente y Rusia durante la guerra fría.  Dar su asentimiento a las iniciativas de otros poderes es algo a lo que los Estados Unidos tendrán que acostumbrarse.

En el caso de la periferia rusa, el acomodamiento a largo plazo no será el fruto de una “nueva amistad” entre Washington y el Kremlin.  El estado ruso a su tiempo tomará distancia de la torpe administración Trump (que le habrá traído más dolores de cabeza que beneficios).  En cambio habrá otro acercamiento, antiguamente acariciado aun en épocas de guerra fría, entre Alemania (que traerá en su tren una Europa de dos o tres velocidades) y Rusia.  La verdadera Realpolitik no será la Trumpolitk sino la muy teutona Ostpolitik.  Por el momento podemos decir que en Washington los políticos de los dos partidos no tienen ni idea de los gruesos nubarrones que para mí se asoman en el horizonte geopolítico mundial.

Para colmo, el abierto desprecio de la actual administración por los valores “humanitarios” y liberales con los que los Estados Unidos decoraron su poderío de otrora, dejará una mayor libertad a todos los países del mundo para elegir las  alianzas que más les convenga, sin miedo a represalias, pero también sin escrúpulos morales.  Con Trump y cia., la moral y la moralina han dejado de ser parte del arsenal del mentado “soft power” norteamericano.  Sic transit gloria mundi.

El abandono de una posición moral permitirá a los Estados Unidos mantener una postura más agresiva y peligrosa en Medio Oriente.  Apoyará sin escrúpulos a las diversas dictaduras que hoy cunden en la región y que son paradójicamente menos democráticas que la teocracia a medias de la República Islámica de Irán.  Abandonarán la ya inalcanzable división de Palestina en dos estados, a favor de un estado único israelí, que por fuerza desembocará en un apartheid.  El problema reside en que con semejante cambio de posición “realista”, los Estados Unidos no harán más que echar leña al fuego de la división sectaria y de guerras civiles en la región.  A semejante río revuelto, ganancia de pescadores: en este caso Irán y Rusia.  Estas potencias no necesitarán defender sus intereses en forma agresiva.  Les bastará seguir el consejo de Napoleón: “no interrumpir al enemigo mientras comete un grave error.”  Y lo mismo vale para China.  Sic transit gloria mundi.  Como verá el lector, sigue girando nuestro caleidoscopio.

Finalmente, y ya dentro de los Estados Unidos, las piezas también se recomponen.  Frente a la torpeza de Washington, los Estados más dinámicos de USA se niegan a seguir la política central en materia de energía, regulación, inmigración, tecnología y comercio.  Curiosamente cumplen con un antiguo sueño del partido republicano: la devolución del poder a los estados, pero esta vez en contra de ese partido, que ha sido capturado por una clique autoritaria e inepta.  Si las cosas siguen así, ha de cumplirse la profecía de una de mis diez tesis geopolíticas publicadas en el número anterior de Opinión Sur, a saber la transformación primero de facto y eventualmente de iure de los Estados Unidos en una federación.  De la divisa E pluribus unum (a partir de muchos, uno)  pasarán a la divisa Ex uno plures (a partir de uno, muchos).

Sic transit gloria mundi.

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